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Mussio Cárdenas Arellano

Informe Rojo

La victimización de Josefina

14/02/2012 02:56 p.m.
* ¿Cuántos millones en efectivo ha movido Duarte clandestinamente?  * Caballero, precandidato a diputado por Coatza  * Patricia Peña, la suplente incómoda  * El atentado a Chiquiyunes  * La pista de Julen
 
 
Quizá sin proponérselo, sus adversarios y, sobre todo sus detractores, le han confeccionado a Josefina Vázquez Mota un traje de víctima a la medida de lo que la panista requiere para enfrascarse en la lucha por la Presidencia de México.

Mujer polémica, rollera hasta el hartazgo, embaucadora de incautos, representa, si acaso, lo menos peor de la tríada de aspirantes, junto con Ernesto Cordero Arroyo y Santiago Creel Miranda, a la candidatura del Partido Acción Nacional. Aún así, de los tres no se hacía uno.

Josefina Vázquez Mota es una fanática de la adulación. La describe, como nadie, don Julio Scherer García, fundador de la revista Proceso, en su libro “Historias de muerte y corrupción”, en el cual retrata el don de la señora para construir anécdotas plagadas de fantasía, palabrería hueca, espejismo retórico, con el único fin de darle a los oídos de su interlocutor lo que desea escuchar. O sea, es una maestra de la mentira.

Egresada de la élite empresarial, le precede un pasado de ultraderecha, nada que ver con su tránsito por la Secretaría de Desarrollo Social en el régimen de Vicente Fox, a no ser la manipulación de los programas destinados a abatir la pobreza y la marginación.

Lo que no se puede negar es su habilidad para diseñar estrategias políticas de alto impacto. Tuvo a su cargo el reposicionamiento de la imagen de Felipe Calderón Hinojosa, en 2006, y del tercer lugar en campaña lo llevó a la Presidencia de México, así haya sido con el favor de los gobernadores priístas que canjearon el voto de su candidato Madrazo a cambio de incrustar sus diputados en el Congreso Federal.
Cuando pronunció su discurso, una vez consumado el triunfo en la elección interna del PAN, lanzó un dardo que sabía que habría de provocar múltiples reacciones. Clasificó al priísta Enrique Peña Nieto como el enemigo a vencer y, a la par, desdeñó cualquier referencia al candidato de las izquierdas, Andrés Manuel López Obrador.

Sabía doña Josefina que así polarizaba la elección; que el electorado fijaría su atención en el PRI y en el PAN; que dejaba en el olvido al Peje, y que en cuestión de días se cerraría la brecha entre ambos partidos. Así fue.

Aquella noche del 5 de febrero, el despliegue informativo mostraba a Josefina Vázquez Mota en su faceta de ganadora de la elección interna, pero la cobertura y la sensación generada entre la opinión pública iba más allá: proyectaba la imagen de quien gana la Presidencia.

Horas después, el PRI captó el sentido del ataque de Josefina Vázquez Mota al Gel Boy. La descalificó e inició la polémica. PRI y PAN caminaban francos, solos, sin compartir el circo, cómplices en el mercado de los votos.

Menospreciado por sus adversarios, Andrés Manuel López Obrador intentó treparse al carruaje la controversia. Expresó que ya la había padecido cuando en 2006 Vázquez Mtoa manipuló los programas de SEDESOL para consumar el fraude a favor de Felipe Calderón. Nadie, sin embargo, le hizo mayor eco y la candidata panista eludió cualquier respuesta.

Polarizadas, las precampañas tienen dos extremos: PRI y PAN. La intención de voto muestra a un PRI a la baja y a la propuesta panista remontando. El Peje se mantiene, pese a evitar confrontarse con el jefe de gobierno del DF, Marcelo Ebrard y al apoyo tardío de Cuauhtémoc Cárdenas, su 18 por ciento.
En otro frente, los detractores de la candidata, priístas y perredistas, han gestado una guerra de lodo en redes sociales, correos electrónicos y videos en el portal Youtube.com. Se usan los argumentos de Ernesto Cordero, evidenciando que Josefina Vázquez Mota no acudía a las sesiones en la Cámara de Diputados cuando era coordinadora de la fracción panista, ni votaba las iniciativas cruciales.
 
Se muestra la entrevista en que la candidata panista prácticamente se quedó dormida y respondía incoherencias. Se le categoriza como una alcohólica, adornada con fotografías que la ridiculizan.

Son síntomas de una guerra sucia en ciernes, similar a la que sufrió Andrés Manuel López Obrador en 2006 y que los perredistas, todavía dolidos, sugieren que fue lo que provocó su desplome.

Quizá no atinen, priístas y perredistas, a entender que el ataque a Josefina Vázquez Mota la sitúa bajo la luz de los reflectores; que en política, golpe que no mata, fortalece, y que victimizarse genera dividendos.

Mientras, entre claroscuros, medias verdades y medias mentiras, doña Jose prosigue con su rollo mareador.
 
