Me late que este general no es general y que de seguridad pública sabe lo que yo de astrofísica, pero lo que sí está claro, es que el negocio de Arturo Bermúdez Zurita no está en el combate al crimen sino en lo contrario, en que la delincuencia cada vez esté peor.

 

Síganme y díganme si no.

 

La violencia está de pelos, los matones se pasean por la ciudad, las ejecuciones han regresado, cada vez hay más asaltos a casas-habitación, se roban carros, te roban la cartera, secuestran al vecino, extorsionan al compadre, violan a la conocida. Uta, esto es el infierno.

 

Y luego nos soplamos las declaraciones del gobernador Javier Duarte: En Veracruz no pasa nada; llegaremos hasta el fondo caiga quien caiga; hemos abatido los crímenes de alto impacto; estamos preparando una mejor policía, acreditable, con los mayores estándares del país.

 

Y ni qué decir las del secretario Bermúdez: hemos depurado a nuestra policía y se han quedado los mejores; el Mando Único Policial actúa en la legalidad; en seguridad pública hay avances notables; los exámenes de confiabilidad son inamovibles.

 

Y yo me veo al espejo y digo: soy yo o son estos changos los que están en otro mundo.

 

La violencia está por todo Veracruz. A diario hay robos, asaltos, cristalazos, casas desvalijadas, negocios allanados por delincuentes, y la mano del crimen organizado que secuestra, extorsiona, se lleva migrantes, se lleva chicas y las prostituye, se lleva niños y dispone de sus órganos.

 

Y ante todo este clima aterrador, el secretario Bermúdez se suelta con frases tan cargadas de optimismo que dan ganas de apretarle el pescuezo porque agravia a las víctimas y a las familias que sufren por el ser querido muerto o al que ya no van a volver a ver.

 

Cualquiera diría que a Bermúdez Zurita le vale lo que pasa en Veracruz. Le vale porque es sabido que su negocio, su verdadero negocio, está en la seguridad privada, la que cada vez es más socorrida por la sociedad.

 

Los veracruzanos ya no creen en la seguridad que ofrece el gobierno.

 

La seguridad pública se ve como cómplice de los delincuentes.

 

La gente ya no confía en el policía, ni en el Ministerio Público, ni en los jueces. Por eso no denuncia, porque sabe que más tarda en hacerlo, que los delincuentes son avisados por el personal del aparato de justicia y vienen las represalias.

 

La seguridad pública ya no es garantía para la población. Ahora la sociedad comienza a organizarse. Se forman grupos de vigilancia para autoprotegerse. Y un buen número de vecinos han optado por contratar los servicios de las empresas de seguridad privada.

 

Ahí es donde entra Arturo Bermúdez Zurita.

 

Al secretario de Seguridad Pública de Veracruz le han encontrado decenas de negocios. Pero hay uno que llama la atención. Se llama GPA y se dedica a instalar alarmas en domicilios, oficinas y negocios particulares ante el incremento de la delincuencia.

 

Asómbrese paisano. La seguridad pública de Veracruz está por los suelos y Bermúdez haciendo negocio con el temor de la gente.

 

Ahí les va de nuevo: la policía de Bermúdez no puede con los delincuentes, el pueblo ve cómo aumentan los robos a casas-habitación y decide contratar los servicios de vigilancia privada. Y uno de los que da el servicio de alarma es el secretario Bermúdez.

 

Negociazo redondo. Y no se dude que también esté atrás de las empresas que proveen de policías para cuidar casas, negocios, oficinas, bancos. O de las que proveen de patrullas, equipos de radiocomunicación, chalecos antibalas, uniformes.

 

Así sí me explico por qué la inseguridad va para arriba. O por qué la policía está rebasada por la delincuencia. A menor seguridad pública, más se requiere seguridad privada.

 

Y todavía se le ocurre a Bermúdez salir con sus chistes insípidos cuando los reporteros le preguntan por qué no se suministran patrullas a algunos municipios. “Si tú me prestas dinero las puedo comprar mañana”, le dijo a la periodista que lo cuestionó.

 

Qué onda con el general. Incapaz, negociante y cascarrabias.

 

(Comentarios y tips a:[email protected])