Cumple un año explosión en bodega, no hay justicia

​Un año ha pasado desde la madrugada en la que la ciudad de Agua Dulce se estremeció y las nubes se tiñeron de carmín debido al reflejo de las lenguas de fuego provenientes de la bodega del Grupo Modelo. 

En todo este tiempo, después de cientos de miles de pesos en pérdidas materiales y una vida extinta, las investigaciones permanecen abiertas, pero ninguna de las partes involucradas ha hecho presión para dar una explicación. A un año, todavía hay fuertes dudas sobre qué exactamente ocurrió aquella madrugada de domingo en la que el infierno cobró vida por más de 8 horas.

La explosión

Cerca de las 03:00 horas del domingo 6 de diciembre, una onda expansiva cimbró a toda la ciudad de Agua Dulce e incluso se percibió a más de 20 kilómetros a la redonda, en algunos ejidos y poblados afuera de la ciudad.

Minutos más tarde, las sirenas de ambulancias, patrullas y unidades de Bomberos y Protección Civil cortaron la tranquilidad de la noche, mientras decenas de pobladores veían con asombro cómo el fuego se levantaba a través de boquetes en el techo de la bodega cervecera ubicada en plena avenida Francisco I. Madero.

La onda de choque causó daños materiales a las casas alrededor del lugar del siniestro: vidrios rotos, hasta láminas removidas de su lugar como si fueran de juguete. Pero el impacto inicial, el miedo, sólo fue sustituido por uno más grande: las llamas crujían con rabia y reventaban botellas, consumían cartón y desbarataban el techo de madera y láminas de la bodega de poco más de 6 mil metros cuadrados.

Apenas una hora antes de que sucediera la explosión e iniciara el incendio, trabajadores de la cervecería habían celebrado un convivio en el lugar. Ahora, cajas de cerveza Corona, Victoria, Modelo y Negra Modelo se consumían sin remedio, mientras que los ciudadanos se preguntaban qué había pasado.

A las 03:30 horas de la mañana se logró controlar levemente el incendio. Las puertas metálicas de la bodega se abrieron para sacar vehículos e incluso tanques de acetileno, usados para soldaduras portátiles, mientras el ocho personas del Contraincendios de Petróleos Mexicanos (PEMEX) trabajaban arduamente junto con una decena de trabajadores de Protección Civil y dos Bomberos Municipales.

El desabasto de agua causó que, poco después, las llamas se reavivaran cuando se creía haber apagado el incendio. El cartón y el alcohol eran combustible perfecto, mientras las pipas se vaciaron con rapidez. En total se necesitarían 100 mil litros de agua y más de 8 horas de trabajo. No fue sino hasta las 11 de la mañana cuando finalmente la última brasa se extinguió.

Juventino Triana

Juventino Triana Zavala era trabajador de la empresa cervecera y había estado en el convivio horas antes de la tragedia. No obstante, de acuerdo con su padre, el señor Juventino Triana Méndez, el joven había regresado a su casa en la calle Limones, de la colonia 1005, a dejar su esposa porque tenía que regresar con el encargado hasta la bodega.

El entrevistado relataría en aquel entonces que Juventino no estaba a gusto con su trabajo, pues “había tenido problemas con el encargado”, pero quería esperar a que terminara el 2015 debido a que le ofrecían seguridad social y necesitaba el servicio médico para su hijo, de entonces 11 meses.

Según Juventino y el encargado iban a acomodar los camiones que se habían sacado para hacer un espacio para el festejo decembrino, no obstante, su compañero logró salir de la bodega antes de explosión, mientras que el muchacho de 25 años se quedó dentro.

Dos días después de la explosión, el martes por la noche, después no saber de él, su cuerpo fue encontrado calcinado entre cajas de cerveza y pedazos del techo. El muchacho estaba irreconocible.

365 días después

Hasta el día de hoy no se han aclarado las razones por las que Juventino regresó a la bodega o qué detonó la explosión y la voracidad del fuego. La familia del joven, que exigía justicia durante su funeral, actualmente se niega a hablar del caso, pues señala “que las heridas siguen abiertas”. El señor Juventino Méndez, el único que habló tras la muerte de su hijo, se ha puesto muy enfermo a raíz de los sucedido.

En la Fiscalía General del Estado (FGE) se dice que el caso “nunca se resolvió el caso porque no hubo presión por nadie”. Primero, los agentes de la región esperaron la llegada de peritos especializados en explosivos, provenientes de la ciudad de Xalapa, pues en una primera inspección jamás se encontró un tanque que hubiera iniciado la explosión. Pero el personal de la capital del estado jamás llegó a Agua Dulce.

Fuentes ministeriales expusieron, a un año de la tragedia, que la empresa nunca hizo presión para investigar el caso, a pesar de las millonarias pérdidas, mientras que la familia del finado dejó de  exigir justicia debido a que la cervecera fue responsable de los gastos funerarios y de compensaciones económicas.

Algunas de las líneas que se manejan desde entonces —intentando explicar qué sucedió supuestamente— son las siguientes: se dijo que, presuntamente, el incendio fue provocado por algún miembro de la empresa para justificar un fuerte faltante de dinero y borrar las evidencias. Otra versión establece que sólo fue un accidente, pues se quedó adentro el tanque de gas usado en la posada. Muy similar a esa historia, existe la idea de que un equipo de soldadura fue el que causó la explosión. Sobre la chispa que detonó el incendio, se manejó la idea de que el joven se quedara dormido con un cigarro, “esa es la versión de la gente”.

Lo que sea que en realidad sucediera, hasta la fecha no se ha justificado la magnitud de la explosión que despertó a media ciudad de Agua Dulce. La familia se niega a hablar, la empresa, a que investiguen. La bodega permaneció cerrada, intacta, durante meses hasta que un día, durante agosto de 2016, fue limpiada; aunque no ha sido reconstruida, la escena quedó borrada para siempre, como la sonrisa de Juventino, quien se llevó consigo a la tumba la verdad de los últimos minutos antes de que la noche se tiñera de rojo fuego.