Hablar de educación no es fácil, menos en domingo. Y todavía peor si se trata de lo que debiera ser la educación y de la que no es. Y de los abusos en las escuelas o lo que otros llaman la contraeducación.

 

Lo que primero que me viene a la mente es Elba Esther Gordillo, la maestra, dueña del sindicato. Pero esas son pulgas que no brincan en mi petate.

 

Yo me refiero a los vicios de las escuelas, aquí, en Las Choapas, donde nunca falta un vivo para un dejado, algo así como un roto para un descocido.

 

Esta semana la nota la dio el COBAEV 43, Colegio de Bachilleres del Estado de Veracruz, por la carga que representa adquirir libros para apoyar los estudios de los jóvenes estudiantes y que, a como está el costo de la vida, se vuelve prohibitivo para el bolsillo de los padres.

 

Póngalo en perspectiva. Cada alumno debe adquirir siete libros, con un costo aproximado de 170 pesos por unidad. Si Pitágoras no miente, son mi 190 pesos.

 

Comprar libros es algo sano, mientras no haya de por medio un pingüe negocio. Este es el caso, un caso negativo. Los maestros venden en esa cantidad cada libro y, en cambio, las editoriales lo expenden por 120 pesos. O sea, los maestros se llevan 50 pesos por alumno.

 

Si mi sentido común no me falla, eso es negocio, y alguien, sea el director o su dirigente sindical, se está pasando de lanza, permitiendo que se lucre, o sea, obteniendo un beneficio, una ventaja, una extra para la cuenta personal. Esa es la contraeducación.

 

No es una invención ni una historia arrancada de la fantasía. Varios padres de familia y sus hijos, y otros estudiantes, la han contado con lujo de detalles, pero sobre todo, más que encrespados.

 

Pero si los libros son buenos, diría mi asesor Canito. Sí, le respondo, pero no con sobreprecio. Lo único que yo pago con un cargo extra son los boletos del clásico Pumas-América en el estadio Azteca, y eso porque soy de los que están con los de la UNAM, en las buenas como en las malas. Fuera de eso, nada.

 

Si no hubiera negocio, los libros del COBAEV se estarían vendiendo al precio de la editorial. Pero no. Los maestros se levantan 2 mil pesos por grupo, considerando que a cada libro le aplican un sobreprecio de 50 pesos. Eso es lucrar.

 

Tampoco me engaño. Los maestros no son hermanas de la caridad ni piadosos frailes del convento de San Francisco de Asís. Pero si le entran a la venta de libros y se ganan un billete, que aguanten vara cuando el negocio quede al descubierto.

 

La historia, repito, está fundamentada en el testimonio de varios padres de familia y de los mismos estudiantes que hicieron bien en poner a la vista de todos qué ocurre en el Colegio de Bachilleres de Las Choapas. Sus nombres se han mantenido en reserva por aquello de las recochinas represalias, que terminan siendo cacerías de brujas y venganzas descaradas. Pero la historia es real.

 

Lo de los libros es uno entre otros negocios. En el COBAEV también les da para otros ingresos, como el de la venta de las credenciales de los alumnos, otra ubre de la vaca de la que maman todos.

 

Cuento esto con pena porque yo estudié en el Colegio de Bachilleres No. 5, en Culhuacán, el que está cerca de Tasqueña, cerca de la avenida Miramontes, al sur del DF, en los rumbos del Estadio Azteca. Allá no ocurría nada así. Los alumnos a estudiar; los maestros a enseñar, y los directivos a cuidar que la institución no se desviara de sus objetivos y formara buenos estudiantes para proseguir los estudios profesionales.

 

Veo con pena que aquí, en el COBAEV 43, el prestigio y el buen nivel se va perdiendo porque a los maestros les permiten hacer triquiñuelas para ganar un billete extra. Y eso es inaceptable. No es propio de maestros.

 

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