De los policías se puede esperar todo. De los de Las Choapas, peor. Apalean a cualquiera, a los de la Resistencia, a los maestros, a los campesinos, a los jóvenes, mujeres y ancianos. También agreden moralmente, con sus acciones y con su soberbia, con su mala intención.
 

Se enchilan si alguien les toma una foto, como si fueran divas, más quisquillosos que Paulina Rubio o Thalía, que Lady Gaga o la Britney Spears. Y a quien lo hace, le aplican la Ley de Herodes, su ley que les permite encarcelar a quien se les antoje.
 

Esas son marranadas. Se lo hicieron a un bolero, un lustrador de calzado que les tomó fotos en el parque Juárez. Se dieron cuenta, lo abordaron y se lo llevaron como si hubiera cometido un delito grave. Luego se justificaron diciendo que el bolero les había dicho que las gráficas las subiría a Facebook o alguna otra red social. Pretextos que no les faltan.
 

Ahí lo tuvieron horas, sin delito alguno, por el atrevimiento de haberlos fotografiado. Pero como no había de qué acusarlo, lo tuvieron que soltar.
 

Tengo la certeza de que fue un atropello más de la policía malviviente de Renato Tronco. No hay ley que prohíba tomarles fotografías. Es parte de las libertades de todo régimen democrático. Lo que los policías hicieron fue, como siempre, un abuso de autoridad y, claro, un atropello a los derechos humanos del bolero.
 

Recuerdo, en cambio, el episodio de la pareja de jóvenes que hacía el amor en el parque deportivo Colosio. Los grabó un policía y un cómplice igual de trastornado mental que él. De acuerdo a su investidura, debió reprenderlos. Debió evitar que persistieran en esa conducta que, por supuesto, es reprobable.
 

El amor es padre y hacer el amor es rico. Pero todo tiene su lugar. Es un acto íntimo, calentura de dos o entrega apasionada. Pero es algo que exige privacidad, hacerlo en la oscuridad, o entre sábanas, lejos de las miradas ajenas, curiosas y obscenas.
 

A esos jóvenes no sólo los grabó el policía. Después hizo difundir el video cuyas escenas fueron captadas con su celular. En la misma grabación se puede observar el rostro del policía, totalmente identificable, pero, a saber, cuando menos públicamente como debiera ser, nadie le aplicó un castigo o se le expulsó de la policía de Las Choapas.
 

Siento que el  caso merece toda nuestra atención. Aunque no está bien que dos jóvenes hayan estado en pleno trance, en la vía pública, a la vista de todos, enamorados o simplemente apasionados, lo que hizo el policía es imperdonable y merecía un castigo ejemplar.
 

Los captó con su celular. Hasta le puso título al episodio. Le llamó “Sexo en la Deportiva”. Y lo hizo circular entre elementos de la policía y luego ya estaba en manos de taxistas y de muchos otros estudiantes.
 

Eso, como se le vea, es daño moral. Es aberrante que el policía, pudiendo haber reprendido a la joven pareja, pudiendo haber impedido que continuaran con su acto sexual, optó por actuar como un delincuente que invade la privacidad y hace escarnio de ella.
 

Para el policía no hubo sanción. Sabiendo cómo se las gastan en la corporación los uniformados del ratón vaquero, qué castigo ni qué ilusión. Sabiendo cómo los solapa el alcalde Renato, hasta le deben haber dado diploma al mentado policía.
 

Por eso es que no cabe que lloren cuando alguien los fotografía. Cuando ellos captan a cualquier ciudadano y le toman gráficas o los graba, como hizo su compañero, no hay pex, que apechugue el pueblo.
 

Son las reglas que ellos impusieron. Y como dice el refrán, el que se lleva, se aguanta.
 

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