El primer ministro belga anuncia que ha logrado un texto de consenso con la región de Valonia
El primer ministro belga anuncia que ha logrado un texto de consenso con la región de Valonia
Tras un largo tira y afloja y las inevitables dosis de dramatismo, Bélgica ha alcanzado un acuerdo que permite desbloquear el pacto comercial de la UE con Canadá, conocido como CETA. Los Parlamentos regionales deben aún dar luz verde entre el viernes y el sábado, pero el primer ministro belga, Charles Michel, ha asegurado a la prensa que los líderes regionales y el Ejecutivo federal han pactado un nuevo texto que permite disipar las principales preocupaciones, acerca de las importaciones agrícolas y sobre los tribunales de arbitraje que dirimen los contenciosos entre empresas y Estados.
"Es un acuerdo muy importante para las empresas, para la actividad económica y para Bélgica. Un pacto que vale 12.000 millones de euros", ha explicado Michel.
Tras una sucesión de ultimátums, el bloqueo del Gobierno valón ha obligado esta mañana a desconvocar la cumbre UE-Canadá, prevista para hoy jueves, en la que tenía que firmarse el pacto. Apenas un par de horas después llegaba la fumata blanca, aunque el proceso no está cerrado. El acuerdo político en Bélgica exige ahora varios pasos adicionales: en primer lugar, el voto de los Parlamentos de las cinco regiones belgas; y, después, la aquiescencia del resto de socios de la UE, que deben dar el visto bueno a las exigencias de los belgas. El primer ministro canadiense, el liberal Justin Trudeau, estaba listo para viajar hoy a Bruselas, pero finalmente decidió quedarse en tierra. No hay aún fecha para la próxima cumbre.
Valonia llevaba días negándose a firmar, pero finalmente lo hizo tras una larga noche de negociación, que seguía a una semana intensa en la que se han mezclado asuntos técnicos con fricciones propias de la política interna belga. Los valones reclamaban que el acuerdo para la aplicación provisional del pacto no impidiera más tarde bloquear el proceso —lo mismo que exigió el Constitucional alemán hace unos días—, y la posibilidad de retirar el CETA después de la ratificación. La pequeña región francófona, con apenas 3,5 millones de habitantes, exigía garantías sobre el tribunal de arbitraje para convertirlo en una especie de corte internacional que dirima las disputas comerciales entre multinacionales y Estados, además de protección para sus agricultores y concesiones en el sector asegurador (las mutuas belgas).
La mayoría de esos capítulos estaban ya incluidos en una declaración con valor legal acordada desde hace días, pero que se ha ido puliendo desde el punto de vista legal. Más allá de esas exigencias, los analistas vinculan el bloqueo de los últimos días a problemas internos relacionados con la política belga, con dos comunidades lingüísticas (flamencos y valones) que se dan la espalda y una de ellas, Valonia, en franco declive industrial. El ministro presidente valón, Paul Magnette, ha hecho de ese bloqueo una batalla política contra el Gobierno federal de Michel y ha conseguido reforzar su liderazgo. "Valonia es extremadamente feliz porque sus exigencias han sido escuchadas", ha asegurado este jueves Magnette. Estaba en juego "el mundo en el que queremos vivir", ha añadido rimbombante.
Las dificultades para aprobar el CETA, sin embargo, son solo un aperitivo de lo que puede suceder con el TTIP, el tratado comercial entre la UE y Estados Unidos, y en las negociaciones con Reino Unido para salir de la Unión. La fe en la capacidad socializadora del comercio para evitar guerras es uno de los principios fundacionales de la UE. En plena crisis existencial, el no valón ha puesto en tela de juicio la política comercial europea, una de las enseñas del club. El desbloqueo aclara el panorama, pero Bruselas es consciente de que nada será fácil desde ahora en ninguno de los pactos comerciales que tiene en la recámara.