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Juan Ciudadano

Los Gobernados

Leyes que no se aplican, justicia que no llega

21/07/2014 09:37 a.m.

Ser veracruzano es ser alegre, fiestero, desmadroso, solidario, leal, grillo, muy político, dramático y, por qué no, así de bravucón, que no nos dejamos y si hay que reclamar, reclamamos, y si hay que protestar, protestamos. Es nuestra esencia.
 
Vemos la vida como es. La vemos práctica. No nos ven la cara. Nadie nos engaña. No nos dejamos. No faltan, claro, los conformistas y los agachones que se quedan callados, pero en sí, los nacidos en Veracruz o los que llevamos sangre jarocha, vemos la vida feliz, nos tiramos pa’ lante y sabemos reclamar. Eso nos da identidad.
 
Así somos. Nos gusta la justicia, que las leyes se respeten, que nadie se salga del estado de derecho. Y por eso, cuando alguien se pasa de lanza, decimos qué onda, güey. Pus no que nadie puede estar por encima de la ley.
 
Oigo que nuestros diputados hacen leyes chidas, que si a los viejitos les van a dar más dinero, o algo más que la miseria que les tienen asignada; que si tendrán mayor protección las mujeres que sufren violencia intrafamiliar; que si les van a construir albergues para que el marido no las encuentre y las siga tratando como piñata de posadas; que si el aborto ya se permite en el DF; que si la mariguana se despenaliza para fines terapéuticos; que si le van a dar más años de cárcel a los secuestradores, a los violadores, a los policías que trabajan para el crimen organizado, a los ministerios públicos y jueces corruptos.
 
Y yo digo, pa’ qué tanta ley si no se aplica.
 
Ahí están las leyes ambientales. Que es delito tirar basura en los cuerpos de agua  —ríos, mares, lagunas— o en sitios no autorizados porque eso es crear basureros clandestinos. Pues eso hizo Renato Tronco cuando era alcalde y clausuró el basurero a cielo abierto y dispuso que los desechos se arrojaran en otro predio, afectando a una comunidad y niños que asisten a una escuela primaria. Lo investigó Semarnat y la Sedema y ahí anda, gozando de impunidad.
 
El ex alcalde de Coatzacoalcos, Marcos Theurel, robó en grande. Le asignaba contratos a constructoras suyas. Ignoraba el paquete anual de obras que había autorizado el cabildo. Marcos hacía lo que daba en gana. Saqueó el ayuntamiento y hubo pruebas de todo. ¿Y qué le hace el ORFIS, el Congreso o el gobernador de Veracruz, Javier Duarte? Absolutamente nada.
 
Lupe Porras dejó en la miseria al ayuntamiento de Minatitlán. No se robó el palacio municipal porque no le cupo en la bolsa. Y encima de eso, a quienes protestaban, los mandaba golpear y provocaba que los encarcelaran. Y véanla. Es dirigente de la CNOP del PRI en Veracruz y su hijo Ciro es el diputado local por Minatitlán.
 
Veamos a Fidel Herrera. Dejó a Veracruz en quiebra. Su sexenio fue el más corrupto. La deuda se disparó. Los políticos se enriquecieron a la vista de todo el pueblo. Y a quienes salían a protestar, la policía los golpeaba. ¿Sirvió de algo que las leyes se endurecieran para castigar a los ratas que se roban el dinero del pueblo? No. Las leyes le sirven para ir al baño.
 
Ahí está la podredumbre en el gobierno. Los políticos llegan a robar. Cobran diezmo por otorgar contratos a las empresas particulares. Piden dinero para asignar una obra o que el gobierno compre bienes o disfrute de algún servicio. Les aumentaron las penas a quienes sean sorprendidos en actos de corrupción y la corrupción sigue.
 
Y así en todos los ámbitos. Muchos demandan nuevas leyes, que castiguen severamente a quienes se pasan de galleta con los recursos del pueblo. Hay hasta quienes exigen que México tenga otra Constitución. Dicen que con leyes más actuales y castigos más severos, se podrá combatir la corrupción.
 
Ese es el dilema. Yo no voy por ahí. El problema no es de leyes sino de su falta de aplicación.
 
De nada sirve que se aumente la sanción a los secuestradores, si un agente del Ministerio Público va ha de integrar mal una investigación ministerial, o si un juez le va a dictar auto de libertad, aun cuando tenga en sus manos pruebas de su culpabilidad. O si está deliberadamente mal llevado el caso, que con un amparo logra salir de prisión.
 
La corrupción en México no depende de si las leyes son nuevas o antiguas. El problema está en su aplicación. Si un delincuente, con todas las pruebas en contra, es beneficiado por un agente del MP o un juez, saldrá en libertad. Así se tengan leyes más severas, si no se aplican, los malos estarán afuera y los buenos tras las cárceles.
 
Así pasa en Veracruz. Y por eso los veracruzanos reclamamos cada vez más. No perdemos la alegría, nuestras ganas de ser felices, nuestro espíritu bullanguero, lo grillos que somos, pero exigimos que las leyes se apliquen; que los diputados dejen de hacer nuevas leyes que suenan bien pero que son ignoradas y hasta manipuladas.
 
Andar haciendo leyes no nos lleva lejos. Ley que no se aplica, significa justicia que no llega.
 

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