No pos sí. Esto se está poniendo cañón. Mire que hacerse justicia por su propia mano, con tal de los que delincuentes se vayan a joder a otra parte. Eso sí que es tenerlos más que bien puestos.

Y está ocurriendo en Las Choapas, en los límites con Tabasco y Chiapas y en cierta manera hasta con Oaxaca.

La gente está harta. Los delincuentes llegan, se roban el ganado, asaltan a los pobladores de la zona rural, los extorsionan, les hacen la vida imposible, y la reacción es un “ya basta”.

Dicen los especialistas que no es que tengan condición de ejecutores ni de criminales. No buscan linchar a nadie, aunque ya les ha pasado por la cabeza. Lo que ellos buscan es llamar atención de la autoridad; hacerles ver que si ellos no meten orden, nadie lo hará.

Son los lugares más apartados de Las Choapas. Llegar allá representa un trayecto de cuatro horas. Es como ir de aquí a Veracruz, pero pura sierra, zigzagueando, en un camino interminable.

Para ellos no hay seguridad. Nunca se para una patrulla de policía ni realiza rondines. Allá no llega ni el Ejército ni la Marina, ni qué decir de la Policía Federal.

Ellos, los campesinos y ganaderos de la zona rural choapense, están verdaderamente olvidados.

¿Y saben qué? Ya se cansaron.

La policía vale madrolas. Entonces ellos identifican a los abigeos y les echan el guante. Pero llegan al Ministerio Público y allí les salen con que no hay flagrancia. ¡Qué poca!

Entonces el MP dice que los deja libres porque el MP es muy celoso de su deber. ¡La manga!, güey. El MP se cura en salud. Puede no haber flagrancia pero hay testimonios que implican a los delincuentes y sobre eso debió trabajar de inmediato.

La gente reaccionó. Volvió a detener a los abigeos y los llevó de nuevo ante el MP. Entonces sí tuvo que consignarlos ante un juzgado.

Eso ocurrió en La Nueva Tabasqueña y es un primer caso.

El otro es más grave. Una familia extorsionaba a los habitantes de Playa Santa. Alfredo Ramírez de la Cruz y sus hijos traían jodidos a todos. Eran la ley, o mejor dicho, los transgresores de la ley y no había quien los tocara.

Un día llegaron a la casa de Hermelindo Díaz Hernández, ganadero del lugar. Le pidieron 100 mil pesos y le daban de plazo cuatro días para ponerse con el dinero o se lo iban a llevar. Entonces los denunció.

La policía aplicó un operativo. Detuvo al papá cabrón y sus hijos cabroncitos. Los puso tras las rejas. Pero el Ministerio Público estimó que no hubo flagrancia, que no les cayeron con las manos en la masa, y los soltó.

O sea, para que haya delito, debe estar la policía echándose un cafecito en la casa del presunto extorsionado o plagiado. Y ahí, en ese instante, ser testigo del delito para proceder. Una verdadera locura, si ni policía hay en esos poblados de la zona rural choapense.

El MP dejó en libertad a los extorsionadores, pero a los 20 días, mientras Alfredo Ramírez de la Cruz transitaba por un camino, dos tipos le salieron al paso, gritaron “Somos la ley” y le vaciaron sus armas. Muerto el perro se acabó la rabia. Hasta los hijos se pelaron. Pues no que muy berenjenas, vatos.

La gente se está haciendo justicia por su propia mano. Ante el olvido en que los tienen, ante la falta de patrullajes policíacos, ante la falta de presencia del Ejército, y conscientes que estando a cuatro horas de la cabecera municipal y nunca van a agarrar a nadie en flagrancia, ya le hallaron cómo aplicar la justicia.

El problema es qué hará la autoridad. Si los van a seguir manteniendo en el olvido, allá seguirá dándose la Ley del Talión, ojo por ojo; contra la extorsión, la detención a manos de las víctimas; delincuentes que evaden la ley, matones que llegan, dicen “Somos la ley” y les quitan la vida.

Esto es la barbarie. Pero eso es lo que por falta de autoridad, se ha vuelto cosa de todos los días en la zona rural.

A ver hasta cuándo aguanta el hervidero social.

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