¿Tienes el valor o te vale? Pues le vale. Javier Duarte no tiene el valor de gobernar para el pueblo, ni con el pueblo, ni escuchando al pueblo.
 
Presume de demócrata pero no lo es. Si así fuera, sus decisiones se atendrían al sentir popular, a la vox populi, a lo que el pueblo dijera, pidiera o exigiera, a las voces ciudadanas.
 
Pero no. El gobernador de Veracruz prefiere simular e imponer en los órganos de interlocución a quienes le puedan servir de comparsa. Y eso no es democracia; es farsa, circo y teatro.
 
Un verdadero gobierno, que tuviera el valor de discutir los temas sociales con sus gobernados, promovería consejos ciudadanos autónomos, sin vínculos con el Poder Ejecutivo, ni con el Legislativo, sino electos por las organizaciones no gubernamentales, con independencia que contribuya a que el poder tome mejores decisiones.
 
Eso sería un gobierno con valor. Pero el de Javier Duarte ni tiene valor, ni él es un demócrata.
 
Se le acaba de chorrear el aceite al carro del duartismo. El Congreso de Veracruz aprobó reformas al sistema jurídico en materia de seguridad pública, entre ellas la creación de consejos ciudadanos. La propuesta no es mala, pues está contemplado que la sociedad opine y aporte opiniones sobre como mejorar el ámbito de la seguridad.
 
Lo que está fuera de la realidad es el afán enfermizo del gobernador de controlar todo. Y dígame si no. Javier Duarte, según la reforma aprobada, está facultado a sugerir quiénes serían los siete integrantes del consejo ciudadano de seguridad. Y eso huele a dedazo.
 
Por eso se armó la polémica. Dos diputados, Fidel Robles Guadarrama, del Partido del Trabajo, y Julen Rementería del Puerto, del PAN, expresaron su desacuerdo. Dijeron que eso es lo mismo de siempre: el ejecutivo propone a sus incondicionales y por obvias razones, los consejeros le aprueban todo.
 
Según la propuesta, que ya aprobó el Congreso con el voto mayoritario del PRI y algunas rémoras que les acompañan, el gobernador podrá seleccionar a los integrantes de los consejos de seguridad entre organismos e instituciones, como podrían ser barras y colegios de abogados o universidades.
 
Eso ha sido siempre. Dicen que seleccionan a los mejores y resultan ser los peores. Algunos, con fama de juristas, llegan a los cargos para decirle sí a todo lo que propone el gobernador.
 
Fidel Robles propuso que sea el Congreso, y no el gobernador, el que seleccione a quienes van a integrar los consejos ciudadanos de seguridad. Julen Rementería expresó que los órganos e instituciones de las que se nutren esta clase de consejos, a menudo están alineados con el gobernador en turno.
 
O sea que lo que Javier Duarte pretendía era que le aprobaran facultades para simular que escucha al pueblo y que se nutre de sus ideas. El Congreso, como siempre, se prestó a esa farsa y mayoriteó a la oposición. Los integrantes de los consejos ciudadanos serán por dedazo. Y el gobernador feliz.
 
Nada de esto es extraño en Javier Duarte. Observemos lo que hizo con la Comisión Estatal para la Atención y Protección de los Periodistas. Nunca le preguntó a los verdaderos periodistas a quiénes querían tener ahí. Simplemente los designó y a llorar a otra parte. También decidió que algunos consejeros fueran los dueños de los medios de comunicación, cuando es sabido que son los principales enemigos de los reporteros, los que les imponen la mordaza y los que les violan sus derechos laborales.
 
Ocurre igual con otros consejos. En materia económica, en materia electoral, en cuestión de derechos humanos, siempre imponen a los incondicionales del gobernador. Ahí está Carolina Viveros en el Instituto Electoral Veracruzano. Ahí está Fernando Perera Escamilla, quien es un perro faldero del gobernador en turno. Por eso le saca la vuelta a los asuntos delicados, como son los atropellos que cometen las fuerzas de seguridad, los policías o los agentes ministeriales.
 
Esta vez había que demostrar si tenía valor o si le vale. Y a Javier Duarte le vale. No es demócrata. No tiene el valor para gobernar para el pueblo, ni con el pueblo y menos, mucho menos, escuchando al pueblo. Le gusta la democracia por dedazo.
 
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