A Renato le gusta lo ilegal. Usa las patrullas policíacas para su seguridad y la de su familia; se agencia contratos de obra para sus amigos, que también son sus prestanombres; usa a los elementos de policía para sus eventos playeros en el rancho La Cordobesa. Y ahora nos sale con que también nos espía.

Mire que si está mal. Mandar instalar cámaras de video vigilancia, al margen del gobierno, es cosa de paranoicos. Vigilar a todo el pueblo me recuerda las excentricidades de Pablo Escobar Gaviria, el narco colombiano, pero ese sí era figura, del mal pero figura, y no una ratita de drenaje. Aquel sacudía a todo un país y éste no pudo ni poner de alcalde a su hermano.

Lo que hace Tronco es una abierta violación a la ley. Nadie puede colocar cámaras de vigilancia tan solo alegando que el gobernador le dio permiso. Nadie, ni el mismo Peña Nieto lo puede hacer porque para eso están las instituciones de seguridad, las oficiales, las que tienen que ver con los mecanismos de protección a la sociedad, las que se conducen con apego a la ley.

El proceder de Renato es similar al de los narcos. Ellos vigilan sus pueblos. Someten a la autoridad o simplemente la imponen. Los gobernadores se lo permiten. Los senadores y diputados callan. El Ejército, la Marina, la Policía Federal no se meten. Y por eso revientan los conflictos, como el de Ayotzinapa, cuya crisis llevó al Presidente Enrique Peña Nieto a declarar un plan emergente de seguridad porque la situación lo rebasó y amenaza con tumbarlo del pedestal del poder.

El argumento de Renato es que “hay que mantener vigilada la ciudad”. Y claro, qué mejor que él para vigilar a todos. O mejor dicho, qué mejor que él para espiarnos, como si esta caricatura de cacique tuviera autoridad moral para ver qué hacen los demás cuando el que está en la mira de todos, por sus abusos y sus transas, es Tronco.

Dice Renato que es preferible gastar en cámaras de video vigilancia que andar pagando rescates de secuestros. A ver, a ver. Según Tronco, con las video cámaras disminuirá el numero de plagios. ¿Y por qué no lo aplicó así Renato cuando fue alcalde, o cuando dejó a doña Yazmín Cano en la presidencia mientras él se iba de aviador al Congreso, o cuando presidió Las Choapas el Concejo Municipal tronquista, cuando los secuestros estaban en grande?

Por cierto, los secuestradores se fueron de vacaciones, previo a ciertos movimientos sociales. Frenaron sus actividades ilícitas y no precisamente porque ya estuvieran funcionando las cámara de vigilancia de Renato.

Lo que hace Renato es ilegal así ande exhibiendo un supuesto oficio donde el gobernador de Veracruz le autoriza a espiar, perdón, a vigilar a los choapenses. Si fuera legal hubiera pasado por el Congreso, se hubiera debatido, se hubiera autorizado realizar una licitación y se hubiera transparentado.

Que un particular vigile a la sociedad no es legal y el Congreso no lo autoriza. Transgrede el Código Penal y abre la puerta a que cualquiera se dé el lujo de espiar. Para eso, para realizar ese tipo de vigilancia, están las instituciones y sobre todo, los programas de seguridad.

Renato dice que las cámaras se instalan en domicilios particulares y que por eso no invaden la competencia de las autoridades en materia de seguridad. Pero también admite que “podrán conocer quien pasa o llega a los municipios”. Eso es invadir las atribuciones de los órganos de seguridad.

Dice también que “si en lugar de casetas de cobro, hay cámara, no se necesitarían elementos de tránsito. Ahí se vería si una unidad es legal, si tienen antecedentes penales”. Eso es lo mismo que hace el C-4, pero ahora desde la vigilancia privada. Y eso es ilegal.

Si Renato actúa así es porque ha tenido alcahuetes que se lo permiten. Uno se llama Fidel Herrera y el otro Javier Duarte. Son los responsables de los atropellos, de los abundantes recursos que este singular personaje reparte a diestra y siniestra y de que ahora instale literalmente un centro de espionaje en el municipio y el que podría extender a los municipios bajo su influencia, como lo son Agua Dulce, Moloacán, Ixhuatlán, Nanchital y la congregación de Villa Allende, donde la clase política de Coatzacoalcos, ya siente los pasos del cacique choapense.

Ahora que Peña Nieto lanzó su decálogo en materia de seguridad, ¿qué pensaría si le dijeran que aquí, en Las Choapas, otro cacique se dedica a espiar a la ciudadanía con sus propias cámaras de vigilancia, usando un supuesto permiso que le dio el gobernador Javier Duarte?

¿Qué dirá Peña Nieto al saber que mientras él intenta recuperar a las instituciones que fueron rebasadas por los particulares ligados a la delincuencia organizada, aquí, en Las Choapas, Renato pasa por encima de Seguridad Pública y coloca sus video cámaras convirtiéndose en el gran vigilante al estilo de los narcos, como Marcelo Arróniz lo hacía en Chachalacas y como aseguran lo hacía José Luis Abarca, alcalde de Iguala, hoy preso porque en su locura de poder creía que podía disponer de la vida de los demás, como hizo con la de los normalistas de Ayotzinapa.

Renato está loco, pero más locos están sus padrinos políticos que le permiten convertirse en el espía mayor. Cabe el refrán popular: “No tiene la culpa el indio sino el que lo hace compadre”. Y aquí el refrán le viene como anillo al dedo.

Y esos compadres son Fidel y Duarte. Ellos crearon al espía y ahora que le rindan cuentas a Peña Nieto.

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