Ya entrada la noche, allá por las 22 o 23 horas, el primer cuadro de la capital veracruzana se llena de parejitas. Ahí se les ve atrás del parque Juárez, por el Hotel María Victoria, por la calle Primo Verdad y hasta Carrillo Puerto, casi esquina con la Biblioteca central.

Pero no crea que son cualesquier parejitas, ¡no! son parejitas de hombres que caminan a lo largo de las calles con pasos lentos, de miradas inquisitivas, que interrogan y sospechan si pasas junto a ellos... no obstante, son muy respetuosos, o al menos, hasta el momento, lo han sido...

Sin embargo, para que no haya lugar a malos entendidos, esas parejitas de hombres que veo en el centro de la ciudad, ya entrada la noche, son policías de Seguridad Pública.

II
Hace poco, creo que fue el domingo, en el Parque de los Berros, tres motopatrullas, en un programa de acercamiento con los ciudadanos, daban un paseo por esta área, a jóvenes o niños que quisieran subir a la unidad.

La intención, creo, es hacer del policía, un sujeto confiable, a quien se le vea como amigo, como alguien que se deje de ver con recelo. Sí, insisto... la intención es buena pero... dice Dulce María Dauzón que andar dando paseos no es su función, que hay que cuidar en otros lugares, “esto me parece populismo”, remató la precandidata del Movimiento Ciudadano por la presidencia municipal de Xalapa.

III
La foto la maneja “Al Calor Político”, enviada por un testigo del hecho: Un joven, hincado, lee un documento frente a un Policía Vial. El testigo supone que el joven cometió una infracción al reglamento y asume que el oficial obligó al motociclista a ponerse de hinojos como castigo.

Creo que, al volverse público lamentable hecho supuesto por el testigo, mínimo el titular de Tránsito del Estado, Roberto López Santoyo, debería dar a conocer qué fue lo que realmente sucedió y si el oficial humilló al infractor, como lo evidencia la gráfica que exhibe el portal de marras, creo que incurriría en algo que se llama “abuso de autoridad”.

IV
Lamento mucho la muerte de un joven de aproximados 20 años en la colonia Ferrer Guardia. Fue atacado, según cuentan las crónicas policiacas, por pandilleros.

Uno entonces se pregunta: ¿Y la policía? El reclamo en una interrogación a veces parece injusto, pero quien cae en manos de la delincuencia es la pregunta que obligadamente se hace ¿y dónde estaba la policía?

Y digo “parece injusto” porque a ciencia cierta no sé cuántos policías en Xalapa tenemos por ciudadano... ¿1 por 100? ¿1 por 250? ¿o menos? ¿o más?

Pero si convergemos la pregunta y la planteamos así: ¿cuántos elementos de seguridad tiene un funcionario de Gobierno? ¿el gobernador? ¿el secretario de Seguridad Pública? ¿el sub? podríamos quizás dar una respuesta más acertada a ojo de buen cubero: Tiene más que cualquier ciudadano común y corriente. La razón, puede ir porque su cargo lo amerita aunque uno como simple mortal también cree tener una importancia que no se refleja en la vida cotidiana, más cuando la vida de un joven es cegada por pandilleros...

V
La confianza no se gana con paseos ni con concentrar a sabrá cuántos elementos policiacos en el centro de la ciudad.

 

Bermúdez y López Santoyo deben entender que de la noche a la mañana no se va a borrar la imagen que se tiene del policía o del agente de tránsito. Es una tarea difícil, ardua, de todos los días que se puede venir abajo con un homicidio perpetrado en las calles de Xalapa o viendo cómo un agente de vialidad humilla a un joven haciendo que se hinque por infringir el reglamento... y entonces, entenderán que siempre hay que comenzar de nuevo. ¡Vaya! Es como si a un hermoso pastel de blanco merengue le cayera una gota de mierda... ¡ahí se chingó todo!