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Mussio Cárdenas Arellano

Informe Rojo

Los borregos se comen al cacique

24/09/2013 06:30 p.m.
* Callejas Arroyo: el paraíso perdido  * Insultos y reclamos al líder de los maestros * Fidel agita a un sector del magisterio veracruzano  “No podemos dejar que nos tomen las calles”: FGB  * La protesta y la represión  * Lu-pilla sonríe pese a las palizas domésticas  * Theurel imita a Iván Hillman  * Banquetas y guarniciones para completar el desastre
 
 
Se vaya o se quede, se imponga o lo echen, Juan Nicolás Callejas Arroyo da muestras de decrepitud sindical. Lo torean sus agremiados, lo denuncian penalmente, asaltan su feudo magisterial, lo insultan en las calles y sus bases beligerantes lo retan, mientras el viejo cacique apela a sus demonios internos para justificar una revuelta de maestros que nunca, ni por error, llegó a imaginar.
 
Pisoteado, Callejas está en plan deprimente. No pudo contener la furia del magisterio por la reforma educativa, por los derechos sindicales amenazados, por el sistema de evaluación que en el fondo entraña acabar sutilmente con la disidencia, por la inestabilidad laboral, por la pérdida de privilegios. No pudo mantener el control de un gremio que lo toleró hasta el límite pero que hoy lo repudia.
 
Callejas Arroyo enfrenta una rebelión de antología. Ve marchar por las calles a maestros que suponía mantenía a raya con prebendas y comisiones sindicales, con una o dos plazas y con la herencia para familiares. Los ve rabiosos, gritones, insolentes con el Presidente Peña Nieto por su reforma educativa y contra él mismo por el agotamiento de su cacicazgo y porque, a fin de cuentas, lo conciben como un líder corrupto.
 
Los vio tomar casetas de peaje y dejar pasar vehículos con cuota cero, en agravio del erario, del peculio de Caminos y Puentes Federales, tan sólo para ganarse a la opinión pública.
 
Los ha visto en plan radical. Su incontrolado magisterio ha tomado escuelas, ha suspendido clases, ha afectado a los niños que no merecen quedarse sin las letras, los números, el medio ambiente, el cuerpo humano y el civismo. Su magisterio se ha enfrentado a padres de familia que les reclaman su proceder, la inconciencia de cerrar planteles aunque sea su derecho natural a defender su trabajo.
 
Su magisterio ha allanado oficinas de gobierno, tomado delegaciones educativas y la misma sede de la Secretaría de Educación de Veracruz, sin que él, como líder, haya movido un dedo.
 
A Callejas le gusta el juego sucio y si es en la cancha contraria, mejor. Cuando las protestas eran en el DF, en la cancha de Enrique Peña Nieto, el viejo cacique la gozaba. Allá, en la capital, que tomen el Zócalo, que se movilicen a Los Pinos, que cerquen el Congreso, que se planten en la Bolsa Mexicana de Valores, en Televisa, en el monumento a la Revolución. Y acá, en Veracruz, Callejas en la grilla, ultimando su enésimo arribo a la Legislatura, vía una diputación plurinominal, para ser líder de la mayoría priísta.
 
Callejas tiene problemas de vista y el olfato agotado: no vio ni olió cuándo pasó el balón a su cancha. Del bloqueo de autopistas y toma de casetas de peaje, en un instante estalló la suspensión de clases, justo cuando el gobernador Javier Duarte de Ochoa presumía que en Veracruz las escuelas seguían su marcha.
 
Exigido por el gobierno federal, por el gobernador Duarte, por la cúpula del SNTE, Callejas Arroyo no pudo, no quiso o no supo meter orden. Le crecieron los enanos y el circo se le vino abajo. El magisterio desoyó sus llamados, sus arengas a volver a los salones de clases.
 
Su nivel de operación es nulo. Sus operadores regionales son fantasmones que no resuelven. Él, su hijo Juan Nicolás Callejas Roldán, orgullo de su nepotismo y actual secretario general de la Sección 32 del SNTE, y la corte que los circunda fallaron en la encomienda de reencauzar las aguas.
 
Mentir no es bueno y maniobrar es peor. Entre el gobierno de Veracruz y el viejo cacique se firmó un acuerdo que garantizaba derechos laborales, salario, antigüedad, prebendas, premios y todo con lo que el sistema ha consentido al magisterio, pero a cambio había que volver a las aulas.
 
No hay mayor peligro que la pólvora en manos de tarugos, reza el refrán popular. Al verse desoído, Callejas activó una estrategia suicida: primero la descalificación de sus adversarios, de los líderes disidentes, de sindicatos independientes, para quienes tuvo lodo de sobra, y luego la amenaza a los suyos, a las bases del SNTE, y después pretender apretar a sus agremiados.
 
Apeló a sus demonios internos, al fantasma de la guerrilla, a la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación (CNTE) tildándolos de ser factores de desunión y de implementar una labor desinformativa para provocar la revuelta magisterial.
 
Sin embargo, toda pantomima trae sus consecuencias. Callejas fue incapaz de controlar a su gremio ni lo pudo embaucar. Optó entonces por el recurso de la amenaza. Envió a sus bufones a advertir que el regreso a clases era obligatorio y allá quien se resistiera, pues el patrón, o sea la Secretaría de Educación de Veracruz, aplicaría las sanciones de ley, incluida la rescisión de contrato.
 
