Yo, que tengo perspicacia y ojo clínico, veo y percibo que el movimiento magisterial, con su rechazo a una reforma educativa maquillada, ya pegó, ya contagió a otros, y así va a ir sacudiendo a muchas esferas de la sociedad hasta ir conformando una rebeldía total.
 
Ya hizo que los jóvenes vayan tomando conciencia y, mínimo, se pongan las pilas, le digan al gobierno que sí, que queremos mejores escuelas y mejores maestros, pero desterrando vicios y transas, negocios al amparo de las cuotas escolares y ese abandono de las aulas que insulta y ofende porque la educación no debiera ser así.
 
Los del CBTIs 113 ya se organizaron. Conformaron su comité estudiantil y realizaron la toma del plantel para exigir educación de calidad; maestros con compromiso, que den clases y no sólo cobren su salario; maestros de inglés, de biología y química, con los que actualmente no cuentan; talleres bien acondicionados; una biblioteca con suficientes libros y con instalaciones decentes; el área de cómputo con equipos actualizados y con un buen software; que se fomente el deporte y la cultura; que sea techado el patio de la escuela para que los alumnos no se mojen cuando llueve; que haya condiciones de higiene y seguridad; que se remocen los salones para evitar que se filtre el agua, que se cambien los pizarrones, que les coloquen chapas a las puertas, que se adquieran proyectores, y decenas de inquietudes más.
 
De todo lo expuesto hay dos puntos medulares: la aplicación de las cuotas escolares y el manejo de la cafetería del plantel. Eso, dicho en cristiano, es dinero. Y ahí está el foco de la corrupción.
 
En el CBTIs 113 el problema está en el abandono. El director Víctor Manuel Zárate Ponce y la delegada sindical, Themis Cobos, quisieran que nadie, ninguno de los alumnos abriera la boca, que ninguno respingara, que ninguno aleteara y que ninguno reflexionara sobre por qué la educación que reciben es de mala calidad.
 
Los jóvenes estudiantes reclaman saber qué uso se le da a las cuotas escolares y quién carajo se está quedando con las utilidades de la cafetería del plantel. Saben que los recursos que requiere el CBTIs 113 ahí están pero que unos se reparten la cochina y todos contentos.
 
Ellos quieren transparencia. Los jóvenes estudiantes tienen razón en indignarse, en exigir cuentas claras, porque tienen que padecer falta de maestros, salones y talleres pinches, cero cultura, menos cero deporte, una biblioteca sin libros, un salón de cómputo con equipos del año de la cachimba, y que no se puedan titular como técnicos quienes cursan el laboratorio de análisis clínicos porque no están certificados, mientras los recursos se los están agallando dos picudos que no le rinden cuentas a nadie.
 
En el CBTIs 113 no hay sociedad de padres de familia ni comité estudiantil. O sea, no hay quien vigile las finanzas, pero sí hay quienes sufren las carencias. Los jóvenes quieren que sus padres tengan acceso a los recursos derivados de las cuotas escolares y al manejo de la cafetería. En una palabra, quieren que el CBTIs 113 deje de ser un negocio mientras ellos tienen que estudiar en condiciones deplorables. Quieren que la sociedad de padres y el comité estudiantil sean reconocidos y que tengan voz y voto.
 
Un maestro con vocación hubiera reaccionado con gallardía y enorme satisfacción al ver que los alumnos expresaban su compromiso con la educación. Un maestro con vocación sí, pero no Zárate Ponce. Por un lado trató de confundir a la comunidad estudiantil cuando descalificó el llamado de los jóvenes a la asamblea a la que convocaron para el viernes 25 y dijo que esa reunión no era válida.
 
Y peor cuando fue a la casa de algunos de los organizadores de los alumnos a intimidarlos, a conminarlos a bajarle a su radio y a dejar el escándalo por la paz.
 
Hágame usted el refabrón cavor. El director del CBTIs, así como la delegada sindical Themis Cobos y un intendente con apodo de oso mielero, El Yogui, que se confrontan con los estudiantes y los quieren amedrentar, en vez de tomar el reto y mejorar la educación.
 
La educación es cosa de todos. Pero para lograrla, hay que darle condiciones dignas a los estudiantes, buenos maestros, talleres bien equipados, calidad.
 
Para eso hay que echar a rodar cabezas, deshacerse de directivos transas, que ocultan en qué se gastan el dinero y dirigentes sindicales que los solapan y que se llevan su rebanada del pastel.
 
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