No quisiera yo estar en las chanclas de doña Patricia Quezada Culebro, lideresa sindical del ayuntamiento, guía moral de las huelgas perdidas y odiadísima, como nadie, odiadísima por todo el pueblo de Agua Dulce.

 

PatyQué, cuya capacidad para engatusar a cualquiera es ilimitada, llevó a su gremio, sus borreguitos laborales, a una huelga sin destino, a tirar hueva un mes y dos días exactos, para que al final el Tribunal Estatal de Conciliación y Arbitraje, TECA para abreviar, declarara que el movimiento sindical era inexistente. Los trabajadores se la deben estar recordando cotidianamente a PatyQué.

 

Eso de haberlos metido en una huelga sin fundamento y hacerlos perder un mes de salario, es como si los hubiera llevado de paseo en el Titanic, en quinta clase, apretujados, sin chance de asomarse a ver los témpanos de hielo y terminar allá, varios kilómetros debajo de la superficie, más fríos que una nieve esquimal. O sea, PatyQué los llevó al matadero. Y de paso, puso de cabeza a Agua Dulce entero.

 

Quien requería un acta de nacimiento, debía esperar. Así le ocurrió a los estudiantes urgidos de tramitar un acta certificada para inscribirse en la universidad, en Coatza, en Mina, o en cualquier otro lugar.

 

Las novias esta vez sí, literalmente, quedaron vestidas y alborotadas cuando llegaron al Registro Civil y lo hallaron cerrado. Los novios debieron estar felices, sobre todo si ya habían recibido una prueba de amor, a cambio de matrimoniarse, sin contar con que la huelga encabezada por PatyQué puso al juez y a su personal con vacaciones forzosas. Sólo los trámites de defunción podían realizarse.

 

Tampoco estaba en funciones el área de ingresos del ayuntamiento, dejándose de cobrar impuestos, contribuciones y permisos, con la evidente merma a las arcas municipales. Nadie podía renovar una licencia, ni para el comercio ni para construir una casa. Doña PatyQué —Patricia Quezada— le pegó una friega a todo un pueblo. Agua Dulce entero mentaba madres. Exigía al alcalde Alejandro Torruco Vera y a PatyQué poner un alto al empecinamiento radicalizado.

 

Los llamaba a la cordura; les exigía responsabilidad; no faltó quien sugiriera que se echaran un tirito, se trenzaran del chongo y dieran por finiquitado el episodio de la huelga más absurda habida en tierras aguadulceñas. Yo entiendo los motivos del pueblo.

 

Esta vez, sin embargo, había un ingrediente que agravó el caso: el TECA, que parecía estar retrasando su resolución por motivos electorales. El TECA finalmente determinó que la huelga era inexistente, que doña PatyQué se fuera con su música a otra parte, que las instalaciones sindicales debían ser entregadas a las autoridades y que se reanudaran labores.

 

Entre el TECA y la lideresa sindical, le ataron las manos a Torruco para que no operara durante las elecciones federales. Lo neutralizaron desde el 7 de junio cuando estalló la primera huelga de los empleados municipales, y lo congelaron hasta que los comicios ya habían concluido.

 

Doña PatyQué, que ya tiene horas de vuelo, no por algo las canas retocadas, está vendiendo cara la derrota. Pidió el pago de los salarios devengados al inicio de la huelga, 13 días, que se les habrían de saldar a fines de este mes.

 

Los quiso a la voz de ya; los exigió y provocó conatos de violencia, choques verbales, un ambiente de agresión, hasta que se salió con la suya.

 

Amenaza con irse a amparo y así extender el conflicto, sacarle jugo y darle vuelta a la derrota y suavizar el terrible fracaso de su aventura sindical. Se me hace absurdo.

 

Lo que debiera hacerse es fincarle responsabilidades pues ha causado daños y perjuicios a muchos ciudadanos con una huelga que el tribunal laboral finalmente declaró inexistente. Si la dejan, luego no se quejen. (Comentarios y tips a: [email protected])