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Juan Ciudadano

Los Gobernados

Joaquín Caballero es un represor

17/09/2014 10:28 a.m.

Pon a prueba a un político y sabrás si es un tirano.
 
Ya le pasó a Joaquín Caballero, alcalde de Coatzacoalcos. Enfrentó la independencia de un pueblo que está harto de inseguridad y violencia, y no pudo con el paquete. Enfrentó el reclamo por los desaparecidos y los secuestros, por las extorsiones y los asaltos, y ahí tronó.
 
Caballero es un junior. Lo mecen las notas suaves, se arrulla entre sábanas de seda, disfruta de las mejores viandas y los mejores vinos. Pero de problemas no quiere saber.
 
Así que la ola de inseguridad lo agobia. Esquiva su responsabilidad y evita engancharse con el conflicto, así sepa que son asuntos que atañen a la primera autoridad.
 
Van cuatro manifestaciones por la paz y no ha salido bien de ninguna. En la primera le pedían que diera la cara por su pueblo y por el reclamo de que la niña Karime Alejandra Cruz Reyes apareciera viva. Fue a regañadientes y le llovieron mentadas.
 
En la segunda ni se paró. Se acaba de saber que la niña Karime Alejandra y su tía Mónica Reyes Baruch, secuestradas desde el 7 de julio, habían aparecido muertas. Caballero evadió el tema, se alejó de su pueblo y le dieron duro y tupido.
 
El 15 de septiembre la volvió a regar. Era la tercera. Impidió que la manifestación por la paz, que recorría las calles de Coatzacoalcos, llegara al parque Independencia. Ordenó que instalaran vallas metálicas, apostó gente para frenar el avance de la gente, decidió que hubiera policía, militares y navales para enfrentar al pueblo. Hizo lo que nadie imaginó que podía hacer.
 
Detrás de su aspecto aún joven, hay un político perverso. Joaquín Caballero tiene vena represora. Y también algo de hipocresía.
 
La tarde del 15 marchaba ese grupo por la avenida Zaragoza. No eran muchos, faltó convocatoria, pero se mantenían firmes. Caminaron con rumbo claro, pero al llegar a la avenida Allende, se encontró con una cerca de vallas metálicas y personal del ayuntamiento. En una segunda fila había policías, militares y navales. Hasta ahí llegó la manifestación, mientras aumentaban las condenas al gobernador y al alcalde de Coatzacoalcos.
 
Caballero llegó después. Recibió todo tipo de reclamos. Ofreció que atendería cada caso de desaparecidos, que lo haría a la mayor brevedad. Pero algo quedó claro: violó los derechos de su pueblo a transitar libremente.
 
El agravio fue para ese grupo de manifestantes pero también para nosotros. Me agravia a mí como ciudadano y nos agravia a todos como sociedad. Sabemos que es nuestro derecho porque así lo consigna la Constitución, y lo sabe Caballero pero optó por pisotear el precepto legal.
 
Al día siguiente la volvió a hacer. Era la cuarta. Presidía el Desfile de la Independencia cuando un grupo de familiares de desaparecidos se quiso manifestar.
 
A unos 400 metros de donde se hallaba el presídium, ese grupo se quiso integrar al contingente. Portaban mantas y cartulinas en las que reclamaban que les entregaran a sus familiares, cinco jóvenes levantados por la Policía de Veracruz y el Mando Único Policial hace dos semanas, de los que supuestamente nadie sabe dónde están, pero que mediante un anónimo se logró tener una fotografía de ellos en cautiverio. Están vivos pero todos madreados.
 
Caballero volvió a actuar contra el pueblo. Ordenó frenar la manifestación, impedir que se integraran al contingente. Envió personal del ayuntamiento y funcionarios como el secretario de Gobierno, Oliver Damas de los Santos, y el director de Protección Civil, Felipe Rodríguez Gallegos, hermano del subdelegado administrativo de la Sedesol federal en Veracruz, Víctor Rodríguez Gallegos.
 
No los dejaron pasar como si el desfile fuera propiedad del alcalde. Y aquello llegó a los golpes cuando Oliver Damas señaló que él sabía donde estaban los desaparecidos.
 
Caballero se pasó de galleta. Los espacios públicos son del pueblo. Las calles no son del alcalde. Las protestas son una garantía constitucional. El derecho a exigir que entreguen vivos a sus familiares, es inviolable. Y no hay autoridad que pueda condicionarlo, menos impedirlo.
 
Sometido a la prueba, el alcalde de Coatzacoalcos no la pasó. Le afloró el espíritu represor. Caballero es un tirano que no ve por su pueblo, que reprime, que conculca derechos constitucionales, que impide a su pueblo expresar su verdad y exigir que los suyos regresen con vida, tras ser levantados por la propia autoridad. Y encima de todo, los madrea.
 
Ya se decía que era una basura. Nos está demostrando que así es.
 
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