Lo que yo sé, lo que he leído, lo que me indica el sentido común, es que al ingeniero Guillermo fue víctima de un intento de asesinato, alevoso, doloso, no premeditado, pero por poco…
 
Ha sonado el caso y ha retumbado por todo Veracruz. Guillermo Drago González, un jubilado de Pemex, hombre de 68 años de edad, muy apreciado en la sociedad de Coatzacoalcos, está hoy en una clínica particular.
 
Tiene el rostro maltrecho, un impresionante derrame en su ojo izquierdo, el cuerpo todo golpeado, fracturas en un brazo y en la nariz. El asunto empeora porque es diabético y con problemas de presión arterial. O sea que ya me lo dejaron hecho una desgracia.
 
Les decía que el caso suena y mucho. Lo agarraron las agencias noticiosas, los portales en internet, las redes sociales. Lo agarró también el Notiver, que tiene un nivel de audiencia muy elevado en la zona conurbada Veracruz-Boca del Río.
 
¿Y saben por qué? Porque no todos los días un ciudadano es golpeado en el interior de una oficina pública, en este caso la Secretaría de Obras Públicas Municipales de Coatzacoalcos, y porque el autor intelectual de la agresión es el director de Obras.
 
El hecho es criminal. Fue un ataque artero. Guillermo Drago llegó a la Dirección de Obras Públicas. Pedía que se realizaran trabajos en canales, que los desazolvaran para evitar que con la lluvias se inunde un amplio sector de la colonia Puerto México, que recibe el desfogue de la Petrolera, que se encuentra en zona alta.
 
Era la cuarta vez que hacía su gestión. Pidió hablar con el director de Obras, Guillermo Ibarra Macías. No se encontraba. Decidió esperar. Pasaron las horas. El funcionario no llegaba, o cuando menos no lo vieron llegar, pues tiene una puerta de acceso a su privado, lejos de los empleados y los ciudadanos.
 
Las horas seguían. Llegó un momento que, desesperado, sugirió que pusieran un letrero donde dijera que en esa oficina no atienden a los ciudadanos, y que quien así lo piense, es un idiota. Eso generó el reclamo del chofer del director de Obras, José María Cervantes. La secretaria entró a la oficina de Ibarra, la siguió el chofer.
 
De ahí salió directo a reclamarle. Le lanzó un puñetazo. Lo noqueó. Ya en el suelo lo tundió a patadas. La gente veía, los empleados observaban, pero nadie actuaba. Lo dejaron morir, hablando figuradamente.
 
Fueron varios minutos. La agresión no cesaba. El maldito chofer se ensañó con un anciano de 68 años. Y dejó de golpearlo cuando se le fue energía. Guillermo Drago se levantó como pudo. Algunas mujeres lo auxiliaron. Iba correando sangre, escupiendo los pedazos de dientes, las astillas. Gemía de dolor.
 
Se acercó un funcionario. Llegó otro y luego otro. Todos estaban alarmados. Se hizo presente el director de Obras, Guillermo Ibarra. Entonces Guillermo Drago lo enfrentó. Le dijo que quería verlo ni hablar, pues él había ordenado esa agresión. Cuentan los amigos de Obras Públicas que Ibarra guardó silencio, que no decía nada, que sólo observaba, sin angustia, sin pesar. Sólo lo veía con el rostro petrificado.
 
Esto es un escándalo cañón. El alcalde Joaquín Caballero Rosiñol quiere parar la bronca. Ordenó el despido del chofer, pero está protegiendo a Guillermo Ibarra. Y cómo no. Si son socios en la constructora Perconsa, son amigos, son juniors. Y para colmo, es Ibarra quien está al frente de las obras que se realizan fuera de los parámetros para que las empresas economicen y aumenten sus ganancias. Algo les ha de tocar a él y a Caballero.
 
No hay justicia, si, el alcalde, está encubriendo al autor intelectual, al verdadero responsable de un acto criminal.
 
Caballero ordenó que no pare la atención médica a Guillermo Drago, pero lo que se sabe es quiere evitar que su cuate Ibarra Macías sea enjuiciado.
 
Hay algo que es claro: el chofer salió de la oficina de Ibarra a agredir a Guillermo Drago. No lo hizo por sus pistolas. Traía una instrucción y esa no pudo ser más que del director de Obras Públicas.
 
Una agresión así no es un calentón. Es propia de golpeadores profesionales.
 
Cuando ocurre este tipo de ataques, y si es a gente de la tercera edad, el daño casi siempre es mayor y las consecuencias son fatales. Los golpeadores lo saben. Si golpean a gente mayor, que ya traen encima enfermedades, al paso del tiempo se acelera la muerte.
 
Guillermo Drago es diabético e hipertenso. Es un hombre de 68 años. No se sabe qué consecuencias puede tener. Ojalá que supere esta terrible experiencia.
 
Pero lo que no puede dejarse pasar es el ataque y a los responsables. El autor material es José María Cervantes. La mano que mece la cuna es Guillermo Ibarra. Y el gran cómplice es Joaquín Caballero.
 
Las responsabilidades no se pueden soslayar. Esto no fue una simple agresión. Fue un ataque con premeditación, alevosía y ventaja, las tres agravantes que contempla la ley. Para mí, fue un intento de asesinato, ordenado por una mente enferma y ejecutado por un golpeador profesional.
 
Que la ley se aplique, sin distingo. Que llamen a cuentas al chofer y a Guillermo Ibarra. Que Joaquín Caballero saque las manos y no encubra a su socio y amigo.
 
Es lo menos que como sociedad podemos pedir.
 
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