Tumbas rotas por las que se logran ver expuestos fémures, pelvis y cráneos, maleza, basura, mosquitos transmisores del dengue, bóvedas sucias u olvidadas y falta de regulación es lo que se encuentra en el cementerio del ejido Gavilán Norte, en la colonia El Muelle, al noroeste de la ciudad de Agua Dulce.
En el abandonado lugar, explica uno de los voluntarios ayudantes del panteón, Gonzalo Santos Gerardo, de 66 años de edad, que la anarquía impera y el olvido se sobrepone a la muerte, pues a pesar de que se realizan cerca de 30 entierros al año, el panteón de este ejido es uno de los más descuidados.
La falta de recursos y cuidados para los camposantos no es exclusivo de este lugar, pues en general las condiciones de los panteones de Agua Dulce es pésima, comisión de la que se encarga el regidor Jesús Martínez Monroy y cuya única labor en el rubro es ordenar dos limpiezas anuales, sin más.
Poco más de 80 tumbas presentan daños estructurales y, de estas, en la mitad es posible ver a simple vista los huesos de las personas que fueron enterradas en el lugar. Incluso hay cráneos fuera de sus tumbas y rastros de veladoras en otras bóvedas, lo que también alerta la posibilidad de que se realice vandalismo y rituales de ocultismo.
Lo más grave del panorama actual, explica el comisariado del ejido, Alejandro Rodríguez Cabrera, es que la exposición de restos humanos y la acumulación de agua representan potenciales focos de insalubridad, por lo que ya ha emitido varios oficios ante el Ayuntamiento de Agua Dulce y representantes del Sector Salud estatal.
Rodríguez Cabrera señala que en El Muelle se ha presentado un alto índice de casos de dengue, pues el panteón es un gran criadero, mientras que en el caso de las tumbas rotas ha tratado de contactar a los ciudadanos responsables de las bóvedas, pero no se quieren hacer cargo o ya no viven en la localidad.
Aunque la tesorería del ejido provee los insumos para retirar la maleza y tratar de mantener limpio el lugar, el apoyo del Ayuntamiento es urgente para la reparación de las tapas de las bóvedas dañadas, pues no sólo representan un riesgo por la proliferación del mosquito transmisor del dengue, zika y chikungunya, sino también por la exposición de restos humanos.