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Juan Ciudadano

Los Gobernados

Negligencia en el Coronel

15/08/2012 10:03 a.m.
Hay noticias que duelen, que provocan congoja, que conmueven, que lastiman y que irritan. Carmen Kuri Jiménez no merecía morir. Despertaba a la vida y tenía una felicidad única, su felicidad: iba a ser madre.
 
A los 16 años, con un bebé en su seno, con un bebé deseado, Carmen veía su futuro hermoso. No imaginaba, ni sus familiares, que el jueves 9 sería el último. Contada, puntualmente en Presencia, su historia debiera servir para poner punto final a tanto antiservicio en el hospital “Doctor Pedro Coronel Pérez”, recinto sagrado de la negligencia, donde uno sabe cuándo y cómo ingresa, pero no tiene idea si saldrá vivo.
 
Carmen se presentó la mañana de jueves en trabajo de parto. Le indicaron que aún no, que debía aguardar una horas, que todavía no se aliviaría (qué término tan descompuesto llamarle “aliviar” como si engendrar un nuevo ser y traerlo en el vientre fuera una enfermedad). Se retiró. Por la noche, con la fuente rota, con dolores cada vez más intensos, regresó al nosocomio.
 
El alumbramiento era inminente. Los médicos dicen que comenzó a sangrar y la prepararon para practicarle una cesárea. A la medianoche, luego de una serie de errores en serie, Carmen murió. Aún así, fue operada. De su seno, fue extraída una hermosa nena, una bebé que es la herencia, el legado de Carmen a sus padres y a su esposo. Ya sin vida, pudo consumar el maravilloso milagro de la vida.
 
Dios la tenga en su gloria. Al saberla muerta, sus familiares reaccionaron. Advirtieron y acusaron al hospital “Doctor Pedro Coronel Pérez” de negligencia. Intervino el MP, la policía municipal, Seguridad Pública y hasta la Agencia Veracruzana de Investigación.
 
No hay explicación que convenza. Por fuentes extraoficiales se supo primero que se les pasó de anestesia y que le sobrevino un paro cardíaco. Otra versión dice que la anestesia fue aplicada en un lugar equivocado, dañando el riñón. El director del hospital, Rafael Castro Matías, le dijo al padre de Carmen que, en efecto, la aguja la aplicó mal el anestesiólogo porque la joven se movió. Pero que Carmen presentaba problemas de riñón, hígado y otros órganos. O sea, Carmen era la única culpable de su muerte.
 
Y le dijo algo que cala hondo: no era apta para dar a luz. Nada concuerda con su historia clínica, pues durante el embarazo se habrían detectado esos males, y los análisis no revelan nada de ello. Daniel Kuri, padre de Carmen, aporta otra versión: su hija ingresó a las 7 de la noche del jueves, pero fue atendida hasta la medianoche. Iba bien, con el trabajo de parte y la fuente rota, pero bien.
 
La razón es que los médicos se hallaban concentrados en otro parto. Logró saber que el anestesiólogo introdujo el agua en la cuarta vértebra y no en la tercera, y que le perforó el riñón y eso le quitó la vida en diez minutos. Daniel, el dolido padre, no espera que Dios haga justicia; quiere que la justicia de los hombres se cumpla. Eso quiere él. Y yo también y creo que usted igual. Dice Daniel que fue negligencia y que la Secretaría de Salud y la Comisión de Arbitraje Médico deben intervenir. Y tiene razón. Ahí, en el “Pedro Coronel”, hubo negligencia.
 
Y si no, fue impericia, error o falta de instrumentación que habrá de determinarlo la autoridad para bien de la comunidad y del mismo centro hospitalario. Un amigo, muy ducho en estos menesteres, dice que el hospital Doctor Pedro Coronel Pérez perdió hace tiempo su categoría de “general”, ya que falló en sus características de productividad o calidad de la atención.
 
Lo que lastima, me dice, es que abrigaba una esperanza de buen servicio para los choapenses y, en cambio, se convirtió en un dolor de cabeza para quienes lo frecuentan y una cereza más en el pastel político de unos cuantos que disfrutan del poder.
 
En la conciencia de sus administradores o quienes los dirigen, han de quedar las defunciones inexplicables, el maltrato a los pacientes, ausencia del personal empezando por el cuerpo de gobierno, falta de personal de nivel medio y bajo, a menudo en la total apatía por la paga ridícula. Y a fin de cuentas, reflexiono: ¿y de todo ello qué culpa tenemos los pacientes? Soy, quizá usted también, un soñador empedernido.
 
Soy idealista. Un día ese sueño fue que Las Choapas tuviera un gran hospital. Hoy les pedimos a los del “Pedro Coronel” que hagan su trabajo digno, que cumplan su función, que traten bien al paciente. Y más: que desquiten la paga, sea mucha o poca, pero que la desquiten. Porque al final de las cansadas, nada nos regalan, ni nos hacen un favor.
 
Es su obligación servir y hacerlo con calidad. Y si no pueden, que se vayan. Y si no se quieren ir, que los corran. (Comentarios y tips a: [email protected])

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