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Arturo Reyes Isidoro

Prosa Aprisa

La renuncia de Fernando

04/07/2014 07:38 p.m.

Oficialmente, se manejó ayer que Fernando Charleston Hernández solicitó al titular del Ejecutivo del Estado su autorización para separarse de la Secretaría de Finanzas y Planeación  (Sefiplan), “ya que padece una enfermedad que, aunque no es grave, implica su tratamiento en la ciudad de México, por lo cual se ve imposibilitado para continuar en el cargo”.

Extraoficialmente, su renuncia como titular de la Sefiplan la presentó con fecha día último de junio, o sea, el lunes pasado. Hacia el interior del propio Gobierno, el martes empezó a correr el rumor. Se piensa que algún funcionario interesado, que no quiere al coatepecano, filtró la versión con no buenos propósitos.

La idea era mantener en reserva el hecho para darlo a conocer el próximo día 15, cuando ya se tuviera el nombre del sucesor y en tanto Charleston preparaba la entrega formal con todo lo que ello implica, auditorías de por medio. Trascendida a la prensa la noticia, se ha hecho oficial la salida y se ha ofrecido una explicación. Duró en el cargo diez meses y medio.

¿Por qué ha dejado la Secretaría casi intempestivamente? Una fuente cercana a él, seria, confiable, a quien consulté tan pronto me enteré que había renunciado, me aseguró que era por motivos estrictamente personales. Me lo volvió a reiterar ya hecha pública la noticia. ¿Cuáles fueron esos motivos?

En este espacio comenté con oportunidad que Charleston era de los pocos funcionarios que llegado al cargo no había cambiado, y de los pocos que seguía respondiendo a la llamada telefónica cuando se le buscaba. Yo lo venía tratando desde que era candidato a diputado federal por Coatepec y mantuvimos comunicación cuando llegó a San Lázaro. La continuamos de vuelta a Xalapa.

Un hecho influyó para esa relación: mi amistad, vieja amistad con su padre, el hoy magistrado Fernando Charleston Salinas, mi paisano además (estudiamos en la Escuela Secundaria y de Bachilleres Gral. Miguel Alemán de Coatzacoalcos, donde también estudió Eduardo Andrade Sánchez, ellos oradores ya desde aquella época –otra madre y vieja conocida mía que me pide siempre que cuide a su hija, como buena madre que es, es Ana María Vallines, que aboga por Anilú, a la que además le tengo afecto personal porque fuimos compañeros en Comunicación Social del Gobierno–), pero le tuve toda la consideración cuando lo traté y supe que era un muchacho muy preparado, con un curriculum en dependencias federales digno de consideración, noble, que se conducía con toda sencillez y que quería hacer bien las cosas. Y, claro, que es joven, como mis hijos.

Ya como secretario de Finanzas me llamaron la atención algunos detalles de su comportamiento personal: por ejemplo, que no se olvidó de sus amigos y paisanos de Coatepec y la región y seguía conviviendo y jugando futbol con ellos, siempre que podía, en campos llaneros; que iba a dejar personalmente a sus hijos a la escuela temprano como todo padre de familia sin camionetas blindadas ni seguido de guaruras (por ello evadía desayunos políticos), que siguió viviendo donde mismo y no compró o se hizo de residencias lujosas, mansiones o palacetes, que enfundado en su short seguía lavando su coche, y que no hacía ostentación o gala de nada. Un buen muchacho, sin duda alguna, así como un buen funcionario.

Fue muy valiente al aceptar la responsabilidad en la Sefiplan, y me atrevo a pensar que lo hizo en atención a su amistad con el matrimonio Duarte-Macías: había que ayudar a sacar al buey de la barranca. Pero el buey ya estaba casi muerto y la barranca, muy honda, profunda. Aquí recientemente dije que prácticamente había ido a revivir a un muerto. Administraba la escasez, repetí, aunque ya más bien eran los rescoldos que quedaban de lo que alguna vez fue.

Pero lo intentó. El quid del asunto, creo, estuvo en el método. Como el médico que receta una cosa y de pronto ve que el paciente opta por otra medicina. Entonces sabe que ya no tiene nada que hacer. Por congruencia y dignidad  tiene que retirarse. Su renuncia, su caso, el motivo, aunque con otras características, se me hace el mismo del de Tomás Ruiz.

Debió haberlo meditado bien, consultado con su familia. Todavía una semana antes lo localicé  en la Ciudad de México. Andaba haciendo gestiones, tratando de conseguir recursos para el estado. Lo noté animado. Incluso acompañó al gobernador Javier Duarte a algunas reuniones de primer nivel que el Ejecutivo tuvo allá. Algo debió haber influido de manera decisiva en ese inter para que decidiera irse.

“Es un asunto estrictamente personal”, me insistió la fuente. Advierto que Fernando, de todos modos, lo que menos quiere es causarle problemas a su amigo el gobernador y seguramente no dirá nada más. “La renuncia se da en un amplio sentido de colaboración con el gobernador”, me dijo la fuente cercana a él y que está al tanto de los detalles.

La versión, que leo que ya se deslizó y que seguramente será la que se mantenga, es que seguirá colaborando con el Ejecutivo estatal. Se me dijo que dada su experiencia y sus relaciones en el altiplano “se integrará a la Cámara de Diputados para atender una misión maratónica presupuestal que ayude a Veracruz”, y que tratará de colaborar para “alinear” a los 17 diputados priistas federales veracruzanos en un momento clave, cuando vienen las elecciones de 2015, cuidando que haya una buena rendición de cuentas. En realidad continuará con sus proyectos personales profesionales.

La renuncia se ha dado a cuatro meses y medio del cuarto Informe de Gobierno y de que inicien los Juegos Centroamericanos y del Caribe, y a cinco de tenga lugar en el estado la XXIV Cumbre Iberoamericana de Jefes de Estado y de Gobierno.

A mi juicio, el gobernador Javier Duarte perdió a un valioso colaborador, que lo cuidaba y que de veras quería ayudarlo, que aguantó vara mientras tuvo en el cargo sin importarle que de por medio estuviera su imagen personal. No dudo que desde donde pueda y siempre que pueda lo tratara de seguir ayudando porque es agradecido. Y que tiene un buen futuro político-administrativo-financiero. Podríamos verlo reaparecer en el equipo peñista, por ejemplo.

Charleston, por cierto, tiene varios años colaborando en dos noticieros de radio muy escuchados en la Ciudad de México: el de Óscar Mario Beteta y el de Mariano Osorio, los dos del Grupo Radio Fórmula; comenta sobre finanzas personales y finanzas en general.

El Gobierno del Estado va por su quinto titular de Finanzas, si se considera al que estuvo como encargado del despacho: Tomás Ruiz González, Salvador Manzur Díaz, Carlos Aguirre Morales y Fernando Charleston Hernández. Dice el dicho que no hay quinto malo. A ver quién llega ahora.


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