Archivo muerto
 
Inverosímil su historia, sin credibilidad su palabra, Javier Duarte de Ochoa no sólo no pudo explicar de manera convincente qué diablos hacían 25 millones de pesos en efectivo en manos de sus empleados cuando la Procuraduría General de la República los detectó en el aeropuerto de Toluca y los decomisó, sino que ha abierto la sospecha de que aquel paquete políticamente explosivo era el último de una serie de movimientos cash con destino incierto y, sobre todo, sospechoso. Dice el gobernador de Veracruz que se acreditó el origen del dinero. Sí, todos sabemos que son recursos públicos. Nadie, sin embargo, ha creído el absurdo de que era para pagar los promocionales del festejo de La Candelaria, la Cumbre Tajín y el Carnaval de Veracruz. Punto 1: no hay una sola institución o empresa en México que pague 25 millones de pesos “en efectivo” por un servicio, a menos que se dedique al lavado de dinero u operaciones del crimen organizado. Punto 2: un pago de 25 millones de pesos no es deducible de impuestos. Punto 3: un depósito en efectivo por esa cantidad habría obligado al proveedor, en este caso Industria 3, S.A. de C.V., a pagar 750 mil pesos, su correspondiente 3 por ciento, por concepto de impuesto por depósito en efectivo en bancos. Punto 4: ¿quién informó a la PGR que en el avión del gobierno de Veracruz se transportaban 25 millones de pesos en efectivo, lo que motivó la acción legal y el consecuente escándalo? La PGR o Aeronáutica Civil habitualmente no revisa los aviones de los gobiernos estatales en trayectos dentro del país. Punto 5: ¿por qué la empresa Industria 3 expidió la factura después de que se realizara el decomiso del dinero, cuando el procedimiento indica que el proveedor elabora la factura, la presenta, se le expide un contrarrecibo, y comienza un peregrinar hasta que se salda el adeudo, si es que se salda. Reo de sus propios errores, Javier Duarte se entrampó en un juego de manos calientes. ¿Quién era el verdadero destinatario de esos 25 millones de pesos? ¿ Por qué el PRI nacional salió en su defensa de inmediato? ¿Eran para la campaña de Peña Nieto? ¿Por qué la prensa nacional manoseó el caso y poco después guardó sospechoso silencio? ¿Era maíz para los medios nacionales duartistas? Tomás Ruíz González, secretario de Finanzas de Veracruz, ha preferido callar la verdadera razón. Se sabe que pese a que Tomás es el titular en esa área, el auténtico mandón era Vicente Benítez, antiguo cargamaletas de Javier Duarte, a quien le debe su posgrado en Chile. Benítez renunció a la tesorería y Javier Duarte prescindió de él en un caso que a decir del gobierno estatal no tiene nada de irregular. ¿Qué caso tenía, pues, aceptarle la renuncia si todo era legal? Vicente Benítez, de quien algunos columnistas citan que llevaba para sí parte en el negocio —¿7 millones?— a espaldas de su protector, el gobernador de Veracruz, es la clave de esta historia. Cuentan en los pasillos de SEFIPLAN que don Vicente cruzó la línea que no debía y hasta ahí llegó. Pero hay más. El manejo de recursos en efectivo es pan nuestro de cada día en el gobierno de Javier Duarte. Maletas repletas de fajillas de billetes circulan con fines inconfesables; son la energía de la operación política; el bálsamo de los conflictos sociales; el pasaporte a la gobernabilidad. Lo de Toluca habrá sido el caso más escandaloso, pero ni es el primero ni será el último… Bailar con la más fea, no es un eufemismo de la jerga popular. Es la expresión que describe la mala suerte de Joaquín Caballero Rosiñol en su intento de ser diputado federal por Coatzacoalcos. Lleva como suplente a Patricia Peña Recio, ex directora de Educación Municipal, improvisada secretaria general del PRI local y una auténtica desconocida entre el priísmo, provocadora del repudio del gremio magisterial no sólo por sus alardes de escaladora política sino porque para ser alguien en la vida pública haya tenido que valerse del cariño que le prodiga el vetusto cacique de los maestros veracruzanos, Juan Nicolás Callejas Arroyo. Postulados por el Partido Verde Ecologista de México, en términos de su alianza con el PRI, Caballero y la señora Peña son vil estampa de la pareja dispareja; él, sobradamente balconeado por su tutor político, Marcelo Montiel, el de los 79 millones irregulares en la cuenta pública de Coatzacoalcos en 2008, según datos duros, antes del maquillaje del Organo de Fiscalización Superior de Veracruz, y ella, sin trayectoria, desconocida, sin nombre, a no ser por su alias de escándalo: “el último caprichito senil del callejismo”. La doña carece de bagage político; siembra vientos y cosecha tempestades, patea a su gremio, y por su imposición, acumula un voto en contra, el magisterio por delante, que apunta a ser el próximo descalabro del PRI en la elección federal y la tumba, por supuesto, del marcelismo…
 
Una pista de lujo en el caso del atentado contra el coordinador del Programa Oportunidades del gobierno federal, Miguel Angel Yunes Márquez, conduce al aspirante panista a senador por Veracruz, Julen Rementería del Puerto. De manera paralela la sigue el área de información política del gobierno duartista. Tiene que ver con el policía Eduardo Martínez Martinez, presuntamente implicado en el atentado, detenido en el municipio de Alamo, antes auxiliar del director de Tránsito en el puerto de Veracruz, Arturo Quintero Ortega, durante la alcaldía de Julen Rementería…
 
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