Que yo recuerde, el aguasiempre ha sido un problema. Si llueve, cortan el suministro; si truena yrelampaguea, igual; si hay mantenimiento, lo mismo; si los usuarios no pagan,los dejan secos. Es una paradoja y es una locura. Es una condena o conjuroespiritual.

Mi abuelo me contaba queen los años 40 y 50, la falta de agua era parte de la vida misma, una instantáneadel México sin desarrollo, una pincelada del paisaje triste. Cuando llegaba elagua, hacían fiesta. Cuando llovía, también, porque ponían tablas en lasventanas y el líquido que les caía, escurría hasta unas tinas. Servía paralavar pisos o para uso sanitario.

Me asombra que 70 añosdespués, aquí, en Las Choapas, andemos igual y creo que peor, sin agua paranuestros servicios, para trapear, para lavar ropa y trastes, para bañarse ypara el sanitario. Es una desgracia y algo tenemos que hacer. Sin agua, quiéncarajos puede vivir.

De un mes a la fecha, porlas razones que sean, el agua no llega. Altera la vida de 28 mil choapenses,casi siempre en la colonia J. Mario Rosado, a la que el día que no llueve, lellovizna.

Alguna maldición debetener la J. Mario Rosado porque si no es el agua, son las fugas de Pemex, oalgún caso de violencia. Todo le pasa.

Ahí y en otros sectores,en Tepito, en Barrio las Flores y en Campo Nuevo, el agua no llega y laComisión de Aguas del Estado de Veracruz —la CAEV, para que no entendamos— selava las manos con mil pretextos: que si la tormenta puede dañar las bombas delos pozos y por eso las apagan; que si se le está dando mantenimiento al tanqueelevado; que si hay fugas; que si el agua está grisácea por un efecto químico;que si la tía de las muchachas; que si hoy le dio gripa a mi conejo, y sígalepor ahí hasta que se agote el repertorio.

Nadie engorda depretextos. La CAEV es un organismo de gobierno, que vive de las cuotas quepagan los usuarios; sus trabajadores, desde el titular en el sistema LasChoapas, Manuel González Martínez, hasta el último de los empleados, cobran unsalario que sale de los bolsillos del pueblo. Su obligación es proveernos delagua, que nos es vital para nuestras actividades. No es un favor; es sucompromiso. Para eso les pagamos.

Desde hace un mes, escuchoevasivas. Manuel González, quien ya va tejiendo mala fama al frente de esadependencia, nos dice que por las lluvias se ve afectado el suministro. Apagalas bombas de los pozos para que no se quemen. Tiene otra mejor: el agua llegapero en las partes altas no sube porque le falta empuje. Casi, casi, como paraque entre todos le demos un aventón.

Eso sí, lloriquea porquelos usuarios tienen tomas clandestinas. ¿Dónde cree usted? En la J. MarioRosado.

Manuel González es ocurrente.Promete multar a aquellos malos ciudadanos que desperdicien el agua —¡¿cuál?!—porque un millón y medio de litros derramados al día, dice, son para crucificara cualquiera.

No tiene perdón de Diosdon Manuel González. Anda pensando en multar ciudadanos, que no se roban elagua sino que de esa manera resuelven la falta de suministro.

Y también es simpático.Para conminarnos a cuidar el agua —¡¿cuál?, de nuevo!— nos compara con Kenia,donde hay que caminar hasta 6 kilómetros para cargar el líquido. ¿Y en Martecómo andará la cosa?

CAEV ha de pensar que loschoapenses somos de tercera clase o de quinta categoría, o de Kenia. Nos daagua de mala calidad, a veces no hay y todavía tenemos que agradecerles el malsuministro.

Un mes sin agua, es supeor argumento.

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