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Mussio Cárdenas Arellano

Informe Rojo

Peña Nieto con los priístas que lo derrotaron

08/01/2013 11:40 a.m.
* Con gasolina intenta Theurel apagar el conflicto con los regidores  * Samanta, Luz y Prisma  * La bruja chambasucia  * Renato Tronco no será diputado  * La diputada buena para nada  * A Patricia Peña no le sale ni el desfile de la primavera  * Costosas demandas contra Seguridad Pública  * Los caprichos de Gallegos Curiel
 

Quizá los priístas veracruzanos tengan mala memoria, o finjan tenerla, pero Enrique Peña Nieto no. Seguro no olvida que en el puerto mítico, nuestro Veracruz eterno, un atentado, precedido de una persecución por supuestos sicarios, derivó en la muerte de los escoltas de sus hijos, que con su vida los defendieron del ataque.
 
Otro episodio, más fresco en sus recuerdos, se remite al reporte nocturno del 1 de julio, concluida la jornada electoral, que revelaba una infausta noticia: la humillante derrota del hoy Presidente de México, en Veracruz.
 
Veracruz, pues, suena a amargura. Aquí tentó la muerte a los hijos de Peña Nieto y sintió en la piel el roce gélido de la traición.
 
Forjado en la aulas del Viejo PRI, cuadrado en las formas, Peña Nieto vino el domingo 6 a presidir el 98 aniversario de la Promulgación de la Ley Agraria, rescatado del sarcófago al que lo confinaron los presidentes panistas Fox y Calderón. Habló, prometió y le dio atole a los priístas que imaginaron que los agravios pasados se olvidan.
 
Cayó Peña Nieto en el lugar común de los presidentes priístas: decir que va a cambiarle el rostro, el rostro de la pobreza, al campo; dirigir inversiones para hacerlo productivo; disponer de 300 mil millones de pesos para lograr la autosuficiencia; sacar de la miseria a los campesinos, y una sarta de alardes demagógicos que suenan a más de lo mismo. ¿Cuántas veces no se ha escuchado ese rollo?
 
Vino a decirle a los priístas veracruzanos lo que los priístas veracruzanos querían escuchar.
 
En contraparte, el gobernador Javier Duarte se desgañitaba en un discurso del que no hay quien se acuerde. Con voz impostada, chillonsón, gran simulador, asumía la lisonja como argumento: “La transformación de México tiene, ya, con Enrique Peña Nieto, una visión responsable y realista para dar respuesta clara y oportuna a las necesidades de la gente del campo”.
 
Habló de la inconveniencia de que existan dos Méxicos: el de unos cuantos que lo tienen todo, y el de millones que poseen nada. Obvio, Javier Duarte y su pandilla se hallan en el México de los que lo tienen todo; del círculo que despilfarra en mansiones en el extranjero y que disfrazan sus “inversiones” registrándolas a nombre de su parentela. Todo bajo la sombra de la sospecha.
 
Discurso rollero, el del gobernador de Veracruz debía terminar con una frase cortesana: “Tenemos, como pocas veces en la historia de nuestra Nación, la voluntad de los veracruzanos, la voluntad de los mexicanos para salir adelante, porque ése, y no otro, ése es el futuro de nuestra patria. México, con la dirección del presidente Peña Nieto, ¡saldrá, sin duda, hacia adelante!”. Aplausos.
 
Ancestralmente, el acto agrario ha sido una farsa. La Ley Agraria no resolvió el problema del campo mexicano. Los latifundios fueron fragmentados y terminaron en manos de los cachorros de la Revolución, los generales y toda su descendencia, los caciques priístas.
 
Veracruz es un mar de rezagos. A Peña Nieto lo recibió el aroma a reclamo. Desde el sábado 5, campesinos llegados de todas partes exigían el cumplimiento de las resoluciones agrarias. Citaban más de 350 conflictos agrarios, juicios ganados sin que les entregaran sus parcelas. O sea, la impunidad total. El campo es improductivo porque así le conviene al político mexicano. Produce para ellos, no para el campesino y ante la indiferencia de los dueños del poder, pasan de la protesta a inmolarse y morir. Léase Ramiro Guillén Tapia, frente al palacio de gobierno, en Xalapa.
 
