Barajas era un policía regordete, malencarado, con voz de trueno y celoso, ultraceloso de su deber. Era inflexible, rudo con los delincuentes y un pan de dios con los ciudadanos. Barajas era un verdadero policía.

 

Mi padre y mi abuelo me hablaban de él con respeto, exaltando que en su papel de justiciero, en el viejo Puerto México, en el antiguo Coatzacoalcos, hubo veces que se llevó entre las patas a sus jefes; apretó a familiares; hizo ver su suerte a quienes se decían influentes, y nunca, que se sepa, torció la ley.

 

Ya no hay policías como Barajas. Los de Seguridad Pública del Estado con base en Las Choapas son una vergüenza, sobre los que se vierten cien sentencias y mil maldiciones. No arreglan el tiradero que tienen. La delincuencia hace cuanto le viene en gana. Hace tiempo que perdimos la tranquilidad y no hay cómo recuperarla.

 

Mire que se necesita concha y otra cosita, como dice La Bamba, para portar un uniforme que dizque representa la ley, y andar timando incautos, metiendo la faca, hundiendo el cuchillo en la honra de los demás.

 

Eso de que ahora sean “peritos” habilitados en materia pecuaria, o que actúen como tales; que sean ellos los que determinen si un ganado es legal o no, se me hace de locos, un insulto a la inteligencia y un verdadero atraco.

 

Déjenme les cuento: no hay semana que no se sepa de la aprehensión de ganaderos por supuesto abigeato, que en idioma cristiano es robo de ganado. Los detienen y los remiten al MP para que les tipifiquen el delito. Y días después, todo se aclara. Falsa alarma, dicen. Fue una mala interpretación, se justifican. Fue mala leche, digo yo. La cajetearon, dice Canito, mi asesor.

 

Que yo sepa, los de la policía estatal no tienen olfato cibernético para saber que el ganado es robado. Tampoco son miopes ni tienen cataratas para no percatarse que los fierros que presenta el animal a veces no es legible porque al momento en los marcan, se mueven y difieren ligeramente del que aparece en la documentación.

 

De ahí se agarran los policías “peritos en ganado”, bendecidos por quién sabe quién, para ordenar la aprehensión y consignación. Hay ganaderos que se quejan que como no dieron para las aguas, o sea una mordida, desatan la ira de los uniformados y se les acusa de abigeos. Eso es extorsión.

 

En enero, por citar un caso, aprehendieron al ex alcalde de Moloacán, Simón Ramos Chablé, acusado de transportar ganado robado. Su hermano Romel, que iba con él, también paró en la cárcel. Se presentó quien le vendió el ganado para atestiguar a favor de él, pero ni así los liberaban. Dos días después, les dijeron “usted disculpe” y aquí no ha pasado nada.

 

Simón y muchos más ya hicieron el berrinche por ser privados de su libertad, y también la vergüenza al ser exhibidos públicamente como robateros.

 

Mis cuates dicen que hay que parar tanta arbitrariedad, no vaya a ser que un día los ganaderos se cansen, encorralen a los policías y les pongan el fierro entre pierna y trasero, nomás pa’ que no los olviden.

 

Así pasa cuando el pueblo se cansa. De alguna manera se ha de remediar tanto abuso.

 

(Comentarios y tips a: [email protected]).