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Mussio Cárdenas Arellano

Informe Rojo

Veracruz en ruinas

17/11/2011 05:03 p.m.
* Soslaya Javier Duarte la realidad  * Veracruz, violento, quebrado y socialmente destruido  * El Peje con piel de oveja  * Guízar no podrá ser designado candidato del PAN  * Evenement factura 400 mil mensuales al Ayuntamiento  * Lady Gaga y las damas del DIF  * Del historial de Pulgoso Lagunes: denuncia por difamación  * Sotavento Diario dejó de circular
 
Brutalmente violento, quebradas sus finanzas, socialmente destruido, Veracruz no es el paraíso que el gobernador Javier Duarte de Ochoa pretende pintar.

Ajeno a la realidad, sin un ápice de autocrítica, usó su primer informe de gobierno —el mensaje a la sociedad— para el recuento estéril de éxitos intangibles, fantasiosos, espejismo puro, danza mareadora de cifras, y dejó intocado el estado en ruinas, herencia de su mentor Fidel Herrera Beltrán, de cuyo régimen fue cómplice en la debacle económica desde la Secretaría de Finanzas, en la que diseñó las políticas erróneas que pulverizaron las estructuras sociales de Veracruz.

No hubo para Javier Duarte espacio para la reflexión genuina. Tejió una maraña de sofismas, cuidadoso de no testerear al gobierno anterior; incapaz de aportar elementos de juicio que expliquen la tragedia de Veracruz, pero sobre todo, que identifiquen a la banda delincuencial que hurtó los recursos de los veracruzanos y canceló el futuro y sus posibilidades de desarrollo.

Fue Duarte un prestigitador de la palabra. Abordó el tema crucial de Veracruz: la violencia provocada por el crimen organizado, pero le faltaron tamaños para identificar a quien desde las instituciones permitió el crecimiento de los Zetas, grupos de secuestradores, plagiarios de migrantes, robacarros, extorsionadores, en un sexenio de locura y traición a los intereses de la sociedad. No se atrevió a pronunciar su nombre: Fidel Herrera Beltrán.

Desperdició palabras para advertir logros sesgados. Ufano, se vanaglorió de su fracaso: entregó la seguridad pública al gobierno federal, la creación del mando único en el operativo Veracruz Seguro, tácito reconocimiento de su incapacidad para enfrentar al crimen organizado, no el que es de índole federal, sino el que es responsabilidad del fuero común.

Discurso sin lógica, palabras necias, Javier Duarte exaltó el régimen de libertades y el respeto a los derechos humanos, escenario de la ley como columna vertebral del régimen de justicia. Falso. Su policía y el Ejército Mexicano se hallan involucrados en el crimen de tres ciudadanos inocentes, en El Lencero, a quienes el propio gobernador de Veracruz categorizó como delincuentes y luego el aparato de poder los definió como “sicarios”.

Interpuesta la denuncia por los familiares, justamente indignados, la actuación de la Procuraduría ha sido propia de rufianes. No sólo encubren a los criminales con uniforme, torturadores, asesinos profesionales, sino que intimidan, amenazan para obligar a que los cargos sean retirados.
Su policía, la policía de la capital veracruzana, Xalapa, fue desmantelada por sus vínculos con el narcotráfico, y las policías de toda la entidad están infiltradas por el crimen organizado.

Enmudeció Duarte ante dos hechos que le dieron fama —mala fama— mundial: la represión a los tuiteros María de Jesus Bravo Pagola y Gilberto Martínez Vera, y los 35 cuerpos arrojados en la zona turística de Boca del Río, seguidos de una oleada de crimenes, cuerpos mutilados, huellas de estrangulamiento, mensajes amenazantes.

Enredado en versiones a las que no debió aludir, Duarte dio crédito a la coartada del ex procurador Reynaldo Escobar Pérez: todos, los 35 ejecutados, tenían antecedentes penales. Falso. Eran, en su mayoría, inocentes plagiados por narcotraficantes.

Semana con semana, previo al operativo Veracruz Seguro, ocurrían eventos de violencia: enfrentamientos entre bandas de sicarios, plagios, choques con la Marina y el Ejército, y el granadazo a las puertas del Acuario de Veracruz, que convirtió las vacaciones de una familia turista en tragedia y muerte.

Escenario brutal, violento, no se creó de manera espontánea. Fue el sexenio de Fidel Herrera Beltrán, del que formó parte Javier Duarte, el que sentó las bases para erigir el santuario Zeta. Operaban las policías estatales y municipales con disimulo, estáticas, cómplices, frente al avance del crimen organizado.

Eran los días en que la prensa fidelista acataba la línea oficial: no informar sobre aquello en que hubiera participación de zetas, ni siquiera mencionar su existencia.
“Estas expresiones de violencia nos llenan de indignación y nos obligan a actuar con firmeza. En Veracruz combatimos al crimen de frente”, dice ahora Duarte de Ochoa.

Sin embargo, no combate, ni señala, ni alude siquiera, a quienes desde las instituciones generaron las condiciones de violencia, arrendado el territorio veracruzano como corredor de droga.

Igualmente indulgente, el gobernador Duarte fue evasivo con la quiebra de Veracruz. Halló, condiciones extremadamente difíciles para hacer viables las finanzas estatales, dijo. Pero tampoco señaló a los causantes de la debacle.

Con una deuda de 35 mil millones de pesos cuando asumió la gubernatura, admitida así en el Plan Veracruzano de Desarrollo, Javier Duarte fue el artífice del caos. Diseñó la bursatilización, su engendro financiero, y suscribió los créditos bancarios que paulatinamente fueron ahogando al estado.

Su mensaje no tocó la gravedad del tema. Habló el gobernador de reestructuración financiera; de nuevos esquemas administrativos; de ahorro del gasto; de pago de deuda. Nada dijo, sin embargo, del desenfreno y el misterioso destino de miles de millones de pesos que el sultán del Golfo, Fidel Herrera, tuvo en sus manos y simplemente, desapareció.

Corresponsable de la quiebra financiera de Veracruz, Javier Duarte da vuelta a la hoja, deja intocado el manejo sospechoso de los recursos públicos, la desaparición de créditos por miles de millones de pesos; préstamos del Instituto de Pensiones del Estado a Fidel Herrera Beltrán, acusación pública y reflejada en la prensa estatal, que no ha merecido una réplica, desmentido o confirmación por parte de gobernador.

Cómplice de la violencia y de la debacle financiera, Javier Duarte usa la tragedia social como arma de campaña política. Si antes fue la fidelidad el eje de las acciones de gobierno, ahora lo es Adelante, lema electoral priísta cuando buscaba la gubernatura y programa social con el que integra un ejército de votantes para el proceso 2012.

Populista, manofloja, dice el gobernador de Veracruz que Adelante lleva pisos, techos, becas, escuelas, servicios de salud a los veracruzanos. Siniestra lógica la de Javier Duarte: primero los medio mato de hambre y luego les llevo migajas para mitigársela.

Como el avestruz, Duarte entierra la cabeza. Imagina que nada ocurre mientras Veracruz se le deshace en las manos.
Su informe no es informe. Es el maquillaje del caos financiero, social y de la crisis de seguridad que ahoga a Veracruz.
Su primer año de gobierno fue un ensayo, un mal ensayo.
Construye el edificio de la prosperidad, sin cimientos, sin autoridad moral, sin respaldo social.

Sabedor de todo, optó el gobernador por darle la espalda a los veracruzanos, encubrir a los cómplices y cancelar el futuro.

Misión cumplida.
Para eso está ahí.
¡Aplausos!
 
Archivo muerto
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