¡Cuidemos a Miguelito!

​Es el menor de 19 hermanos, pero con un corazón tan noble que se ha ganado la admiración de todos su familia y de muchos choapenses.  Para su madre, es el mejor regalo que la vida le dio, pero teme por su seguridad porque diariamente recorre las calles del centro de la ciudad en busca de obtener unas monedas a cambio de trabajo para sentirse activo.

La nobleza de Miguelito, el hombre de 38 años con sentimientos de ternura a todo el que se le acerca, ha sido causa de que muchas personas abusen de su padecimiento para robarle algunas veces el dinero que le dan automovilistas cuando lo ven tratando de controlar el tráfico en un crucero o empacando dulces.

Al hablar de Miguelito en busca de conocer sus orígenes, su hermana Martha rompe en llanto y pronuncia: “Lo admiro tanto, él es mejor que todos los hermanos que gozamos de todas nuestras facultades, él es mejor, no alcanzamos el grado de amor que él tiene con todos nosotros”.

Su madre Ángela Valenzuela, con trombosis desde hace un par de años mientras está sentada en medio de la sala en una silla mecedora, también llora porque Miguel es puro amor, “me besa y me abraza antes de irse, cuando llega, me canta, me da flores, me hace feliz”, dice.

Cuando ambas mujeres abandonan el llanto explican que Miguel es el menor de 19 hermanos, 13 de ellos Guadalupe, Concepción, Martha, Lourdes, Candelaria, Carmita, Teresa, Lubia, Manuel Jesús, Antonio, Javier e Isidro, están vivos, otros seis murieron.

Cuando Miguelito apenas tenía tres meses de nacido, su padre Porfirio Magaña García fue asesinado y el niño se quedó a cargo de su madre y sus hermanos quienes le brindaron todo el cariño que necesitaba, pero ante la falta de recursos no tuvieron la oportunidad de brindarle la educación especial que necesitaba para desarrollar más destrezas.

Para todos ellos, el síndrome de down de Miguel es literalmente, una de las cosas más bonitas que les ha pasado, pues han podido disfrutar de un niño divertido, brillante, increíble, amoroso y amable también durante su etapa de madurez. “Es fantástico, no es una enfermedad, ni siquiera es una incapacidad", dice Conchita, su hermana mientras intenta contener las lágrimas.

Miguelito tiene su casa en la calle Adolfo López Mateos, en la colonia Agraria, tiene su propio cuarto donde dormir, acondicionado con televisor y reproductor de video para que vea películas y se entretenga, pero llegadas las ocho de la mañana de cada día se levanta, se baña, desayuna y va en busca de su madre, en ocasiones todavía recostada en su cama, la cubre de besos y cuando el reloj apunta las 09:00 a.m avisa que es tiempo de irse a trabajar y se despide de todos.

Para entonces su madre y sus hermanas lo encomiendan a la protección de Dios y lo ven partir. Saben que se la pasa en los comercios asentados sobre la avenida Miguel Hidalgo, turnándose las horas entre la tienda de dulces “El Changarreo”, Tecnilaser, la delegación de Tránsito, el Hotel Castellanos, antes Jismak, las papelerías y demás puestos que se encuentran en dicho sector.

A las horas de mayor tráfico, 12:30 del día, se para en el crucero frente al Bama con esquina de la escuela primaria “Artículo 123 José María Morelos y Pavón”, hace sonar el silbato negro que trae colgando en el pecho y con señas a los conductores intenta controlar el tránsito vehicular.

Muchos le obedecen y otros no, pero la mayoría estira su mano para colocar unas monedas en su lata de chocomilk que trae entre sus manos. En cuanto se calma el tráfico vuelve a alguna tienda con sus amigos donde empaca dulces.

En las últimas semanas ha causado revuelo entre la población ver que Miguelito apoyado con algunos botes de aluminio sentados en una base de tubo y con dos varitas integrados como una batería se pone a interpretar varias melodías.

Hace unos días su sobrina Verenice Magaña Valenzuela grabó el video de un señor que se acercó a Miguelito para depositarle unas monedas cuando tocaba la batería y que sorprendió a la gente pues el señor interpretó un “corito” de la iglesia desconocido para Miguel y pudo hacer el acompañamiento de la canción perfectamente con su batería.

Como agente vial, músico o empaquetador, Miguel es un ejemplo de alegría y fortaleza para su familia, pues raramente se enferma, parte del dinero que obtiene lo utiliza para comprar despensa que él mismo lleva a su casa y otras monedas las reparte entre sus sobrinitos José Armando, Frank y Manuel Eduardo que también reciben abrazos y besos de su tío.

Sus amigos comerciantes ven en Miguelito a un ser noble y con un gran corazón, lo tratan como un hermano porque de ellos sólo recibe protección y cariño y ante los peligros en la calle a los que se enfrenta por su padecimiento, su familia pide que tengan confianza de él porque no es agresivo y que respeten su situación, pues es un ser que tiene más corazón que algunos de los que no tienen ninguna discapacidad. ¡Cuidemos a Miguelito!.