Yo creo que llora Renato, pues no todos los días te dejan sin radio, sin un instrumento de propaganda o sin una caja de resonancia. Pero también ha de llorar Marco Estrada porque también le sirvieron a él.
 
El miércoles 1 llegó la ley. Venían en camionetas, venían armados, venían con la encomienda de clausurar tres estaciones radiofónicas. Y así lo hicieron. Era la PGR.
 
¿Serán narcos?, se preguntaban los curiosos. Sobre el bulevar Quirazco se efectuó el operativo. Cerraron la calle. Pararon el tránsito y generaron un desmangüile de poquísima mother.
 
“Sí, son narcos”, apostaban los sabelotodo que nunca faltan. “Si no, pa’ qué tanto cuico. Y las camionetas. Y el apoyo del Ejército. Y los tipos de aspecto fuereño con sus expedientes en las manos. Y si no son narcos, seguro, seguro, es que hallaron a una niña secuestrada”.
 
Se hizo el operativo en el hotel Castellanos. Llegaron hasta el fondo. Y con ellos, la Policía federal y los militares.
 
Y la otra acción, en el parque Juárez, pues ahí estaban a la vista de todos, como retando al que quisiera. “Aquí estoy y qué”, decían sus operadores.
 
Lo cierto es que en cuestión de dos o tres horas se fueron al diablo las tres estaciones de radio. Clausuraron Radio Mix, La más choapense y Radio Bendición.
 
Eran clandestinas. Las tres operaban sin registro, sin concesión o sin permiso. Estaban chuecas.
 
Renato Tronco fue uno de sus promotores. Como al Ratón Vaquero se le da eso de andar fuera de la ley, pues las radiodifusoras clandestinas le vinieron como anillo al dedo. Se anunciaba. Usaba las radios chocolates para lavarle el coco a los choapenses de la zona rural y también a los de la urbe, los de cabecera municipal.
 
Y las radiodifusoras estaban puestísimas. Les caía una lana. Tenían los favores del roedor, su protección y su complicidad. Se entendían y se usaban. Y todos felices, como si fuera un cuento de hadas.
 
Lo mismo pasó con Marco Estrada. En campaña por la alcaldía de Las Choapas, le puso la lanita que traía para ganar imagen, para traducirlos en votos o para seguir engañando a los que lo llevaron a la presidencia municipal.
 
Y ya como alcalde, lo mismo. Que las radios fuera de la ley le sirvieran para prestigiar a su administración municipal, que en sólo tres meses es una decepción para unos y la confirmación de que Marco es más de lo mismo, como aquí nunca dejamos de decir porque lo que es, es.
 
Radio Mix, La más choapense y Radio Bendición operaban fuera de la ley. Y qué concha, se les hallaba en la banda FM. No tienen concesión ni permiso, pero ahí estaban. Pudiera decirse que son clandestinas aunque estaban a la vista de todos.
 
Radio Bendición y Radio Mix difundían desde el hotel Castellanos. Tomás Méndez Olán es director de Radio Mix; Moisés Mateos González es el de Radio Bendición. Ahí fue la PGR y les paró el negocio.
 
La más choapense era también la más cínica. Su director es Jesús Castilla. No se escondían de nadie. Usaban un espacio junto al foro, en el parque Juárez. O sea, aquí estoy y qué.
 
La PGR las borró del mapa. Ahora hay que ver qué correctivos les aplican. Y también a los políticos, a Renato Ratón y a Marco Estrada que usaban sus servicios de difusión a sabiendas que estaban chuecas.
 
En la elección para alcalde, La más choapense vendió tiempos de publicidad. Le valió madres carecer de autorización del Consejo General del Instituto Electoral Veracruzano. Los candidatos le compraban spots, spots chuecos, por supuesto.
 
Y de eso ¿qué dice la PGR? ¿Y qué dice el IEV? ¿Van a llamar a cuentas a sus directivos o a sus dueños? ¿Van a llamar a cuentas a Renato, a Miguel Tronco, a Marco Estrada?
 
Llora Renato porque perdió tres cajas de resonancia. Llora Marco Estrada porque ya comenzaba a usar la radio chueca. Lloran sus dueños porque ya no va a poder seguir lucrando, ganándole la clientela a las estaciones legalmente constituidas, que pagan impuestos, que invierten, que respetan los derechos de autor y aportan su cuota a las disqueras. Lloran porque en cierta forma estar fuera de la ley y hacer lo que venía en gana, les producía placer.
 
Eran clandestinas, pero, qué chingón, estaban a la vista de todos.
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