Crónica de la fuerte explosión en Coatza

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La tragedia se repitió 25 años después. Una explosión en la planta Clorados III cimbró de nuevo ssa Coatzacoalcos.

“En cuestión de segundos aventó una fumarola el área de las calderas, como a las 3:10, como a los 15 minutos se sintió una ola expansiva de un kilómetro y medio”,  dijo uno de los sobrevivientes.

Los trabajadores de Petróleos Mexicanos (Pemex) y de varias empresas contratistas apenas regresaban de su hora de comida.

Había más de mil personas, varias se desmayaron, otras corrieron y algunas más ayudaron a los que pudieron.

“Yo auxilié como a dos o tres personas que traían rota la cabeza en la parte de atrás como unas dos o tres pulgadas y sangre aquí en frente, otras desmayadas y en shock, ayudamos a los que pudimos. Había gente tirada”, agregó el testigo.

Sin embargo, no todos lograron salir. “Le estoy marcando a un amigo y no me contesta, manda a buzón”, lamentó el entrevistado que se encontraba a espaldas del incendio que consumía las instalaciones de lo que ahora se conoce como Petroquímica Mexicana de Vinilo (PMV).

Otras personas estaban desesperadas, no sabían a donde llevaban a sus amigos y familiares.

“Vine a ver porque tengo dos hijos trabajando aquí, estoy viendo que están saliendo las ambulancias, pero no están diciendo a donde están llevando los heridos”, expresó un padre de familia que buscaba respuestas en la glorieta frente al complejo Pajaritos.

Ambulancias iban y venían, los policías y los agentes de tránsito cerraban el camino hacia el punto del siniestro. Primero en el puente Caracol, luego en el puente Coatzacoalcos I y más tarde en el acceso al complejo Pajaritos.

Rescatistas y reporteros corrían hacia el sitio del que emanaba una enorme columna de humo, que produjo una nube que cubrió gran parte de Coatzacoalcos y causó molestias en la garganta de varias personas.

Las ambulancias seguían llegando, otras más salían a gran velocidad hacia el hospital 36 del Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS), otras hacia el Valentín Gómez Farías.

El secretario de seguridad Pública, Arturo Bermúdez Zurita, aparecía en el lugar de los hechos. Iba al volante de una patrulla que coordinaba la evacuación.

Los trabajadores salían a bordo de unidades de la Secretaría de Seguridad Pública (SSP).

De un momento a otro, la orden de los soldados fue contundente ¡evacúen! ¡evacúen, va a haber otra explosión!.

Policías, reporteros, rescatistas  y trabajadores huyeron de las afueras del complejo petroquímico.

En el camino se cayeron teléfonos celulares, las personas abordaron los vehículos sin importar el conductor y escaparon a toda velocidad.

Sin embargo, un grupo se detuvo metros adelante al tiempo en que las autoridades insistían en que había que evacuar el lugar.

En las inmediaciones del hospital 36 del IMSS el panorama era de incertidumbre. Decenas de personas consultaban tres pliegos de cartulinas en los que habían nombres color negro, los rojos ya habían sido dados de alta, pero apenas eran dos contra más de 60.

Los enfermeros y médicos aguardaban en la entrada a urgencias, había sillas de ruedas, camillas y todo para atender a los sobrevivientes de la tragedia.

Desesperadas, las personas pedían información pero ni los periodistas habían podido obtener algún dato oficial directamente de las autoridades.

Si acaso, Pemex empezaba a dar cuenta de lo sucedido a través de su Twitter. El gobernador Javier Duarte de Ochoa hacía lo propio, pero para ellos todo estaba bajo control.

Alrededor de las 19:30 horas arribó el gobernador Javier Duarte de Ochoa a la sala de cabildo del ayuntamiento de Coatzacoalcos.

El mandatario proporcionó los primeros datos oficiales a la prensa local, no sin antes dar los pormenores en cadena nacional.

Dos horas después, el director general de Pemex, José Antonio González Anaya, citaba a conferencia de prensa en el edificio inteligente.

Ahí, con ayuda de sus subordinados el oriundo de Coatzacoalcos reiteraba que no había información clara y que no iba a especular. Sólo prometía investigar, aclaraba que ya no había riesgo para la población y advertía que la cifra de muertos podría incrementar.

Nada alentador el mensaje del funcionario federal, quien apelaba al uso correcto de las redes sociales para no entrar en pánico.

Pero ya era demasiado tarde, por todos lados circulaban imágenes de la explosión, trabajadores heridos y algunos incluso muertos.

La tragedia se repetía y no faltó quien publicara los videos de la explosión de Clorados III en 1991, algo que se repite 25 años después.

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