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Salvador Muñoz

Los Políticos

Círculos ovoides

08/10/2013 11:48 a.m.
Un grito despertó al chamaco: “Levántate, huevón… vas a llegar tarde a la escuela”. Un zangoloteo acompañó al imperativo seguido de unas sábanas y cobertor que caían al suelo.

Se levantó y medio adormilado, vio dirigir a su madre a la cocina, donde fue recibida por su papá: “¡Apúrate vieja!, no seas huevona y dame el desayuno que ya es tarde… ¿ya se levantaron los huevones?” Sí, se refería a él y su hermana, que ya estaba en el baño con la puerta cerrada.

El señor salió en su auto. Tenía quince minutos para llegar y tenía que luchar contra la hora pico que ya se desataba en esa hora en las calles y avenidas de su ciudad.

Un ¡Piiii! repetido hasta el cansancio con la estúpida idea de creer que si hacía escándalo con su claxon, el tráfico se movería más rápido. Sólo consiguió que el taxista que pasó a su lado le gritara: “¡Ya cállate. huevón! Levántate más temprano si no quieres que te agarre el tráfico”. Una mentada de madre fue su respuesta como dejo de impotencia.

El tráfico avanzaba lento y el tiempo aprisa. Seguramente eso no lo tuvo contemplado Albert Einstein. Se asoma al carril contrario y ni un carro viene en ese sentido. Sin pensarlo, sale de la vía y entra a toda velocidad en el otro carril. Y justo cuando iba a llegar a la avenida, entra de golpe una patrulla que le cierra el paso…
“Que no sean los huevones de la policía especializada, que no sean los huevones de la policía especializada”, pensó y rogó para sus adentros.

Un oficial se bajó de la unidad y entonces se percató que eran agentes de tránsito. El oficial se dirigió con la seguridad de tener por los “tompiates” al infractor. Pidió orillar su carro para no entorpecer el tráfico y luego los documentos.

—Muy bonito… ¿te sientes muy huevón, verdad? Mira que meterse en sentido contrario ¡y a toda velocidad! ¿Qué tal si chocas?
—Discúlpeme oficial, pero se me hacía tarde para llegar a mi trabajo…
—Si es eso, nos hubieras dicho… ¡ahorita te abrimos paso para que llegues!
—¿De verdad, oficial?
—Claro que no, huevón, levántate más temprano si quieres llegar a tu trabajo puntual… aquí está tu multa…

Continuó entonces su camino con el susto de su vida y una multa… de milagro no le sacaron para los chescos… y entonces, al incorporarse a la avenida para llegar a su trabajo, la catástrofe: ¡Una manifestación se dirigía al centro de la ciudad! “¡Poca madre! ¿Y ahora qué quieren esos huevones?”

La vuelta de rueda se apoderó del tráfico nuevamente… ¡los 10 minutos de tolerancia! ¡Aún tenía los 10 minutos de tolerancia!
Cuando en una intersección los maestros se separaron de la avenida, el tráfico se desahogó un poco, lo suficiente para acelerar el paso vehicular y también, con lo suficiente para al pasar, gritar a los manifestantes toda su frustración: “¡Huevones! ¡Pónganse a trabajar!”

Llegó al estacionamiento e ignoró al lavacarros que le ofrecía sus servicios de limpieza automotriz… por la prisa, tampoco escuchó el murmullo que éste le lanzó ante su despectiva actitud: “¡Pinche huevón! de seguro se le hizo otra vez tarde”.

Subió corriendo las escaleras. En su mente, sólo tenía los 10 minutos de tolerancia y cuando llegó, el reloj marcaba las 9:10. Metió la tarjeta y… ¡9:11! Justo en ese momento cambiaban las manecillas lo que le daban el enésimo retardo de la quincena.
Entró a la oficina con un seco “Buenos días” y no faltó el que le respondiera: “¡Buenas noches!”

Se sentó y cuando prendía su computadora, llegó el déspota de su jefe: “¡A ver, huevones… tenemos que sacar estos oficios antes de la salida a comer… así que a chambear… y en especial tú, huevón, que acabas de llegar”.

Llega a su casa a las siete de la noche… se sienta en la sala… ni siquiera saluda a su esposa… toma una cerveza… y se queda dormido viendo la televisión…

En eso llega su hijo. Su equipo, el Barcelona, ganó con un gol de él pues hace unos minutos estaba transformado en Messi. “¡Ganamos, mamá, ganamos!”
—Cállate m’ijo, no ve que está durmiendo su papá…
—¿Tan temprano? ¡Qué huevón es!

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