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Juan Ciudadano

Los Gobernados

Peña y Duarte: infiltra, quema y victimízate

18/11/2014 08:53 a.m.

A mí no me gusta la violencia. Ni de un lado del otro. Y creo que a nadie. Pero tampoco las maniobras del gobierno, que encapuchan a los porros, les dan gasolina, les dan piedras y los envían a golpear instituciones. Eso tampoco se los paso porque no gobiernan bien y todavía se victimizan.

Así andan Enrique Peña Nieto y Javier Duarte de Ochoa, cada uno en su ámbito y, por supuesto, guardadas las debidas proporciones.

Peña Nieto ya mostró la cara represora. Dice que nadie tiene derecho a exigir justicia si para ello recurre a la violencia. Y tiene razón el preciso. Pero tampoco nadie tiene derecho a orquestar el ataque al Palacio Nacional y que luego se descubra que quien lo hizo y encabezó la afrenta es un miembro de las guardias presidenciales. ¿Verdad que no?

Nadie puede usar una manifestación popular para ir por ahí, de comercio en comercio, rompiéndoles los cristales, pintarrajeando las paredes, saqueando las tiendas, los restaurantes, destrozando mesas y sillas. Nadie tiene derecho a afectar a terceros. Eso es claro y creo que todos lo entendemos.

Nadie puede tomar una bandera social, un reclamo contra las reformas estructurales o la exigencia de que aparezcan los normalistas de Ayotzinapa, y al mismo tiempo se dirijan a las sedes de los partidos políticos y los quemen, o causen destrozos a su paso por calles y avenidas.

La verdadera lucha es civilizada. Los padres de los normalistas han rechazado enfáticamente el uso de la violencia. Los verdaderos universitarios se opusieron a la toma de Rectoría en la UNAM por parte de un grupo de encapuchados. Los verdaderos maestros no destruyen las aulas ni las sedes de gobierno para exigir que se deroguen artículos de la ley que violan sus derechos laborales.

Pero Peña Nieto no piensa así. El incendio a la Puerta Mariana de Palacio Nacional fue un montaje. Varios periodistas, entre ellos Salvador Camarena, de El Financiero, pudieron constatar cómo un grupo de provocadores se hallaba en el Zócalo de la ciudad de México antes que llegaran los manifestantes.

El evento se desarrolló en el centro del Zócalo. Al final, los provocadores se desprendieron y se dirigieron a la Puerta Mariana. La golpearon y le prendieron fuego. Muchos de los participantes en la marcha pedían que no los secundaran. Sabían que era una provocación. La intención era manchar la protesta y dar una imagen de violencia contra las instituciones del país.

Las fotografías y los videos sirvieron para identificar a uno de los provocadores. Era el subjefe de Seguridad del Estado Mayor Presidencial, Gustavo Ramírez Palacios, quien aparece atrás de la policía, resguardado por ella, encapuchado, tras haber intentado quemar la puerta de Palacio Nacional.

Los policías no protegían la puerta. Salvaguardaban a los provocadores, entre ellos a un miembro del grupo de élite del Presidente Peña Nieto, Gustavo Ramírez.

¿Quién ordenó la quema de la Puerta Mariana? Por supuesto, el gobierno. ¿Y cuál era la intención? Acusar de ello a los manifestantes que exigen al gobierno que dé con el paradero de los 43 normalistas de Ayotzinapa.

El otro caso lo tenemos en Veracruz. El 5 de noviembre hubo protesta frente al palacio de gobierno. La exigencia es la misma: que los 43 normalistas de Ayotzinapa aparezcan con vida y que el gobierno federal realice todo su esfuerzo.

Al final un grupo de encapuchados se dirigió al palacio de gobierno. Llevaban antorchas y trataron de prenderle fuego a uno de los portones. Los normalistas veracruzanos y quienes los respaldaban en su protesta, se mantuvieron al margen.

“Es triste que las propias autoridades puedan enviar infiltrados para tirar un movimiento social legítimo de estudiantes; es triste que esto pase, porque el movimiento estudiantil es pacífico”, aseguró Antonio Quintana, del Consejo Ejecutivo Estudiantil Normalista.

El último caso también ocurrió en Xalapa. Un grupo de encapuchados arremetió contra la sede del PRI. Destrozó cristales, pintarrajeó las paredes, intentó ingresar, pero al no poder hacerlo, arrojó trozos de madera con fuego que provocó un conato de incendio, el cual fue sofocado.

La intención es clara. Peña Nieto y Javier Duarte intentan vandalizar la protesta por casos como el de Ayotzinapa. Es la descalificación pública. Que la sociedad comience a repudiarlos, y para ello se difunden múltiples imágenes en la televisión y en los periódicos oficialistas.

Y después de eso, toma la palabra Peña Nieto, lanza su discurso, dice que la exigencia de justicia es válida, pero que ante la violencia tendrá que usar la fuerza. O lo que es lo mismo, viene la represión. Infiltro, incendio instituciones públicas y luego reprimo. Mira que cabrón.

A mí, como les digo, no me gusta la violencia como forma de exigir justicia. Pero gusta menos, mucho menos, las mentiras y las trampas de gobernantes como Peña Nieto y Javier Duarte, que envían a infiltrados, a provocadores, a verdaderos criminales y golpeadores para desprestigiar los auténticos movimientos sociales.

La sociedad sabe quiénes y como actúan. Si queman las puertas de Palacio Nacional o de Palacio de Gobierno, o el mismo PRI, todo mundo sabe que lo hacen Peña Nieto y Duarte. Eso ni dudarlo.

(Comentarios y tips a: [email protected])


 


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