La construcción de la planta fue un reto de la ingeniería moderna, en la que chocaron las culturas y el empleo de normas de seguridad.
La construcción de la planta fue un reto de la ingeniería moderna, en la que chocaron las culturas y el empleo de normas de seguridad.
La seguridad alrededor de la petroquímica propiedad de Braskem–Idesa es adecuada para su nivel: más que una vigilancia policial o armada, se percibe un ambiente de control de seguridad laboral, de cascos, guantes, botas y normas a las que los mexicanos parecieran no estar acostumbrados.
Contrario a lo que se podría pensar, es más fácil entrar a conocer la planta de iniciativa privada que algún complejo de Petróleos Mexicanos (Pemex). Cleantho Leite, director de relaciones institucionales y desarrollo de negocios y Antonio Galvão, ambos brasileños, son los encargados de recibir al contingente entre el que se encuentra la reportera de diario Presencia.
A pocos minutos de la carretera federal 180, en el territorio de Nanchital, tras el acceso norte, a 2 minutos en un vehículo, se erige sobre la colina del terraplén un complejo de edificios de concreto en el que hay un laboratorio, un comedor, una sala de atenciones médicas y un área de trabajo circular, en el que a un costado se encuentra la sala de juntas.
Leite y Galvão se describen a sí mismos como ‘mexicanizados’ y “nanchitecos” y hablan un español fluido, aunque con un marcado acento portugués. Dicen tener más de 8 años de vivir en México, de modo que ya cuentan con residencia en el país.
La razón por la que los altos funcionarios brasileños dejaron su país de originen para aventurarse en el sur de Veracruz es la simple expansión comercial, propia del capitalismo. Braskem, de capital privado y estatal de Brasil, tiene presencia en Estados Unidos y Alemania, principalmente, lo que la convierte en líder mundial en la fabricación de polímeros (plásticos).
Los interlocutores iniciaron aclarando que el proyecto de construcción de la planta se llamó “Etileno XXI”, pero que el nombre actual de la petroquímica no es ese, como ahora se le conoce popularmente, sino simplemente “planta Braskem–Idesa”.
En comparación con los restos de Pajaritos, que sucumbió por la reciente explosión que dejó como saldo 32 personas muertas, y de los ‘fierros viejos’ que representan Cangrejera y Morelos, la petroquímica privada se erige con un brillante color de acero nuevo.
Construir el ‘monstruo’ de 138 mil metros cuadrados de concreto, 4 mil kilómetros de cables de electricidad y miles de toneladas de acero requirió la intervención de millones de horas-hombre y alcanzó a generar hasta 17 mil empleos durante la obra.
Sin embargo, los brasileños explican que durante la edificación enfrentaron una serie de problemas con el Gobierno estatal, que no cumplió con los caminos e infraestructura carretera prometida, además de cuestiones sindicales y choques ideológicos.
Los funcionarios de Braskem–Idesa aseguraron que durante la obra el 97% del personal fue mexicano, mientras que el resto eran personas de todas partes del mundo, principalmente Brasil, Estados Unidos, Portugal, Italia y Alemania. Además, el 8% del personal era femenino, algo difícilmente visto en México, en el que el promedio se ubica en 3% en una obra.
Seguridad ante todo
La promesa de la compañía era que al final de la obra ninguna persona hubiera sufrido un accidente mortal o de consecuencias definitivas. Los entrevistados comentaron que un verdadero choque de cultura laboral se experimentó durante la fase de obra de la planta.
“Nosotros les proporcionábamos el desayuno porque sabemos que un obrero bien alimentado trabaja mejor, esto es algo que normalmente no ocurre”, comentaron los brasileños Leite y Galvão. También describen “puestos de hidratación”, el servicio de comedor y numerosos sanitarios portátiles.
Pero lo más difícil de trabajar con los mexicanos, apuntan, fue el tema de la seguridad. “Muchos contratistas o ingenieros no usaban cascos o arneses, se discutían con nosotros, pero finalmente nadie salió lastimado de forma definitiva”.
Con su singular acento portugués, Leite describe un pasaje curioso con un sindicato local de transportistas: cuenta que el grupo quería parar la obra porque se controlaba la velocidad de los camiones, pues para el sindicato más velocidad eran más viajes. Pero los brasileños no permitían que se superara un límite establecido y eso encendió la ira de los dirigentes locales. “En lugar de defender la seguridad de sus trabajadores estaban más preocupados por los ingresos”, relatan.
La planta también cuenta con un área médica, ambulancia equipada, dos camiones de contraincendios, una unidad de rescate y un tanque con billones de litros de agua para combatir algún percance.
Ya en la fase de operaciones, en el área de laboratorio, por ejemplo, las normas son estrictas para trabajadores y visitantes por igual; una de las partes más impresionantes del lugar es la sala de control del ‘cracker’ de etileno y de las plantas de polietileno de alta y baja densidad, que consiste en decenas de pantallas con estadísticas y vídeo en tiempo real, con controles que pueden ser operados de forma remota y alertas de seguridad hipersensibles a los cambios en los niveles de la planta.
Por tal proyecto, la revista estadounidense Engineering News-Record (ENR), en 2016 otorgó a Braskem–Idesa el galardón Best Projects Awards junto con otros 22 proyectos de ingeniería a nivel mundial. Este reconocimiento es considerado el “Óscar” de la ingeniería.
No explotará
El diseño de la planta está considerado para una zona sísmica y de huracanes, además de contar con generación propia de energía y una planta que hace operar el complejo en caso de un corte de energía eléctrica.
Respecto a lo que ocurrió en semanas anteriores, cuando una falla de la Comisión Federal de Electricidad (CFE) provocó que la región se quedara sin energía y el mechón se prendiera hasta alcanzar llamas de varios metros de altura, los interlocutores explicaron que el mechón es un método de seguridad. “Si ven el mechón encendido es que las cosas están bien, pues es un método de control”.
En esos días se manejó que la petroquímica podría explotar como ocurrió en Pajaritos, una herida reciente en la zona industrial del sur de Veracruz. Los brasileños aseguran que Braskem–Idesa se trata de la planta más moderna de América Latina, con cosas que “sólo habíamos visto en libros”, con un sistema de monitoreo remoto y una de las más avanzadas del mundo.
Pero, en resumen, la razón principal por la que aseguran que el complejo no estallará como Pajaritos es “porque hay muchos millones invertidos”. Ninguna empresa privada habría invertido más de 100 mil millones de pesos para ver su dinero desaparecer.
Sin embargo, la zozobra entre los habitantes de la región persiste después del suceso de Pajaritos el pasado 20 de abril, cada vez que se prende el mechón y el cielo se tiñe de rojo en un área en donde las nubes de compuestos químicos arrojados a la atmósfera jamás dejan ver el cielo.