En otro sentido, la conmemoración de la Promulgación de la Ley Agraria ha sido fatídica para un sector de los priístas veracruzanos, los entenados de Fernando Gutiérrez Barrios, la leyenda negra del sistema. En 1992, Carlos Salinas de Gortari se hizo acompañar del ex secretario de Desarrollo Urbano y Ecología, Patricio Chirinos Calero, y de aquí surgió su destape a la gubernatura de Veracruz. Frustraba así el proyecto gutierrezbarrista de imponer a Miguel Alemán Velasco como sucesor de Dante Delgado Rannauro. Tendrían que esperar seis años para consumar la asonada.
 
Un año después, en 1993, el acto agrario marcó la caída de Fernando Gutiérrez Barrios como secretario e Gobernación y su automarginación política hasta el 2000, pasando por su impensable secuestro, varios días encuerado en el inhóspito frío de una mazmorra, “nada más para que vea lo que se siente ser torturado”, como le dirían sus captores.
 
Peña Nieto vino, convivió, fue aplaudido y se le trató como lo que es: el nuevo dueño de Veracruz. No olvida, sin embargo, que aquí, cuando los hoy duartistas eran fidelistas, un grupo de supuestos sicarios trató de matar a sus hijos y terminó ejecutando a los escoltas.
 
Tampoco olvida que aquí, unos, Javier Duarte entre ellos, por incapacidad para operar electoralmente; otros porque lo veían poca cosa, y unos más por simple traición, lo llevaron a una humillante derrota en la elección presidencial.
 
Ganaba la panista Josefina Vázquez Mota; los priístas, hoy senadores, José y Héctor Yunes, y hasta el senador del PAN, Fernando Yunes Márquez. La derrota del hoy Presidente fue fraguada y ejecutada.
Eso, no Peña Nieto no lo olvida.
 
Archivo muerto
 
Apagar el fuego con un lanzallamas, suele ser algo nada inteligente. Pues justo eso hace Marco César Theurel Cotero, el alcalde de Coatzacoalcos, con su cabildo, su pesadilla de cabecera desde que nueve de los regidores lo mandaron al diablo, denunciaron sus tropelías financieras y corruptelas ante el Congreso de Veracruz, y le metieron una paliza galáctica en la prensa de Xalapa, cuyo despliegue en primeras planas se lo debe a San Javier de los Rencores. Si antes los acusó de chantajistas, ahora el Rey de Chuecolate se ha propuesto destituirlos por el agravio de ignorarlo, evadir las sesiones de cabildo y negarse de tajo a aprobarle los estados financieros de tres meses, así como la ampliación de presupuesto, que de por sí evidencia el famoso sobregiro de 204 millones de pesos —¿o es el doble?— en el ejercicio presupuestal 2013. Obvio, con esa sesuda maniobra de ataque, don “Te rompo tu puta madre” va a consumir un buen trecho de lo que falta a su gris mandato tratando de relevar a los nueve regidores de sus cargos, sin reparar en que los suplentes, que tendrían que entrar en funciones si el Congreso de Veracruz se presta a la última payasada del alcalde de Coatzacoalcos, son más radicales y bravucones que los ediles que hasta ahora han llevado a Marcos de ridículo en ridículo. Por lo pronto, al señalamiento de que intentan sacarle 700 mil pesos para aprobarle su cochinero financiero, los regidores le responden con más denuncias ante el Congreso de Veracruz. ¿Gasolina para apagar el fuego? Sólo Theurel…
 
