No es que uno le saque, pero el pánico termina por apoderarse apodera de uno. Y no es para menos. Un día sí y otro también, el hampa, los malandros, la delincuencia vil y hasta la organizada, dan muestras de que ya hicieron de Las Choapas su segundo hogar.
 
Reflexionábamos, sí, usted y yo, sobre la oleada de asaltos que trae locos a los choapenses. Decíamos que tantos robos a casa habitación, no es obra de la casualidad ni son espontáneos. Hay una mano que mece la cuna; hay un cabrón que invita a los delincuentes a hacer de las suyas, y hay otro cabrón que los protege, que les cuida las espaldas, que es su cómplice.
 
Todo eso viene ocurriendo en la zona urbana, donde se supone la policía municipal nos debe cuidar y proteger, pero que en los hechos resulta ser un cero a la izquierda, una nulidad, partiendo de que su jefe, el ex guarura de Renato Tronco, el famoso Wilfrido López Vicente, vive en una colonia donde los delincuentes traen jodidos a los vecinos y no hay quien los pare.
 
Apenas decíamos eso hará un par de días, cuando ya hay más casos de inseguridad. Ahora es en la carretera Las Choapas-Ocozocoautla, donde un empresario, Héctor Nogales, fue interceptado por un grupo de forajidos; lo despojaron de sus pertenecías, dinero, su automóvil y para acabarla de recontrajoder, les cubrieron el rostro, lo esposaron y lo arrojaron cerca de la caseta de peaje de Coatzacoalcos.
 
Pensó que lo matarían. Le pedía a Dios que lo ayudara. Cuando escuchó que guardara silencio, que no los denunciara, supo que lo dejarían vivir. Así de infames son y así de terrible es el miedo.
 
Héctor Nogales los denunció, como debía ser. Su auto no aparece y quizá no lo vuelva a ver, pero salvó su vida, que a fin de cuentas es lo que más importa, o mejor dicho, es lo único que importa.
 
Su caso es uno más. Cientos de personas han sufrido las acciones de la delincuencia en una carretera insegura, cuyos dueños son los bandidos del asfalto, encubiertos por quien sabe quien, pero yo, y quizá usted, se han de imaginar el nombre del cómplice.
 
En territorio chiapaneco eso no ocurre. El problema está en Las Choapas, donde los delincuentes tienen su paraíso y no hay policía que los contenga, que aplique tácticas disuasivas, que realice operativos, y si los hace, pues doblemente jodidos porque no funcionan.
 
No hay día que no sepamos que a los autobuses de pasajeros los asaltan y si no, cuando menos los agreden. Hay listas de muertos, de heridos, de gente apanicada, temerosa, que después de una experiencia así, ya no viven igual. ¿Y saben por qué? Porque el miedo se les metió entre la piel y de ahí no sale.
 
La lógica nos dice que si las instituciones de gobierno, la policía estatal o municipal, el Ejército y la Marina, la policía federal, saben que la súper carretera Las Choapas-Ocozocoautla es de alto riesgo, que todo el tiempo asaltan, que hieren y matan, que hay tramos precisos donde ocurren los atracos, lo menos que debía hacerse es realizar patrullajes, aplicar operativos de inteligencia y desmantelar a los malandros que han sentado sus reales como viviéramos en un estado sin ley.
 
Yo no creo en la ingenuidad de las policías. Si los bandidos del asfalto pueden impunemente cometer un asalto cerca de la caseta de peaje en el entronque Las Choapas-Cuichapa, como le ocurrió al empresario Héctor Nogales, es porque alguien los encubre. Y eso preocupa porque no sabe uno quién es peor: si los delincuentes o quienes tienen la obligación de someterlos al imperio de la ley.
 
El hampa hace lo que quiere. Se traga a las instituciones. Se burla de las frases de los políticos que dicen garantizar la seguridad del pueblo. Lo que vemos es un estado de terror, la anarquía, el triunfo de la delincuencia sobre un gobierno que no cuida de su pueblo.
 
Por eso la carretera Las Choapas-Ocozocoautla se volvió la más insegura de Veracruz. Y no fue casual. Quienes nos deben cuidar dejaron que así fuera. El hampa los rebasó. O mañosamente se dejaron rebasar.
 
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