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Juan Ciudadano

Los Gobernados

Aparte de ignorante, prepotente

04/04/2014 11:03 a.m.
Si no sabes, habla, y si te replican, grita. Esa es la mejor defensa de los mediocres. Y así lo hace Anabel Aguilar Morales, la presidenta de la Junta Electoral, cuando le dicen que incurre en irregularidades, que la elección de agentes y subagentes municipales está chueca, que hay fraude y que ella, por si no lo sabía, es la responsable.
 
Grita la señora y se pone agresiva, como león hambriento, que tira zarpazos para replegar a quienes lo encaran.
 
Eso le pasa por ignorante, porque no conoce la ley y porque con prepotencia, y a grito pelado, quiere evadir su responsabilidad en el fraudazo electoral de Huapacalito, donde le aplicaron el ratón loco a los votantes y ante la impugnación de una de las candidatas se pone como diabla.
 
Anabel Aguilar es tan sucia como su madrina, Erika del Carmen Reyes Escobar, que presidió el consejo electoral municipal en los comicios de 2013 que resultaron todo un cochinero, al grado de que el Tribunal Electoral Federal echó por tierra la elección y ahora hay que ir a un proceso extraordinario.
 
Anabel es parte de la misma banda. Es la contralora del concejo municipal, el que gobierna provisionalmente hasta que se elija de nuevo al alcalde. Ahí la puso Tronco a través de su empleado Miguel Ángel Lendechy, y como es manipulable y se presta a todo, está ahí para cubrir cualquier irregularidad.
 
Anabel no se gobierna sola. Todo mundo lo sabe. Es la testaferro de Erika Reyes, a la que le aprendió las marranadas de las elección de alcaldes y en la que se traslucen los resentimientos de la mapacha mayor.
 
Erika no supera el golpe que le dio el TRIFE. Sólo tres elecciones se invalidaron en Veracruz y una de ellas fue la de Las Choapas. El fraude fue mayúsculo. Pese a los reclamos de robo de votos y relleno de urnas, actuó con burda parcialidad, evitó un conteo de boletas que diera certeza a la elección y generó las condiciones para que se invalidara el proceso. Y eso sólo les pasa a la gente torpe y descarada.
 
Ahora su alumna va por las mismas. Anabel Aguilar permite que se aplique el ratón loco; que los votantes de un ejido los lleven a votar a otro; que los votantes de un ejido o congregación sean rasurados del padrón; que sólo se destine un mínimo de boletas a sabiendas que hay el doble de votantes para que sólo los que lleguen primero puedan emitir su sufragio.
 
Y cuando una de las candidatas, como Herminia Correa Hernández, documenta las irregularidades, le niega su derecho a la impugnación. Y lo hace con prepotencia, a gritos, con altanería, sin educación, ignorante que eso —negar ese derecho— se llama delito electoral y para ello hay responsabilidad penal.
 
Ya es conocida por la agresividad con la que trata a quienes participan en el proceso municipal por las agencias. Es grosera e irrespetuosa. Ofende con sus palabras pero peor con su falta de clase, haciendo evidente los temores del tronquismo, del que ella es parte, a encarar una derrota en las elecciones rurales.
“Háganle como quieran” es la frase favorita de Anabel Aguilar, como si estuviera por encima de la ley; como si no existiera la Fiscalía Especializada para la Atención de Delitos Electorales donde va a ir a parar su caso; como si los gritos tuvieran más valor que la jurisprudencia.
 
Carente de personalidad, de educación, de sentido común, cree que basta con ser parte de la servidumbre del gobierno local para violar la ley, para negar un derecho consignado en la Ley para la Protección de los Derechos Políticos de los Ciudadanos, y que tarde o temprano, una vez que el procedimiento se ponga en marcha, la pondrá a un paso de la cárcel.
 
Anabel Aguilar Morales es una vergüenza porque se asemeja a su mentora, Erika Reyes Escobar, y porque ni una ni la otra tuvieron la decencia de cuidar el rol que jugaban en los procesos electorales que les tocó presidir.
 
Una impugnación es un derecho ciudadano y nadie, ni Anabel, con todo y sus gritos de verdulera, con su desprecio a la prensa y a la libertad de expresión, lo pueden conculcar.
 
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