Hoy está acusado, junto con su hijo Juan Nicolás Callejas Roldán, su máscara en la Sección 32, de enriquecimiento inexplicable, e instado a entregar cuentas de los recursos producto de las cuotas sindicales, las aportaciones de la cúpula del SNTE y el dinero que le traslada el gobierno. Ventilada en la Procuraduría General de la República, la denuncia tiene carácter de ineludible pues se presume lavado de dinero.
 
Su fragilidad es pavorosa. En respuesta, los maestros que lo increpan tomaron la sede sindical de las secciones 32 y 56 del SNTE, en Xalapa; retuvieron las escuelas en paro, pese al intento de padres de familia de abrirlas y forzar el inicio de clases; exigen la destitución de Callejas Roldán y una profunda investigación sobre la fortuna del viejo cacique, sus ranchos, sus casas, sus automóviles, sus cuentas bancarias.
 
Protagonista de su propia debacle, Juan Nicolás Callejas Roldán no atina a contener a un gremio que lo rebasó y que hoy exige su cabeza. La revuelta de sus borregos, como se hacen llamar, crece y no hay cómo frenarla, mientras el dirigente magisterial se mantiene estático, azorado.
 
Rebasado por sus bases, el viejo cacique es espectador de primera fila en un filme que trata del desmoronamiento de su propio imperio.
Sólo es cuestión de esperar.
 
Archivo muerto
 
Siniestra su mano, Fidel Herrera mueve a un sector del magisterio veracruzano. Mansos como son, institucionales, soldados del sistema, aplaudidores de candidatos y gobiernos priístas, sorprende ver a maestros en paro de actividades, en las calles, la protesta en sus labios, la mentada al Presidente. Unos se mueven porque ven sus derechos laborales en riesgo, pero a otros les mece la cuna el fidelismo. Refieren los reportes del CISEN que un núcleo de esa agitación es movida por los tentáculos de la fidelidad para sabotear la reforma educativa, para provocar la negociación, la inserción del ex gobernador en la política nacional, vetado como está por Enrique Peña Nieto, quien lo quiere lejos y más cuando el incendio jurídico de Pancho Colorado, los caballos para Los Zetas y el juicio en Austin está por alcanzarlo de nuevo. Fidel le agitó a un sector del magisterio en Veracruz y quiere en su mesa, frente a frente, al Presidente Peña Nieto. ¿Habrá medido el zarpazo del tigre?…
 
“No podemos dejar que nos tomen las calles”. De los labios de Fernando Gutiérrez Barrios, la frase resumía la visión del régimen echeverrista ante la revuelta estudiantil. La consigna el general Jorge Carrillo Olea, entonces miembro del Estado Mayor Presidencial, en su libro ‘México en Riesgo’. FGB, subsecretario de Gobernación, advertía cómo transpiran represión los grupos en el poder, sea quien sea el presidente. En aquel 1971, el 10 de junio, el Jueves de Corpus dio cuenta de que el sistema no se deja tomar las calles. Usó el gobierno echeverrista a los halcones, asesinos entrenados en Japón, en la nómina del gobierno capitalino, y aplastó el ímpetu de los universitarios que sólo pedían un régimen de libertades, ni un preso político en las cárceles, que el PRI dejara de ser el único partido con acceso al poder, que no se reprimiera la libertad de expresión, que ellos pagaron con sus vidas y que hoy muchos mexicanos gozan. Cualquier semejanza con lo que hoy ocurre con los maestros, no es coincidencia, es realidad. Tomarle las calles al gobierno es una afrenta política y el sistema cobra facturas, así sea con la fuerza bruta. Es el modus operandi del Estado opresor…
 
Estoica, Lu-pilla aguanta vara. Se le ve sonriente, bien portada, en todo acto público, consumada actriz que cumple puntual el guión teatral que le tocó interpretar. Va a todas, a arranques de obra, a entrega de parques, a eventos políticos, a seguir cultivando una imagen que ya dio de sí, su futuro en el aire. En tres meses más la burbuja reventará. Volverá la princesa a su rol de Cenicienta, sin reflectores ni reseñas de prensa, rumbo al olvido y la opacidad. Hoy se le ve sonreír pese a las felpas, reclamos, el insulto que cala, el asedio diario, tomada como sparring de box y muchas, muchas veces, haber quedado peor que el Canelo tras su aventura ante a Mayweather. Firme, de una pieza, aguantó Lu-pilla la violencia intrafamiliar, el instinto criminal y los desvaríos de Marcos, el maltrato frente a todos. Era el precio que pagó por su derecho a saquear arcas, por invadir un espacio político ajeno. Lo bueno es que en tres meses más se acaba el show, ella y su fauna sin cabida en Coatzacoalcos. Y a enchinchar a otro colchón…
 
Imitador de Iván Hillman, otrora peor alcalde de Coatzacoalcos, Marco César Theurel Cotero —“Te rompo tu puta madre”— causa pena ajena. Dilapidó miles de millones y hoy construye banquetas y guarniciones, sin arroyo vehicular. Es su legado a las colonias, sin reparar en lo fallido de esa técnica. Iván Hillman hizo lo mismo, como coartada para justificar gastos que nadie vio y menos se podían comprobar. Si eso lo había hecho pasar a la historia como el peor entre los peores —amén de una obra nula que le costó al pueblo 2 mil millones de pesos perdidos entre la tesorería y las gasolineras del ivanismo—, Theurel quiso transitar por la misma ruta y ganarse, por supuesto, la condena popular. Iván El Terrible puede estar tranquilo. Theurel lo superó…
 
twitter: @mussiocardenas

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