Cada que lo pienso, me digo lo mismo: Las Choapas es un pueblo sin ley. Se hace lo que el que manda quiere, el capricho del rey feo, sometiendo al pueblo, a los gobernados, a los de abajo, condenándolos a soportar altanerías, ocurrencias, puntadas, abusos, prepotencia. En una frase, es un gobierno de horror.

Por las calles andan los guaruras del alcalde Renato Tronco. Se les ve armados, sin uniforme, vestidos de civil, sin patrulla, en vehículo particular, en camionetas. Traen las pistolas, los rifles, a la vista de todos, mandando el mensaje a quien lo quiera entender: la ley son ellos y su patrón.

Armados y sin uniforme, ni patrulla, así sean policías en activo, me hacen verlos como malosos al servicio del ratón vaquero, militantes del hampa con licencia para matar, intocables guardaespaldas que intimidan porque no sólo traen la 9 milímetros, o la 3.80 o un rifle, sino porque violan la ley y no pasa nada.

Si un civil, usted o yo, su hermano o la comadre, y hasta el cura del pueblo —porque de que los hay, los hay— traemos una pistola o un revólver, lo menos que nos ocurre es parar en la enrejada, ser acusados de portación de armas y enfrentar un juicio con una condena segura.

Los policías no. Ellos acreditan que lo son, que las armas están en orden y sólo los conminan a portarlas, pero vestidos con uniforme o en vehículo oficial.

Hace dos noches, de nuevo el Ejército detuvo a los guaruras del ratón vaquero. Se los encontró sobre la 20 de Noviembre. Los paró, los hizo descender de la camioneta Tacoma, blanca, con vidrios polarizados –¿no que estaban prohibidos?—, y comenzó a interrogarlos.

La ley pudo tener una oportunidad de aplicarse, pero la perdió. Los guaruras se acreditaron como policías municipales, “asignados a la seguridad personal del alcalde”. Hasta ahí llegó la ley. Los dejaron ir.

Con esta, van ya dos en que los guachomas de Renato son interceptados por el Ejército. Y siempre alegan que están a las órdenes del ratón vaquero. Y se van. Lo que yo y tú y todos aquellos que tenemos tres dedos de frente nos preguntamos es, si los guaruras están “asignados a la seguridad personal del alcalde”, ¿por qué Renato no estaba con ellos, o ellos con el alcalde?

En mayo, el día 15, efectivos del 44 regimiento de infantería interceptaron a esos mismos escoltas del alcalde de Las Choapas y los trasladaron a la base de operaciones que se halla sobre el bulevar Antonio M. Quirasco. Los vecinos los denunciaron; dijeron que en la camioneta Tacoma blanca, la misma de ahora, jugaban arrancones y escandalizaban. Tuvo que ir por sus “muchachitos” el director de la policía municipal, Wilfrido López Vicente. ¡Tome usted su pasaporte a la impunidad!

Me imagino cuán difícil ha de ser garantizarle la seguridad a Renato Transa estando ellos en la avenida20 de Noviembre, a la altura del playón, o en el bulevar Antonio M. Quirasco, y el señor alcalde en otra parte. O sea, vigilancia a control remoto.

Corríjanme si me equivoco. Los guaruras del ratón vaquero no se comportan como tales ni cumplen la ley. Andan armados, no traen uniforme, se transportan en un vehículo sin características policíacas, ellos en un extremo de la ciudad y el alcalde, que es a quien supuestamente cuidan, en otro punto de Las Choapas. ¿Seguridad a distancia? Mejor chúpense otro dulce.

Díganme si lo que menciono es una insensatez. Eso es fomentar el pistolerismo, invitar a que otros ciudadanos también se armen, aún corriendo el riesgo de ser detenidos y procesados por portación. Eso es intimidar y provocar miedo, sembrar terror, sentirse dueño del pueblo, así, a lo bruto, sin medir las consecuencias.

No piensa el irresponsable Renato —no digo que razone porque sería mucho pedir— que un día sus guachomas se han de encontrar con gente armada, bragados y con aquellos bien puestos, que los enfrente, que mida el poder de las balas, y van a quedar como Santo Cristo después de la pasión.

Percibo que se está incubando una tragedia. ¿Usted no?

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