Fui el primero en llegar, si no mal recuerdo, con “El Calaco”.
Allí estaban Los Conejos, un grupo de rescate o auxilio carretero, quien por la radio de Banda Civil, nos había comentado del suceso.

Cuando me acerqué a las hierbas, vi una imagen que difícilmente se me ha podido olvidar. A pesar de la oscuridad, distinguía con la poca luz que daba el carro, una espalda que se teñía de rojo y negro hasta las piernas... los quejidos del hombre estremecían... la Cruz Roja aún no llegaba y busqué entonces sacar mi nota y a la vez, tratar de distraer a ese hombre que sufría no sé a ciencia cierta porqué.

Me dijo que un carro lo había atropellado... pero, ¿cómo es que estaba desnudo? el hombre me explicó que cuando el carro lo atropelló, él quedó atorado en la defensa del vehículo, un Volkswagen y el conductor no paró la unidad hasta que salió varios kilómetros afuera de la ciudad...

Mi desconcierto aumentó: Lo arrastraron varios kilómetros y hasta que se creyó a salvo el conductor, frenó y jaló al individuo a la orilla de la carretera para seguir su fuga.
La fricción, al parecer, hizo que el hombre perdiera la ropa... ¡parecía que le hubieran arrancado la piel!

II
Matachoferes. El mensaje es escalofriante: “Por cada muerto atropellado, vamos a matar a dos choferes”.

Dicen que todo empezó cuando un pasajero hizo parada y empezó a caminar hacia el conductor y sin mediar palabra, hizo tres disparos sobre el chofer. En los escalones del urbano, allí estaba una cartulina con esa leyenda...

Al poco rato, los reportes policiacos daban a conocer la muerte de otro chofer de urbano.

Respire tranquilo, si usted es chofer de urbano o tiene algún conocido en dicho oficio. El “Respire tranquilo” es un paliativo literario, porque si bien, esto no ocurre en Veracruz, sucede en Guadalajara.

Se vive en la tierra de Chente Fernández una psicosis entre los prestadores de servicio ante esto que, al menos a mí, me llega a través de los medios electrónicos y en columnistas que han retomado este caso similar al de una leyenda urbana...
¿Se imagina a una especie de antihéroes en las calles poniendo orden al servicio de transporte público?

Ya no me cuezo al primer hervor, pero desde niño hasta hace unos cuantos años, escuchaba una “recomendación” entre choferes: “Si atropellas a alguien, échate en reversa y remátalo... sale más barato”.

III
En el gremio de fotógrafos, se cuenta la historia de Ramón, un fotógrafo que allá por los 90, mientras iba “corriendo” (término que se les da a aquéllos que iban a revelar los rollos para regresar con las fotos al evento social que cubrían), su moto fue alcanzada por una camioneta de la Procuraduría a la altura del centro de salud Dorantes Mesa. La pierna de Ramón quedó bajo la moto... estaba lesionado. Entonces, ocurrió lo inesperado. La camioneta de la Procuraduría, que había parado varios metros adelante, cuando vio que Ramón forcejeaba para sacar su pierna, echó en reversa y apenitas Ramón pudo alcanzar la banqueta y ver cómo una, otra y otra vez la camioneta pasaba encima de la moto para después darse la la fuga...

IV
Algo han de tener los volantes y manubrios de un carro o una moto, que transforman a la gente... por ejemplo: Los taxistas se sienten galanes al igual que los de CMAS... pregúntenle a las damitas víctimas de sus piropos; las señoras sienten que en el carro tampoco se da la equidad de género bajo el lema de “tenía que ser vieja” y se vuelven osadas (remember Las Ladies de Polanco); ya no se diga del joven que siente la urgencia por ser como James Dean o el viejo que utiliza el carro como una simple olla express que le permita sacar su estrés o sus complejos...

Por ello, dígame si no ha tenido alguna vez un pensamiento impuro como “Ojalá y choque” (lo confieso... yo lo he tenido) hacia algún chofer... pero de eso a llegar al asunto justiciero de “Por cada muerto atropellado, vamos a matar a dos choferes” ¡está cabrón! Bueno, aunque eso deberíamos preguntárselo al amigo de Acayucan que fue arrastrado en la defensa de un carro varios kilómetros, a Ramón o a los familiares de quienes han perdido un ser querido por un cafre en el volante.

 

IV
Pero lo que ocurre en Guadalajara sólo es la exhibición de que alguien no está haciendo su parte... en este caso, los encargados de Tránsito... ¡vamos! es un aviso para quienes todavía no vivimos un episodio de matones de choferes... mientras, seguimos viendo carros con ventanillas polarizadas, con placas viejas, taxis conducidos temerariamente por jóvenes y alguno que otro viejo, cafeteras que hacen la función de servicio urbano y combis con una urgente necesidad de correr a todo lo que da por las calles de Xalapa sin temor a Dios... ya sin contar a padres de familia neuróticos que salen al cuarto para la entrada a la escuela o al trabajo o nuestras mismas policías, torretas encendidas sin razón alguna, derritiéndonos la retina con sus luces rojas y azules incesantes, lo que da motivo a veces que uno tenga pensamientos impuros... pero no como en Guadalajara.