Ha de ser la muerte que te arrebaten un hijo, que no lo vuelvas a ver, que no sepas si vive, si come, si lo tratan bien o si lo golpean o lo torturan, y a eso súmele que la autoridad, la que te debe dar tranquilidad y seguridad, te engaña.
 
Imagino la que han de pasar los padres de la niña Karime Cruz Reyes. Han movido cuanto pueden. Citan a la prensa, hablan, le piden a la sociedad que los ayude a dar con el paradero de la pequeña. Encabezan una marcha. Les responde el pueblo. Van con ellos, gritan y reclaman.
 
Y luego entran en contacto con la autoridad, creyendo que de veras se van a aplicar a la búsqueda de la menor.
 
El viernes marcharon en Coatzacoalcos. Y al final del diálogo que sostuvieron con el alcalde Joaquín Caballero Rosiñol, acordaron encontrarse con el procurador de Veracruz, Luis Ángel Bravo Contreras. Y así sucedió.
 
El procurador les ofreció atender personalmente la investigación para dar con el paradero de Karime. Les dijo lo de cajón: que la policía hace su mayor esfuerzo, que se echa mano de lo mejor que tiene la Procuraduría para obtener resultados; que el compromiso del gobernador Javier Duarte es que la justicia se aplique “caiga quien caiga”.
 
Pero también les ofreció que se activaría la Alerta Ámber, que es el sistema de notificación con el que hace saber de la desaparición de menores de 18 años. Esa alerta se aplica en varios países y resulta efectiva para dar con los extraviados.
 
Los padres de Karime Cruz Reyes, quien desapareció el 7 de julio junto con su tía Mónica Reyes Baruch, escucharon y creyeron.
 
Ayer se sintieron defraudados y engañados. La Alerta Ámber se activó 47 días después de la desaparición de Karime y su tía Mónica, pero sólo para Veracruz y ocho estados del país. No fue alerta nacional. Por supuesto, se enchilaron y quienes se han solidarizado con ellos, igual.
 
El procurador Bravo Contreras dice que así es, que es una cuestión de protocolo. Que primero se emite así y que luego es para todo el país.
 
La burocracia así funciona. Es para apretarles el pescuezo a los funcionarios. Los padres de Karime se dirigieron de nuevo al procurador. Los atendió una licenciada de nombre Consuelo. Ella les envió un correo electrónico para demostrar que ya se estaba tramitando la Alerta Ámber a nivel nacional.
 
“Pero el correo electrónico dice ‘solicitud de prealerta’, no dice alerta y es a ocho estados de la República”, dice Nora Reyes Baruch, la madre de la pequeña desaparecida.
 
Y hay otra frase que me da a pensar que sólo los están entreteniendo. Ahí les va:
 
“Nunca dice que se solicita la Alerta Ámber a nivel nacional. Nos explicaron protocolos y más protocolos pero a mí ya no me interesa nada de eso. El procurador quedó se iba a activar la alerta nacional. La estatal yo creo que ya son demasiados días para que las tengan aquí”, señaló.
 
¿Se dio cuenta? ¿Ya vio? Va saliendo el peine. El procu dijo una cosa e hizo otra. Les dijo que iba a ser alerta nacional y sólo la emitieron para Veracruz y para ocho estados más. Ahora les quieren demostrar que sí va para todos, pero a paso lento.
 
La mamá de Karime deja ver que la desatención del procurador es indicio de que no hay voluntad para hallar a la niña y a su tía.
 
El caso está como todo lo que pasa en Veracruz: abandonado. La Alerta Ámber se emitió 47 días después de que se denunció la desaparición de la pequeña, y eso va en contra de lo que es una Alerta Ámber.
 
La Alerta Ámber tiene un protocolo específico, el cual dice que “las primeras horas son vitales. Por ello la alerta se emite lo antes posible y es transmitida por diversos medios como televisión, radio, mensajes telefónicos, correo electrónico, pantallas electrónicas, entre otras, a fin de poder llegar al mayor número de personas posibles”.
 
O sea que el protocolo ya valió. El gobierno de Javier Duarte la emitió 47 días después de que la niña desapareció. “Las primeras horas son vitales”, dice el protocolo. Aquí ya no funcionó.
 
Lo que el gobernador Javier Duarte no quiere es que se siga diciendo que Veracruz tiene casos de niños secuestrados. De ahí que prefiera hacer como que no pasa nada. Por eso la Alerta Ámber la postergan, dando tiempo a que la víctima aparezca viva o muerta, pero que aparezca. Y así se ahorra la alerta y que ésta entre a la estadística de inseguridad.
 
Alejandro y Nora, los padres de la niña Karime, viven angustiados. El pueblo se ha unido a su reclamo de justicia, a su exigencia de que la autoridad dé con los responsables y traiga a la nena con vida. Y esa angustia ha sido como un contagio. La sociedad la ha asumido como suya, y el reclamo también.
 
Pero lo que no tiene nombre es que el procurador les haya vuelto a mentir. Eso no tiene perdón de Dios.
 
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