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Salvador Muñoz

Los Políticos

Enamorar al cliente

31/07/2012 11:04 a.m.
Voy al cine y me preguntan si soy socio “Cinépolis” o algo así... volteo con una cara enorme de “What!” hacia mi esposa que con su mirada me dice: “No te preocupes”... saca de su monedero una tarjeta y la muestra... realmente no sé para qué sirve la famosa tarjetita pero cuando voy por las palomitas y el refresco, la mujer me dice: “cuando pagues, presentas la tarjeta”... sí, también la chica de los dulces me hace la misma pregunta cuya respuesta no es más que la extensión de mi brazo con el famoso plástico en mis dedos.
Insisto... no sé y no entiendo en qué me ayuda y no me interesa saberlo mientras la mujer lo sepa... comprendo que es bueno para nuestra economía...

Lo que sí capto es que mi vida gira en torno de tarjetas plásticas que me avergüenzan cada vez que pasan por la “coperacha” del pastel para el empleado de mi oficina que cumple años ese día... dijera Zedillo: “No traigo cash”.
Y es que para mis antojitos, ya sea un refresco, un chocolate o hasta para pagar mi recarga al celular, utilizo una tarjeta que mi mujer llama “de puntos”. ¡Vaya! Hasta para meterle 100 pesitos de gasolina en alguna emergencia es suficiente para salir del apuro, pero difícilmente encuentran un billete o monedas en mi billetera.

Han de considerarme un avaro o tacaño en la oficina porque siempre me niego a cooperar para el pastel... bueno, sí... un poco... pero ése no es el tema...

Según narra mi mujer, una tipa calculadora y exacta en eso de los números, la peor tarjeta que puede haber en manos de la gente es el famoso “monedero electrónico” de Liverpool... dicho plástico es la dulce tentación a seguir comprando y comprando de una manera compulsiva...
 
¡vamos! lo dice una mujer, no un hombre que a lo más que puede uno desear, quizás sea una “peli”, un par de zapatos o un helado... ¡ah! por supuesto, o una camisa de tu héroe o villano favorito, sea de Marvel o DC, y si estás de buenas, hasta de “Star War”... más allá, no.

Pero también algunos supermercados ya cuentan con monederos electrónicos... recuerdo que nosotros teníamos la tarjeta Chedraui que empezó dándonos un crédito muy amplio y acabó reduciéndolo al darse cuenta que éramos buenos pagadores... sí, pareciera que prefieren mantener ahorcado al cliente a que el cliente esté desahogado.
Entonces recurrimos a la tarjeta Walmart que, según, te reembolsa el tres por ciento de tu compra en un monedero pero al final, en la anualidad, no se compensa el reembolso con dicho pago.

La mujer hoy trae un monedero naranja, de la Comercial Mexicana... sinceramente no sé si sea mejor, pero para que lo haya soportado ella, ha de ser por algo o por el famoso Julio Regalado...

Sí, las grandes tiendas buscan opciones para mantener al cliente cautivo, ya sea con ofertas, reembolsos o descuentos a través de las famosas tarjetas plásticas... y si no cuentan con ellas, inventan como las Oxxo, que a veces te ofrecen tres caribes por el precio de dos o me dicen que hasta en la compra de un café, te llevas un panecito... ¡para “chopearlo”!
¿Y las tienditas de la esquina?

Llego a casa de mi suegra y veo un tarjetón cuya leyenda me llama poderosamente la atención: “CUPÓN: Junta tus 10 sellos y cambiálos por 1 producto de la canasta básica”.
En la parte superior de la leyenda, los diez cuadros. Sólo uno de ellos marcado por el famoso sello. Atravesando la cuadrícula, una mazorca.
 
Al revés del cupón, entonces veo a la causante de ello: “Tortillería Lucero. Higiene, calidad y servicio”.

Se me hizo interesante su propuesta. No tiene que dar tarjetas o monederos ni hacerte socio, pero te invita, de una manera lúdica, a seguir comprando en su local.

Es evidente que se necesita sólo imaginación y muchas ganas para hacer que tu negocio crezca y más cuando te rodeas de grandes cadenas comerciales en lo macro y micro que van matando lentamente a las tienditas de la esquina.

Ojalá muchos locales y la Canaco de cualquier ciudad de Veracruz, tomen esa iniciativa de la Tortillería Lucero... agradar al cliente, apapacharlo, consentirlo y por qué no, enamorarlo donde más les gusta, cuidando su bolsillo
 
 

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