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Juan Ciudadano

Los Gobernados

Coatza: El muerto nuestro de cada día

08/05/2014 08:32 a.m.

Mínimo, mínimo, hay un muerto por día en Coatzacoalcos. O un extorsionado, o un desaparecido, o una mujer violada. Y algunos se mueren de plomonía. Hay violencia. Hay inseguridad. Y hay la creencia de que la policía no funciona, o funciona a favor de la delincuencia.

La violencia es inevitable, escuché decir a Agustín Acosta Lagunes, el ex gobernador, cuando en Veracruz mandaba la Sonora Matancera; cuando los caciques imponían su ley, cuando a Felipe Lagunes Castillo lo sacó un comando de su casa, lo arrastró, lo torturó y lo mató; cuando Cirilo Vázquez agitó el sur y se convirtió en caudillo de horca y cuchillo.

Y sí, la violencia podrá ser inevitable, cuando quienes mandan, los gobernadores y los alcaldes, no previenen el delito, no desmantelan bandas criminales, no llevan a los delincuentes ante la justicia y no nos hacen la vida más llevadera.

En Coatzacoalcos es así. Leo todos los días notas de muerte. Cada día desaparece gente, o les quieren robar su automóvil y al resistirse los matan, o los hallan en canales de aguas negras, o enterrados en la playa, o tirados a la puertas de su hogar.

El Coatzacoalcos violento ahí está, con todo y su Mando Único Policial, con el despliegue de elementos y patrullas, con toda su publicidad.

William Michel Molina Javier apareció en la colonia Puerto México, cerca del centro, sin vida. Estaba vendado de los ojos y amarrado de la manos. Presentaba un disparo en el muslo izquierdo que le destrozó la femoral. Por ello se desangró, aunque tenia un torniquete, lo que hace pensar que sus asesinos o alguien más trató de contenerle la hemorragia. Fue una ejecución.

William estaba con su novia. De pronto llegó una camioneta blanca. Varios individuos lo subieron y se lo llevaron. La novia le habló a la mamá y le dijo lo que había ocurrido. La señora pensó que luego regresaría.

William había estado recluido en el penal Duport Ostión. Era un ex convicto. Purgó una condena por delitos contra la salud. Hay la creencia de que quienes se lo llevaron eran elementos de la Agencia Veracruzana de Investigaciones (AVI). O sea que serían judiciales los sicarios.

Otro caso fue el del catedrático de la Universidad de Sotavento, Antony Jiménez Cárdenas, a quien asesinaron por robarle su camioneta. Lo hirieron en el lugar del atraco. Le asestaron cuatro disparos, dos en las piernas, uno en el abdomen y uno más a la altura de la clavícula, cuya trayectoria hacia la caja torácica provocó su muerte.

William se resistió al asalto. Según versiones de la policía se opuso a que los delincuentes se llevara su camioneta Patriot. Lo pagó con su vida.

Uno más es el de un joven herido sobre las vías, cerca de la colonia Santa Rosa, donde vivía. Recibió el impacto, siguió caminando y cayó abatido a las puertas de su hogar.

La violencia está fuera de control. El Consejo Coordinador Empresarial de Coatzacoalcos lanza voces de alerta. Su presidente, Jorge Arboleya Pastrana, dice que el Mando Único Policial está rebasado por la delincuencia común y que hay que aplicar nuevas estrategias para enfrentar los asaltos porque las que se aplican no funcionan.

Los estudiantes de la Universidad de Sotavento marcharán para exigir que las autoridades se apliquen. Ya les mataron a un catedrático y hay temor.

El caso de William Michel Molina Javier es peor. Había salido de a cárcel, lo levantaron y todo hace suponer que los sicarios eran judiciales de Veracruz.

La violencia ahí está. No es inevitable, como decía Acosta Lagunes. La violencia es el flagelo de la sociedad actual y son las instituciones las que la deben enfrentar. Deben desterrar la impunidad y la complicidad. Si desde dentro se protege a los criminales, no hay futuro para los ciudadanos. Y si se les protege es por corrupción.

Coatzacoalcos tiene su muerto de cada día. Ya sea que los maten los judiciales o los criminales, que los levanten los buenos o que los levanten los malos. Es una constante que la sociedad no puede ni debe permitir.
 
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