Hillary Clinton y Donald Trump, candidatos a la presidencia de los Estados Unidos, no sólo tienen millones de seguidores y han dividido al electorado sino que también se han vuelto motivo de un arte en ascenso: los tatuajes.
Hillary Clinton y Donald Trump, candidatos a la presidencia de los Estados Unidos, no sólo tienen millones de seguidores y han dividido al electorado sino que también se han vuelto motivo de un arte en ascenso: los tatuajes.
La ciudadanía estadounidense está ampliamente politizada, casi que raya en el fanatismo político. Además, es una sociedad en la que la cultura del tatuaje pareciera ir en ascenso en los últimos años. Pues, si uno suma estos dos factores, haciendo una amalgama de ambas tendencias, nada raro resulta pensar que muchos estadounidenses tengan una afición por grabar en su piel a algún personaje de la vida política de ese país, como en el caso de la demócrata Hillary Clinton y del republicano Donald Trump.
A lo largo de los años y de varias elecciones presidenciales, el pueblo estadounidense ha venido conmemorando y eternizando a sus candidatos en un lienzo bastante peculiar: su propia piel. Esta forma de apoyo es una tendencia que no pareciera claudicar, ya que este año diversos medios han compartido imágenes en las que se observa esta clase de comportamiento.
Imagínese lo mismo en México. ¿Se haría usted un tatuaje de Enrique Peña Nieto o de Andrés Manuel López Obrador? Quizá como está de moda muchos pedirían un Duarte en blanco y negro, o por qué no, al nuevo presidenciable poblano, el Gobernador Rafael Moreno Valle Rosas.
Como sea, cada quien es libre de expresarse a gusto, claro está, mientras no agravie a los demás. Sólo que portar un tatuaje con la cara de algún político, el que sea, puede ser muy riesgoso, ya que no siempre, pero muy seguido, terminan por decepcionar, y si no, por dividir opiniones y generar polémica. Sólo esperemos que esta tendencia no llegue a México, pues es fácil imaginar que a uno le clausuren una porción del cuerpo por portar publicidad desleal como parte de una campaña política fuera de tiempo.
… Sólo esperemos que los individuos que se tatuaron a Donald Trump, el día de mañana, no pasen a formar parte del 14 por ciento que tiende a arrepentirse de su obra de arte. Lo mismo para las demás figuras políticas que han quedado inmortalizadas en cuero.