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Juan Ciudadano

Los Gobernados

El llanto del cacique

29/10/2014 11:09 a.m.

Lo peor es verlo llorar. Le aguanto todo, hasta sus ganas de reprimir, hasta sus discursos kilométricos atestados de mentadas de madre y acusaciones sin fundamento, hasta sus ganas de mostrar su enriquecimiento. Pero lo que no soporto es verlo llorar.

Y es que ahora sí Renato Tronco ya da muestras de debilidad. Saca a los campesinos a protestar porque se le acabó la cuerda con el gobernador. Perdió los privilegios de antes. Sabe que el final llegó.

Anda enchilado el güey y usa a los campesinos para reclamar caminos y atención del gobierno de Veracruz, pero en el fondo sólo los quiere para mostrar el músculo, que vean que es capaz de ahorcar el sureste del país, que moviliza gente y que no le importa provocar pérdidas millonarias al comercio.

Eso le funcionó hace años, cuando no andaba en política. En el 2000 también bloqueó la autopista Coatza-Villa y logró que el gobierno le entrara a la reparación de caminos. Y como vio que eso da fuerza, llegó a ser alcalde de Las Choapas.

Después cambió. Lo absorbió Fidel Herrera Beltrán, lo hizo su mejor guerrero, claro después de aquella acusación como autor intelectual del asesinato del regidor panista Alfredo Pérez Juárez, sólo porque éste había expresado que el Ratón Vaquero llegó a la alcaldía a enriquecerse.

Entonces soltó las manifestaciones públicas y los bloqueos. Se volvió un ratón del sistema. Fidel lo hizo presidente municipal de nuevo. Javier Duarte lo regresó al Congreso del estado como diputado.

Y ahora que ya no tiene la alcaldía, porque el PRI no quiso postular a su hermano Miguel Ángel como candidato, le da por llorar.

Se queja la niña. Llora la dama. Se agarra las enaguas. Se le cae el calzón. Hace un show porque el gobierno acabó con sus caprichos. Y agarra de pretexto a los campesinos diciéndoles que hay que forzar al gobierno a que repare los caminos. Y ellos que le siguen el juego.

Qué manera de llorar del Ratón Renato. Saca lágrimas de coraje, no de tristeza. Se acabó el poder, se acabó el negocio, se acabó la policía que estaba a su servicio, se acabaron los sueños de ser diputado federal por Minatitlán y ni remotamente por el distrito de Coatzacoalcos.

Y eso me lleva a recordar a otro que lloró, él sí de verdad.

Días antes de ser asesinado en las puertas de su casa, frente a su esposa e hijos, al regidor Alfredo Pérez Juárez se le quebró la voz y las lágrimas asomaron en sus ojos. Para su alma sencilla, resultaba doloroso ser traicionado por aquel en quien había creído y apostado políticamente.

Renato Tronco Gómez había encargado a sus huestes —entre ellos, el hoy síndico municipal, Javier Basáñez Silván, el “Pipo” o “El Gusano”— que lo denostaran públicamente, que con cobardía lo denigrarán como un sujeto de bajas pasiones, tildándolo de ser una vergüenza para el magisterio.

A él, a él que como maestro rural dejó amplio testimonio de su nobleza y entrega a cientos de niños y familias campesinas. Alfredo por eso lloró, por eso se le quebró la voz.

A los cobardes a sueldo, lo peor del tronquismo, no les tembló el pulso para injuriarlo por esa emoción. A Tronco Gómez, menos. Públicamente, sentado en la silla del poder municipal, en respuesta a las declaraciones del regidor, en aquellos días dijo con soberbia, con prepotencia, burlón: “Si le dolió, pues para que le siga doliendo”. Y siguió el acoso, siguieron los ataques y las insidias, hasta que terminaron por asesinarlo.

Lo que son las cosas. Hoy, a más de diez años de ese hecho que sigue impune, ver a Renato Tronco llorando, porque siente que se le viene el mundo encima, porque le retiraron a sus escoltas. ¿O a poco no sabían eso los campesinos?

Alfredo Pérez Juárez lloró porque Renato Ratón había traicionado al pueblo que lo llevó a la alcaldía. Renato Transa llora porque el gobierno le cerró la llave del presupuesto, porque no le solapa sus negocios, porque le quitó las patrullas de policía que tenía a su servicio, porque lo dejó sin escoltas y porque no será candidato a nada, porque no será diputado y porque seguro le espera la cárcel.

Hay una diferencia muy grande entre uno, Alfredo, que sí valía, y otro, Renato, que no vale nada.

Por eso llora como niña Renato. Llora como no lo ha hecho otro diputado local en Veracruz. Encabeza una protesta que violenta la ley. Es un diputado que debiera hacer leyes pero que prefiere atropellarlas. Y no lo hace por su gente, a quienes sólo usa. Cuando obtenga lo que quiere, allá que los campesinos sigan jodidos en su miseria.

Qué pinche es ver llorar a un cacique. Mejor ver llorar a una mujer.

(Comentarios y tips a: [email protected])


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