A 14 años de la gran 'inundación, Agua Dulce sigue sin recuperarse

La noche del 27 de septiembre del 2000 llovía copiosamente. Aunque la cantidad de agua que se precipitó era intensa, expertos indican que no era tal como para una inundación de las magnitudes que se vivió ese aquel día en Agua Dulce y que dañó la economía de raíz, misma que hasta la fecha no se puede recuperar de tal golpe.

 

Son diferentes las voces y las versiones, pero muchas apuntan a que durante ese tiempo que se construía la carretera federal, se formaron especies de represas y la presión del agua terminó por romper las barreras y desembocar en el cauce del Aguadulcita.

 

Por esa razón, a las 03:00 de la mañana, la sentencia ya estaba dada: Agua Dulce se inundaría. En cuestión de horas, el agua alcanzó un nivel nunca antes visto, de casi dos metros encima del nivel de desbordamiento.

 

 El puente “Abulón” de aquel entonces, que era de pavimento y tubos, colapsó por la cantidad de basura —palotada, le llaman— y troncos que se acumularon y presionaron en las bases.

 

Autos, casas, comercios, escuelas, clínicas... Pocas zonas se lograron salvar del tormento del agua. Hubo quienes perdieron sus comercios totalmente, otros, sus casas. En el peor de los casos, ambas cosas. Ese día, Agua Dulce lloró.

 

14 años no son suficientes.-
A más de una década del peor desastre natural que viviera la población hidrómila, la economía de la ciudad continúa sin poder restablecerse, pues los comerciantes aseguran que el daño fue crítico.

 

La contadora Guadalupe Palma de la Cruz, presidenta de la Cámara de Comercio de Agua Dulce, recuerda el impacto que fue cuando por la tarde de aquel 28 de septiembre notó cómo todo su patrimonio había sido destruido; la misma sensación, simultáneamente, la tuvieron miles de personas.

 

“Faltaban como 30 centímetros para que el agua rebasara totalmente al local. Todo se echó a perder; no hubo nada que se salvara, nada. Pero llorando no se resuelve nada, así que no hubo de otra que volver a empezar”. Como ella, casi a totalidad de los comercios no estaban asegurados, de modo que no hubo quien pudiera respaldar su inversión.

El sector papelero, uno de los más importantes en Agua Dulce, mantenía un auge constante durante la década de los 90’s y varios negocios locales incluso tenían la oportunidad de mantener una bodega con mercancía; durante el mes de septiembre, período principal para los papeleros, las bodegas estaban llenas.

 

"Ahora eso ya no se puede. Porque la economía no se ha podido recuperar y porque vivimos con miedo de que eso vuelva a suceder”, confiesa la contadora. En aquel entonces —como ahora—, el apoyo del Gobierno fue lento y la única ayuda para quienes perdieron todo fueron préstamos del “Fondo Perdido” del INADEN, que oscilaban en 30 mil pesos con intereses del 12% anual.

Hubo quienes no tuvieron la capacidad para pagar el préstamo, que ya con intereses ascendía a 33,600 pesos, además de que tal cantidad realmente fue mínima para que los comerciantes volvieran a empezar, considerando que la mayoría sufrió pérdidas totales calculadas hasta en cifras de seis dígitos.

 

“Muchos comercios cerraron en aquel entonces”, recuerda la titular de la Canaco local, con un cierto tono de melancolía.

 

Agua Dulce vive con temor.-
Por la tarde del 28 de septiembre, el agua había bajado considerablemente, aunque el nivel del río seguía siendo crítico y las zonas bajas permanecían encharcadas. Pero el daño ya estaba hecho. Para la población de Agua Dulce, nada volvió a ser igual desde aquel día.

 

Catorce años podrían parecer suficientes, sin embargo, los habitantes duermen con el temor de que la situación se repita, especialmente porque saben que el afluente que atraviesa la ciudad es un cauce de respuesta rápida: así como en cuestión de horas el agua fluye y baja de nivel, en pocas horas aumenta.

 

“Todos estamos ‘con el Jesús en la boca’ y con la precaución de intentar no endeudarnos por si vuelve a suceder”, narran comerciantes afectados. Desde entonces, la gran mayoría de los empresarios de antaño bajaron sus cortinas, de modo que actualmente apenas un 20% de los locales del primer cuadro de la ciudad corresponden a empresas que existían desde hace dos décadas.

A pesar de que en pasadas administraciones se invirtieron millones en la creación de una trampa de arena, para evitar que el río se azolvara e impidiera el correcto flujo de agua por el cauce, de nada sirve la obra, pues estas tampoco han recibido el mantenimiento adecuad y pone en riesgo a la población.

 

¿Cuándo piensa desazolvar?.-
“Vivimos con la incertidumbre e inquietud de que no se ha desazolvado el río Aguadulcita”, señala Mario Espinosa Ríos, presidente de la Asociación Ganadera de Agua Dulce.

 

El líder ganadero también comenta que casi medio centenar de socios ganaderos en aquel entonces resultaron afectados por la crecida del afluente y, desde entonces, tampoco han podido recuperar el hato que mantenían.

 

“No tenían dónde meter el ganado y muchas vacas se ahogaron”, narra el representante de los ganaderos hidrómilos. Algunos de ellos, inscritos en el PROGAN, contaban con un fondo de aseguramiento para el ganado en caso de desastres, no obstante, las cantidades que recibieron estaban muy por debajo de lo necesario para volver a empezar.

 

Espinosa Ríos cuenta que antes existían varios ‘brazos’ del río Aguadulcita, que permitían que una gran cantidad de agua desembocara a través de ellos, sin embargo, estos se fueron azolvando y terminaron tapándose, de modo que toda la corriente terminó concentrándose en el cauce principal, que es el que cruza la ciudad.