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Juan Ciudadano

Los Gobernados

Y los verdaderos culpables, ¿cuándo?

17/08/2012 07:44 a.m.
La cuerda, dice el refrán, suele reventar por lo más delgado. Traducido al cristiano, pagan los platos rotos quienes tienen culpa, sí, en un hecho escabroso, en un fraude, en un suceso traumático, pero sólo para salvaguardar, salvarle el pellejo, a los responsables mayores.
 
Digo esto porque la guillotina actuó y le voló la cabeza al médico Tomás Sánchez Valenzuela, anestesiólogo del hospital “Doctor Pedro Coronel Pérez”, hoy en boca de todos, acusado de insertar erróneamente la aguja en la espalda, en la zona de la columna vertebral, de Carmen Curi Jiménez, una jovencita de sólo 16 años, a punto de dar a luz, y que diez minutos después falleció.
 
Digo esto porque Tomás Sánchez Valenzuela es el chivo expiatorio, culpable a modo, del director del nosocomio, Rafael Castro Matías, para aplicarle carpetazo al expediente, darle vuelta a la hoja y que siga la negligencia, que desfilen los muertos y que la vida se la lleve el diablo.
 
A mí, y creo que a muchos, el caso de la joven Carmen Curi nos ha consternado. Duele que a sus 16 años se haya ido. Anhelaba ser madre. Construía para sí y para ese nuevo ser, un mundo de amor y felicidad. Así llegó al final de embarazo, al día del parto, ajena al desenlace fatal.
 
Yo no soy detective. No soy MP. Tampoco tengo el don de la verdad. Mucho menos hablo con Dios. Ni pensar que fuera chamán o vidente. Lo que sí tengo es sentido común. Veo, como muchos, la negligencia en que desenvuelve el hospital “Doctor Pedro Coronel”. Veo, también, que con un cese y con una investigación, se pretende sofocar el escándalo y tirar al olvido el caso de Carmen Curi.
 
Eso, ni yo, ni tú, ni nadie, lo debemos permitir.
 
Atemos cabos. Cuando se supo de la muerte de Carmen y de la reacción de su familia, la acusación de negligencia, las responsabilidades que comenzaban a asomar, hubo una calculada intención de traer a cuentas al anestesiólogo Tomás Sánchez Valenzuela y entregarlo a las fieras, o sea a la sociedad.
 
Se lo dijo el director del hospital, Rafael Castro Matías, al padre de Carmen. Ella se movió y la aguja se fue de lado, lesionando el riñón. Ese fue su argumento, inculpando al anestesiólogo. Quizá para evadir culpas, dijo también que la jovencita tenía problemas de riñón e hígado. Casi, casi, dijo que se murió por su propia condición de salud. Y dijo algo que a mí, y quizá a muchos, me ha hecho lanzar maldiciones: Carmen no estaba apta para ese embarazo.
 
Palabras así dan asco. Traslucen el alma perversa de alguien que acumula un amplio kilometraje de episodios de negligencia.
 
A todos nos queda claro que Tomás Sánchez Valenzuela tiene una inexcusable responsabilidad en la muerte de Carmen Curi. El padre de la joven, Daniel Curi, asegura que la aguja la insertó en la tercera vértebra y no en la cuarta, que eso es lo que le dijeron.
 
Tanto la Jurisdicción Sanitaria de Coatzacoalcos como la Secretaría de Salud de Veracruz, ordenaron una investigación y, por lo pronto, la suspensión del anestesiólogo, quizá para mitigar el escándalo y para amainar el vendaval.
 
Tomás Sánchez es, creo yo, el hilo más delgado de está madeja. Y lo digo así, sin cortapisas, sin medias tintas, porque el hospital “Doctor Pedro Coronel” tiene un caudal de hechos cuyo común denominador es la negligencia.
 
Déjenme que les relate, que les cronique, diría mi maestro Monsiváis. Recuerdo leer el caso de Lucía Torres Jiménez, una mujer de 35 años, que se halla en estado vegetativo por una negligencia, provocada por el hospital regional “Valentín Gómez Farías”, de Coatzacoalcos.
 
Cuando aquel hecho ocurrió, en el 2010, el “Gómez Farías” pretendió un arreglo con la familia por 200 mil pesos. El hecho, además de agraviante, motivó que los parientes de Lucía Torres denunciaran y lograron que la justicia la protegiera.
 
Lucía fue trasladada a Las Choapas. Se le internó en el hospital “Pedro Coronel”. Ahí pasó un tiempo. Sin embargo, en junio pasado, el actual director del nosocomio, Rafael Castro Matías, le pidió a la madre de Lucía que se la llevara.
 
La madre, obviamente irritada, señaló que su hija era víctima de una negligencia y debía ser atendida. En el “Pedro Coronel” no le dan atención, casi la tienen abandonada.
 
Lo que encabrita es la sangre fría con la que el director del hospital trata esos casos. “Llévese a su hija”, aunque esté en estado vegetativo. “Su hija se movió y la aguja se fue de lado”, dijo en el caso de Carmen.
 
En sus manos, el hospital “Pedro Coronel” es deprimente. La atención es deficiente y la gente ya teme ir para no dar por concluida su vida. El trato a los pacientes por parte del doctor Castro Matías tampoco es digno.
 
El cese del anestesiólogo no debe servir para apaciguar las aguas. Investigarlo, suspenderlo, incluso denunciarlo, retirarle la cédula profesional, no va a cambiar nada si no se toca el fondo del problema; si no se diagnostica quiénes y por qué dejaron caer el hospital; quiénes desde el ámbito político, usan el hospital para fines particulares; quiénes sostienen a piedra y lodo, a viento y fuego, al director Castro a pesar que la negligencia.
 
La muerte de la jovencita, como tantas otras, también tienen como responsables a quienes han tomado el centro de salud como botín político.
 
Es hora de reflexionar. Y en el caso de las autoridades de salud, es hora de actuar.
 
(Comentarios y tips a: [email protected])

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