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Juan Ciudadano

Los Gobernados

Persígnense; Lara Montero está aquí

28/07/2014 08:45 a.m.

Regreso y con la nueva de que don Alfonso Lara Montero, señor de horca y cuchillo, es el nuevo zar antiabigeato en la región. O lo que es lo mismo, agarren sus palanganas que va a haber sangre y a borbotones.

Lara Montero es un policía a la antigua, que unas veces aprieta y otras también. Es un tipo rudo, que no sabe de buenas maneras, que no distingue entre su policía y los criminales, que trata a todos por igual, así sean los malos o así sean los buenos.

¿Lo conocen? Yo sí. Tiene un aspecto cabrón. Nunca sonríe. Su mirada impone. Pareciera ser de esos que andan siempre peleados con la vida. Tiene cara de funeral: serio y sombrío. Con solo verlo, infunde miedo.

Lo recuerdo en una estación de policía. Había una revuelta electoral. Hubo fraude. Los demócratas salieron, caminaron por las calles, llegaron al palacio municipal, se acercaron a las puertas y... Y ahí se les apareció Lara Montero.

Nadie movió un dedo. Se sabía que adentro de palacio habían centenas de policías, que habría una masacre, que muchos terminarían golpeados y otros en la cárcel. Y que el hombre de mano dura tenía autorización para darles con todo. Y ahí acabó la gesta democrática.

Lo vi tratar a la prensa a mentadas de madre cuando le preguntaron por qué tanta represión, por qué tantos toletes y escudos y gases lacrimógenos. “Me importa una chingada”, respondía don Alfonso con ese carácter angelical que le es tan suyo.

Luego, con el paso de los años, estuvo en otra. Tenía la orden de aprehender a Cirilo Vázquez Lagunes y lo hizo. Lo localizó en una casa de campo. Allá fue por él. Se encerraron. Hablaron. Cirilo, que entonces era el cacique, amenazaba con incendiar el sur de Veracruz. Lara Montero sólo lo oía. Y luego le dijo que de ahí se iba directo a la cárcel. Y así sucedió.

Donde ha ido, ha dejado huella. Es una leyenda viviente. Como no le tiembla la mano, lo designan para darle en la madre a los criminales. Y si se lleva a dos o tres, pues qué mejor. Más espacios pa’ los vivos. Y como dicen, de algo ha de alimentarse el alma.

Esa es la naturaleza de Alfonso Lara Montero. Si hay bronca, ahí lo mandan. Es un justiciero con una montaña de excesos, con el mismo gusto de los tiburones: la sangre, güey, la sangre.

Ahora viene a combatir el abigeato, el robo de ganado, a enfrentar a las gavillas del camino, a los que te despojan de tu vaquita o tu becerro. Que dizque porque los ganaderos ya están hartos de ser víctimas de los delincuentes. Y que su misión es desmantelar a las bandas de rateros desde Acayucan hasta Las Choapas, que es el corredor ganadero más importante de Veracruz.

Sí pues. Viene a peinar la zona, a corretear a los criminales de alta escuela, a los secuestradores y extorsionadores. Va por ellos porque la policía no ha funcionado. Regresamos a los tiempos de la Columna Volante, la policía estatal que andaba por los caminos y enfrentaba a la delincuencia, pero que después se convirtió en un dolor de cabeza por sus arbitrariedades contra la población civil.

Lara Montero no es para andar atrás de las vacas. Es un chingao cabrón pesadísimo, que se enfrenta a lo peor entre lo peor, que mete a la cárcel a caciques de verdad, como Cirilo; que reprime a quien intenta tomar un palacio municipal; que no le teme a otros minicaciques como Renato Tronco; que las bravuconadas del Ratón Vaquero se las pasa por el arco del triunfo; que de ser necesario va a aplicar la paz de los sepulcros, pero de que la va a aplicar, la va a aplicar.

Entre todo esto hay una mala noticia: Lara Montero ya está viejo. Tiene más retorcido el colmillo. Las mañas son peores. El carácter se vuelve agrio. Lo explosivo ocurre en un instante. Con eso tiene que lidiar. La intolerancia puede llevar a malas decisiones.

A Lara Montero le dan la encomienda de combatir el abigeato. Su misión es atacar el robo de ganado y detener a sus responsables. El problema es que siempre pagan justos por pecadores. Gente inocente, ganaderos honestos, como ya ha venido ocurriendo, terminan detenidos por errores administrativos en su facturación.

Hay que ver cómo se las gasta don Alfonso. A ver si aquella fama es cierta o si de la leyenda sólo queda el nombre.

Pero de algo estoy seguro: de que va a haber sangre, va a haber a borbotones.

(Comentarios y tips a: [email protected])


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