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Juan Ciudadano

Los Gobernados

El alcalde, acribillado a reclamos y mentadas

25/08/2014 01:01 p.m.
Qué cara, la de Joaquín Caballero. Y qué palabrería la suya, ofreciendo que se hace todo lo que se puede para dar con el paradero de Karime Cruz Reyes, la niña secuestrada hace más de mes y medio. Y la gente ahí, enchilada, pidiendo justicia y que la autoridad, sea el gobernador, el procurador o el alcalde de Coatzacoalcos, garanticen seguridad.
 
Forzado, yo diría que obligado por las circunstancias, no porque quisiera, el alcalde tuvo que dialogar con los padres de Karime y ahí tirar un rollo porque no podía hacer más, pues los políticos son una papa enterrada para darle tranquilidad a sus gobernados.
 
La marcha del sábado en Coatzacoalcos hizo temblar a las autoridades. Eran mil o mil 500; otros dicen que 2 mil. O resumiendo, eran un chingo. Y un chingo espanta a cualquiera. Y más cuando están encabronados.
 
Era una mancha blanca, todos vestidos así, que se desplazaba por la avenida Zaragoza, la más importante del puerto.
 
Por esa calle han marchado los políticos, los migrantes, los doctores, los maestros, los petroleros. Todos por su causa, han ido por la Zaragoza.
 
Se escuchaban gritos de justicia. ¡Jus-ti-cia, jus-ti-cia, jus-ti-cia!. Y que aparezca viva la niña Karime Cruz Reyes y su tía Nora Reyes Baruch, desaparecidas desde el 7 de julio, hace 49 días, supuestamente secuestradas.
 
”Duarte, renuncia”, “Duarte, no resuelves nada”; ”Joaquín Caballero, da la cara, “Joaquín, así como pediste mi voto, ven a dar la cara”; ”Duarte, queremos seguridad”,  “Basta de secuestros”.
 
Qué madriza. La gente reclamaba justicia para Karime Cruz y su tía Nora Baruch. Y también lo hacía por todos los levantados, por todos los secuestrados, por todos los asaltados, por todos los asesinados, por los mutilados, por los agredidos.
 
No faltaba quienes exigían poner un alto a los delincuentes pero también a los abusos de la policía. Muchos demandaban frenar a los grupos parapolicíacos del gobierno de Javier Duarte, los antisecuestro que han desaparecido ciudadanos, o se los llevan, los torturan y luego los devuelven con la consigna de que no abran la boca o se mueren.
 
Caballero no estaba. Su secretario de Gobierno, Oliver Damas, intentó sofocar los ánimos. Qué error. La gente exigía que llegara el alcalde, que les diera una razón, que se comprometiera a resolver el problema, que les garantizara que la policía va a traer con vida a la niña Karime. Y aquello se puso peor.
 
Caballero llegó tarde. Media hora después estaba con los manifestantes a unos metros del palacio municipal. Ahí escuchó a los padres de la niña. Ahí los oyó expresar que la Procuraduría de Veracruz vale para una pura y celestial madre, que no investiga, que no va tras los plagiarios, que no levanta un dedo para hallar a la pequeña de cinco años.
 
Y qué les podía decir el inútil alcalde de Coatzacoalcos. Nada. Echó rollo. Les habló prometiendo seguridad, diciendo que el gobernador Javier Duarte está  comprometido en darle tranquilidad, que los agentes ministeriales están en la pista, buscando con todo a Karime.
 
Mientras hablaba, entre la multitud se escuchaban más y más reclamos. La gente repetía jus-ti-cia, jus-ti-cia. La gente lanzaba gritos que reprobaban la pasividad de la autoridad. Le decían que así como pidió el voto para ser alcalde, ahora que le cumpla a la sociedad.
 
Caballero hablaba como matraca. Su rostro de chamaco tenía una expresión de miedo. La angustia se le notaba. La voz le temblaba. Y es que no tenía qué más decir.
 
Lo único que sofocó los ánimos fue la llamada que concertó entre los padres de Karime y el gobernador Javier Duarte. Le escucharon decir que se pone todo el empeño para dar con la menor y con su tía. Y con esa promesa se retiraron.
 
Qué jodido se ve un alcalde que por el clima de inseguridad es obligado a encarar a una multitud que marcha por las calles y reclama justicia. Eso es gobernar sin sensibilidad, a expensas de una policía que no funciona y a merced de la delincuencia que hace lo que le viene en gana.
 
Caballero no fue, lo llevaron. Quiso torear a los miles de manifestantes enviando a su secretario de Gobierno y fue peor. Lo obligaron a ir. Lo obligaron a dar la cara. Lo obligaron a asumir su papel de primera autoridad de Coatzacoalcos. Y lo obligaron a poner el caso en manos del gobernador.
 
¿Será que todavía no le cae el 20 de lo que es ser alcalde?
 
(Comentarios y tips a: [email protected])

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