Ellos han visto cuartearse sus paredes, romperse sus pisos, resquebrajarse sus techos. Han visto que su morada se cae a pedazos. Han visto que su vida se transforma. Han reclamado su derecho y han sentido la indolencia del gobierno.
 
Quizá en su caso, nosotros haríamos lo mismo. Primero tocar puertas, después cursar oficios, luego escuchar promesas, y cuando éstas no se cumplen, amenazar con ser más radicales: cerrar una calle, tomar la alcaldía, bloquear la autopista. Todo se vale si los políticos se hacen de la vista gorda.
 
Ellos son los vecinos del callejón Vía Casa Redonda, vecinos sí, pero del túnel sumergido, los de la colonia Esfuerzo Hermanos del Trabajo, en Coatzacoalcos, los más afectados por esa obra que no tiene para cuando concluir.
 
Llevan dos años denunciando que por la portentosa obra, por las excavaciones para crear el acceso al túnel en la margen izquierda del río, del lado de Coatzacoalcos, sus casas están en calidad de pérdida total.
 
La vibración provocada por los equipos, el paso de vehículos pesados, el ir y venir de motoconformadoras, de traxcavos, de mano de chango, averió sus casas. Ellos lo tienen documentado y hasta han hecho peritajes que demuestran que fue la construcción del túnel sumergido lo que les dañó sus viviendas.
 
Han hablado con alcaldes, con funcionarios de Obras Públicas, con enviados del gobierno del estado de Veracruz, y nada. De las promesas no pasaron y la situación se volvió insostenible.
 
Diez de las casi 40 casas son ya inhabitables. Ya pudieron seguir viviendo en ellas. El ayuntamiento de Coatzacoalcos intervino y logró que les dieron lo equivalente al pago de renta donde sus moradores se tuvieron que mudar. Pero de un tiempo a fecha, todo mundo se desentendió y no hay quien les compense los daños ni les aporte lo que gastan rentando mientras —¡vaya ironía!— son propietarios de una casa que está en ruinas por culpa del túnel sumergido.
 
Este miércoles volvieron a salir a las calles. Marcharon por Coatzacoalcos. Se pararon frente al palacio municipal y expresaron su inconformidad mientras cerraban algunas calles.
 
Acusaron al gobernador Javier Duarte de incumplimiento. Le reprocharon al persignado de Gerardo Buganza, secretario de Infraestructura y Obra Pública, que no cumpla lo que ofreció y se niegue a dialogar. Exhibieron a toda la cadena de mando.
 
“Duarte, dónde está tu Veracruz mejor; nos dejaron sin viviendas por culpa del túnel”, “Duarte, Buganza no cumple”, “ya estamos cansados; queremos nuestras casas”, “el primer deber del gobierno es proteger al ciudadano”, decían algunas de la mantas y cartulinas que portaban los vecinos de la Vía Casa Redonda.
 
El malestar era de insulto. Le reprochaban al gobernador que cuando los fueron a ver para que le dieran el voto, ahí estuvieron, cumplidores. Pero cuando ellos exigen su derecho, que los indemnicen por los daños a sus casas, entonces hay indiferencia.
 
Ya protestaron y ahora la amenaza es que van a bloquear la autopista Coatzacoalcos-Villahermosa. Van a provocar un caos vehicular fenomenal. Pero lo están avisando para que las autoridades se pongan las pilas y encuentren una solución al problema.
 
Les asiste la razón. A nadie le agrada que por una obra pública su casa resulte afectada. En su caso es peor. Las viviendas comenzaron a cuartearse, las paredes se quebraron, los techos se desprenden poco a poco.
 
Sería uno de hielo si no se conmoviera con esta situación. A 10 vecinos de la Esfuerzo de los Hermanos del Trabajo los dejaron sin casa. Otras 30 viviendas sufren daños aunque no tan graves. La gente perdió su patrimonio y resulta que no hay culpable, el gobierno se hace güey y la constructora del túnel se burla de ellos pues sabe que nadie le hará pagar.
 
El problema es político. El gobierno ofrece diálogo y la gente afectada acude a dialogar. El gobierno reconoce el problema, pero no los indemniza ni obliga a la empresa constructora a hacerlo. Es un problema de voluntad política y Duarte no la tiene. Entonces la sociedad deja de creer en su gobierno.
 
Los vecinos de la Vía Casa Redonda dicen atinadamante que no hay para pagarles sus casas, pero sí para el Festival de la Salsa. Los millones que ahí se gastaron los debieron emplear para atender las demandas del pueblo. El Festival de la Salsa es circo y entretenimiento, pero los problemas siguen, crecen y se vuelven incontrolables.
 
Ellos no esperaron a ver que el túnel sumergido entrara en funciones. A ellos el túnel los sumergió en el olvido.
 
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