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Juan Ciudadano

Los Gobernados

Mata la cultura y crea pandilleros

08/10/2013 11:25 a.m.

Los malandrines no nacen, se hacen. A veces los hacemos todos, los padres, los hermanos, los amigos, el gobierno. Se vuelven malvivientes porque el medio los moldeó, los absorbió así y cuando vinieron a ver, ya orbitaban fuera de la sociedad.

No dudo que algunos ya lo traigan. Son delincuentes ADN, que si herencia del padre o la madre, que si por el abuelo o alguien más. Pero hay otros a los que la familia en el camino los echó a perder. Ya veían que el padre madreaba a la mamá, que se iba de la casa y no sabían cuándo volvería, o que si todos los días andaba ebrio y le soltaba una chinga a quien se le pusiera enfrente.

Los estudiados le llaman desintegración familiar: el papá como los chupamirtos, picando de flor en flor, sin dar nada a la casa y eso sí, cuando llegaba de sus giras artísticas había que tratarlo como pachá; la mamá aguantando las explosiones del marido, golpeada y sobajada pero sin permitir que nadie hablara mal del ogro porque así es la vida y hasta que la muerte los separe; los hermanos en su rollo, unos en el chupe, otros en la droga, la hermana en el ligue, a ver si llega algún valiente que la saque del infierno.

Los hijos de la mala vida son carne de cañón de la delincuencia. Son como las fuerzas básicas en un equipo de futbol. Algún día jugarán en el equipo grande. Hoy que piensen en su desgracia, que aniden resentimientos, que renieguen de los valores, de las bondades. Y así se van formando los pandilleros del futuro, los próximos narcos o los seguros asesinos.

El pandillerismo es un problema que crece. Es un cáncer social. En Las Choapas va en aumento. Viene de los problemas familiares pero también de la falta de políticas públicas para atender a los jóvenes.

El pandillerismo pudiera evitarse su hubiera un núcleo familiar sólido, con valores y con respeto, donde se enseñe que el trabajo es lo mejor; que la escuela te formara para ser un mejor individuo; que la cultura y el deporte te mantenga sano, y que la religión es, pese a lo que se diga de ella, un freno moral que ayuda a normar conductas, que ayuda a distinguir lo bueno de lo malo y que permite actuar con dignidad, defender la dignidad propia y respetar la dignidad de los demás.

En Las Choapas hay un desdén por los jóvenes. No le importan a quienes gobiernan. Les vale si hay espacios deportivos y, peor, si hay sitios para fomentar la cultura. La cultura está en el abandono, sin que el gobierno tronquista le haya invertido al teatro, a la música, al folclor, a la pintura, a la escultura y a toda expresión artística.

Al grupo en el poder, con la ignorancia como sello de la casa, no sólo le vale gorro la cultura sino que es su asesino. Eso se le da. Es el autor intelectual de un crimen cultural. No lo hizo con sus manos, sino que dejó que otros lo hicieran. Les digo: eso de ser autor intelectual se le da.

Su alcaldía sumió en el abandono a la Casa de Cultura Frida Kahlo, fundada a mediados de los años 80 cuando los petroleros gobernaban. Onésimo Escobar Gómez, que era el cacique sindical, y Fernando Guzmán Esteva, quien era presidente municipal, otorgaron las facilidades y consumaron aquel sueño. Había un centenar de alumnos y maestros entusiastas que dieron los primeros talleres.

Hoy los jóvenes están sumergidos en las tecnologías. Tienen la mente atrapada en el Facebook y en el Twitter. Ya no piensan en la cultura y las escuelas tampoco lo fomentan. Lo peor es que el gobierno municipal es el menos interesado.

Como dice la fundadora de la Casa de Cultura Frida Kahlo, Miriam García Romero, al gobierno no le conviene que la juventud despierte del mundo pasivo e ignorante en que se encuentra. Y tiene razón. Si los jóvenes se cultivan, si leen, si expresan, se vuelven críticos, pero también se mantienen sanos y su mente limpia.

Eso no les conviene. Y como no quiere que los jóvenes tomen conciencia de su realidad, qué mejor que matar la cultura. Por eso el abandono en que tiene a la Casa de Cultura Frida Kahlo. El ayuntamiento sólo paga el recibo de luz, el agua y aporta una mínima cantidad. Quienes la dirigen tienen que hacer milagros para cubrir los gastos y remozar las instalaciones.

El contraste es revelador. Renato Tronco mató los intentos de hacer cultura en Las Choapas. Le canceló una opción a los jóvenes para canalizar sus inquietudes y ahora crece dramática y peligrosamente el pandillerismo, mientras la policía municipal es usada en eventos sociales o sus elementos son habilitados como guaruras de la pandilla tronquista, al tiempo que las colonias están a merced del hampa. ¿Se merece eso Las Choapas?

(Comentarios y tips a: [email protected])

 


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