A 16 años, la herida de la gran inundación no sana en Agua Dulce

​Un año antes de la inundación que arrasó a la ciudad de Agua Dulce, Adalberto Cózar Cundapi llamó la atención del entonces gobernador del estado, Miguel Alemán Velasco. El hidrómilo, en un oficio advertía la necesidad de dragar el arroyo “Agua Dulce”; el documento fue contestado hasta mayo del 2000, cuatro meses antes de la tragedia, pero nunca se materializaron las acciones de limpieza y desazolve del arroyo. 

Entonces, el 28 de septiembre del año 2000, vino el agua y “se llevó” el patrimonio de cientos de habitantes, las ilusiones, el trabajo, la tranquilidad… Una herida que hasta la fecha permea en el sueño en noches de lluvia; una de la que, a pesar de que han pasado 16 años, la economía hidrómila nunca se pudo recuperar.

Adalberto Cózar, activista social ampliamente conocido en el municipio, habitante de la colonia Kilómetro Dos, recuerda aquella madrugada en la que el arroyo ascendió a más de 10 metros: “Vi una pared de agua que bajaba hacia la colonia, pues el Kilómetro Dos es la que recibe al arroyo; Agua Dulce se inundó en media hora”.

Efectivamente para las 02:30 horas de la mañana ya se había desatado la crisis en la ciudad; a diferencia de las crecientes normales, el agua aumentó su nivel de forma impresionante, hasta el grado de que tapó autobuses y primeros pisos. La madrugada del 28 de septiembre fue, para miles de hidrómilos, la más triste noche de sus vidas.

“En la colonia Puebla hay casas desechas que el Gobierno ya no recuerda, pero la economía sí. A 16 años Agua Dulce no se ha podido recuperar, ni olvidar”, sentencia el entrevistado, quien montó un periódico mural con su archivo personal fotográfico en el que queda la indudable muestra del desastre natural.

A pesar de los daños millonarios, Miguel Alemán declaró una semana después que no era “tan grave lo sucedido en Agua Dulce”, según quedó asentado en periódicos regionales. Para los habitantes de esta ciudad no quedó de otra que volver a empezar, ante el olvido de las autoridades estatales.

La inundación del año 2000 provocó tristes episodios en la ciudad como el aumento desmedido de precios de la canasta básica y el lucro a costa de la tragedia; no obstante, también sacó lo mejor de muchos ciudadanos, héroes anónimos que salvaron vidas o que compartieron techos, alimentos y cobijas.

Una de aquellas historias olvidadas ocurrió frente a la glorieta de Benito Juárez. Un hombre se refugió en lo alto de una pequeña marquesina de concreto, sobre el acceso principal de la secundaria. Un niño estaba cerca de ahogarse porque tenía amarrados a los pies un par de cerdos. Con esfuerzo, el hombre logró liberar al pequeño; los cerdos se ahogaron, pero el niño salvó la vida.

Agua Dulce no ha vuelto a vivir una contingencia como la de hace 16 años, sin embargo, las promesas del Gobierno estatal de que “Agua Dulce no se va a volver a inundar en 100 años” tampoco se han cumplido. De ese tiempo a la fecha se han reportado numerosas crecientes e inundaciones menores; tan sólo en la actual administración se contabilizan dos.

Adalberto Cózar se pregunta si, de haber hecho caso Miguel Alemán Valdés a la petición de dragado del arroyo cuando lo advirtió 1 año antes, el panorama para la ciudad habría sido distinto. Lo cierto es que también influyó la construcción de una carretera, cerca del kilómetro 16 de la Costera del Golfo, justo donde nace el arroyo que cruza Agua Dulce y desemboca al río Tonalá. Se dice que se formó una represa y que todo ese volumen de agua terminó en el afluente.

Lo cierto es que la tranquilidad aún no se logra asentar del todo entre los habitantes. Basta con que empiece a llover fuertemente para que se remuevan los sentimientos, inicie el acarreo de objetos a las partes altas y una mirada al cielo para que ese pequeño y engañoso arroyo no se lleve lo poco que queda.​