Pesada su mano, señora con poder, Samanta Palafox Barandiarán tiene en su récord dos ceses fulminantes en la Secretaría de Obras Públicas: una secretaria de nombre Luz y una funcionaria cuyas generales son Prisma Leyva Jiménez. Aquella era la eficientísima secretaria del titular de Obras, Daniel Aguilar Avendaño, esposo de la Bruja Sam, la cual resignada, sabedora de lo que su silencio significaba, condicionó: “Me voy, pero que despidan a Prisma”. Y que se lleva entre las patas a Prisma, la protegida del ex coordinador técnico, Rodolfo Morales. Así acumula odios Samanta Palafox, quesque coordinadora del Programa de Gobierno —¿a poco tienen programa?—, cuyos oficios reales nada tienen que ver con su función en el organigrama del Ayuntamiento de Coatzacoalcos, pero sí en los pleitos de palacio, la intriga barata y el golpe artero a los enemigos del Rey de Chuecolate, o sea su jefe Theurel, de quienes filtra historias a la prensa vendida para que los ajusticien en letras de molde. O sea, es la bruja chambasucia, una bruja de fotografía…
 
Se le acaba la cuerda a Renato Tronco Gómez, alcalde de Las Choapas. Salvo él, nadie más, incluido el PRI, lo tiene en sus planes para la diputación local por el distrito XXX, el llamado distrito Coatzacoalcos II. Sus yerros, abusos, prepotencia, su desgobierno, la represión a la ciudadanía, fueron abonando su desgracia política, rebosado el vaso del gobernador y de los mandamases priístas. Exhibir su riqueza, una mansión de más de 3 millones de pesos, fue la última gota. Se sabe que en cuanto el PRI le niegue ser candidato, Renato Tronco auspiciará el voto de castigo contra el tricolor. Pero para eso también hay remedio. Entonces vendrá la revisión de cuentas, enfrentará auditorías y una peliculesca persecución. Que disfrute su mansión ahora que puede porque su próxima morada, si no se alinea, será el CERESO de Coatzacoalcos…
 
Buena para nada, Patricia Guadalupe Peña Recio se apresta a asumirse diputada federal en el Congreso. Aguarda la licencia de Joaquín Caballero Rosiñol, de quien es suplente, si es que a éste lo envía el PRI a contender por la alcaldía de Coatzacoalcos. Nada provechoso haría en esos rincones la maextra Peña, pues en los días que fue directora de Educación en el Ayuntamiento de Coatzacoalcos, exhibió patética incapacidad para todo, incluso para organizar el desfile de primavera. Sirve sólo para mantener entretenido al profesor Juan Nicolás Callejas Arroyo, líder del magisterio en Veracruz, su padrino y protector, que es tanto como entretener a su abuelito. ¡Qué detallazo!…
 
Aliado de los abusos, Carlos Gallegos Curiel acumula ya la segunda demanda en contra de la Policía Intermunicipal Coatza-Mina-Nanchital-Cosoleacaque. Su récord es de vergüenza, pues en ambos casos el despido injustificado y el pésimo manejo del área jurídica, las torpezas del abogado Julio de Jesùs Sibaja incluidas, tienen a la corporación, y por extensión a la Secretaría de Seguridad Pública de Veracruz, a centímetros de pagar indemnizaciones por cientos de miles de pesos. Trepado en un ladrillo, soberbio y sobre todo arbitrario, Gallegos Curiel, coronel del Ejército y coordinador de la Intermunicipal, convirtió la seguridad en un quecosaedro: robos aquí, crímenes allá, levantones acullá, del que no lo salvó ni el efímero operativo Coatzacoalcos Seguro. Gallegos no escucha a nadie y sí, en cambio, ve cómo el policía Daniel León y el ex jefe de prensa, Ariel Hernández Díaz, quienes buscaron una salida diplomática, acreditan que el procedimiento para separarlos de sus respectivos cargos fue violentado, pues para ellos no hubo audiencia en el consejo de honor y cuando se percató de la metida de pata, pretendió subsanarlo con una fallida maniobra. O sea, fue despido injustificado por las pistolas del coronel Gallegos. ¿Sabrá el secretario Arturo Bermúdez en cuánto le saldrá al gobierno los caprichos de su coordinador?…
 
twitter: @mussiocardenas

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