¡Uta! Ora resulta que el callejismo es violento. Ellos, que se decían institucionales, que están del lado de la autoridad, los que acusan a los del Movimiento Magisterial de ser de lo peor, quieren recuperar las escuelas a punta de madrazos y piquetes de ojos.

Juan Nicolás Callejas Arroyo, el viejo cacique del magisterio, se siente El Pantera. Tira piña a diestra y siniestra. En Las Choapas, su feudo, donde usa por igual a sus familiares y maestros como peones en sus casas y ranchos, ya le dio por hacerse justicia por mano propia, por reactivar las clases aunque corra sangre.

Ya lo intentó en el jardín de niños Bertha Von Glummer, pero su gente hizo el ridículo. Llegaron, quisieron quitar los candados, retirar las cadenas, abrir la puertas, y nada. Un mono, esposo de una maestra callejista, se trepó a la reja. Después se hizo de palabras con una madre de familia, a quien terminó lesionando en una mano.

El equipo robocop del profe Callejas parece de peluche. Quiere imponer miedo y termina dando risa. En la secundaria Lázaro Cárdenas ni se mete no vaya a ser que salgan en ambulancia. Lo mismo en la Artículo 123, donde van a ir por lana y saldrán trasquilados.

Como en las escuelas que importan no pueden, entonces se fueron al campo. En la comunidad Benito Juárez la hicieron de jamón aunque sin exponer el pellejo. Allá usaron a los padres de familia que están inconformes con la directora y el esposo, dos maestros que viven en el plantel y que hasta granja con gallinitas y pollitos tienen.

Azuzaron a los padres de familia y ellos, que justificadamente reclaman clases para sus hijos, se apoderaron de la escuela. O lo que es lo mismo, los papás le hicieron la chamba. Pero ahí estaban los agitadores del cacique Callejas, dirigiendo las acciones: el ex regidor Severiano López Callejas, pariente de Juan Nico, y la profesora Juana López Ochoa, quien en su automóvil transportaba a dos reporteros. Par de tenebrosos.

Los callejistas se quedaron con la escuela pero van a ser denunciados por las amenazas que les lanzaron. El agente del MP, Adrián Eduardo Gómez Ortega, se hace güey negándose a darle curso con el cuento de que es problema administrativo. Ándele cabrón. Nomás que siga así y lo van a trabar en Derechos Humanos.

Juan Nico ya no sabe ni qué pex. Le tomaron cientos de escuelas en Veracruz. Lo rebasaron. Le tomaron la sede del sindicato, la Sección 32. Y cuando eso le pasa a un dirigente es que ya valió queso. Su liderazgo no era de oro sino fierro pintado. O sea, Callejas es un fraude.

Pobre viejo, a su edad y haciendo el ridículo. El gobernador Duarte le dijo que viera como chingaos recuperaba las escuelas y lo único que se le ocurrió fue usar a sus gatos para meterse violentamente, porque sólo para eso sirven estos pobres diablos.

 

Al viejo Juan Nicolás lo que menos le importa es la educación. Y a sus grupos de choque, menos. Lo que quieren es el poder político y enriquecerse.

Para nadie es un secreto que recursos municipales —de Las Choapas y Coatzacoalcos— bajo los gobiernos de Marcos Theurel Cotero y Renato Tronco Gómez, por las “gestiones” de la diputada federal Patricia Peña Recio han sido desviados para acondicionar sus propiedades.

Callejas Arroyo es un viejo jijo que no tuvo empacho en embarcar a su sobrino Albino Pérez Callejas en la aventura de ser candidato a la presidencia municipal y luego sin rubor prostituirlo políticamente para que terminara apoyando a los Tronco y a ver qué migaja le arrojan. Por esa falta de congruencia, a Albino ya le advierten en los corrillos sociales y políticos de Las Choapas, que ante su complicidad en los últimos acontecimientos, “jamás llegará a la alcaldía de Las Choapas”.

Si eso hace el viejo cacique del magisterio con su familia, qué le ha de importar si tiene que abrir las escuelas a chingadazos. De la educación de los niños que luego se ocupen sus porros con título de “maistros”.