Ora sí que Veracruz ya se jodió. Habrá gobernador de dos años, un fiscal de nueve y una extensión del cacicazgo fidelista para seguir haciendo de las suyas.

Esos tipos que llamamos diputados, que no legislan y que son simples vasallos, que cobran como si se lo merecieran y que no representan al pueblo, aprobaron la propuesta del gobernador Javier Duarte que le va a permitir a tapar las múltiples irregularidades y maniobrar para seguir detentando el poder. El próximo gobernador asumirá el 1 de diciembre de 2016 y concluirá el 30 de noviembre de 2018.

La votación fue como se esperaba. Votaron a favor 45 diputados; otros cinco rechazaron la reforma, entre ellos tres panistas, el de Movimiento Ciudadano y el del Partido del Trabajo. Siete panistas y el del PRD le hicieron el juego a Duarte.

El voto decisivo lo tenía el PRI y sus aliados, los del Verde, los del Panal y los de Alternativa Veracruzana. Estaba cantado que la reforma político-electoral iba a pasar con el mayoriteo, aunque no represente el sentir de los veracruzanos ni sea para salir del estancamiento en que se halla Veracruz.

Lo de menos es cómo lo hicieron. Lo que preocupa son las consecuencia que tendrá que haya un gobernador que apenas esté sentando en la silla de gobierno, ya esté preparando su salida.

Muchas voces lo advirtieron. Muchos hicieron ver que nadie, absolutamente nadie, puede armar un programa de gobierno e implementarlo en tan sólo dos años.

Los sondeos públicos y las encuestas arrojaban un resultado en contra. El 75 por ciento de los veracruzanos opinaban que un gobierno de dos años provocará estancamiento y conflictos políticos. Sólo el 25 por ciento creyeron en el argumento de que habrá menos gasto electoral.

Otros sondeos dejaban ver que la iniciativa de reforma es un capricho del gobernador Javier Duarte y, sobre todo, un acto irresponsable que traerá graves consecuencias para Veracruz.

La mayoría de los veracruzanos asocian el proyecto de gobierno a dos años con la intención de Javier Duarte de cubrir las huellas de su mal desempeño y de los actos de corrupción que han distinguido a su gestión y a la de su antecesor, Fidel Herrera Beltrán.

Se escucharon críticas demoledoras. Acusaron al gobernador de aprovecharse de la homologación de las elecciones locales con las federales para dar un golpe de estado disfrazado que le permita generar las condiciones para dejar en la gubernatura a un político identificado con el fidelismo o con el duartismo, alguien que encubra los vicios, los abusos y las raterías.

Entre las voces discordantes está la oposición, pero también priistas de renombre. Rechazaron la gubernatura de dos años José Francisco Yunes Zorrilla y Héctor Yunes Landa. Acusaron que era una propuesta irresponsable que terminaría dañando a Veracruz, limitando su desarrollo, generando un gasto electoral innecesario y provocando mayor desigualdad.

El PAN rojo y el PRD rojo aplaudieron la propuesta de Javier Duarte pues eso les garantiza mayor tiempo ordeñando la ubre del gobierno. En cambio, hubo una férrea oposición del perredismo y el panismo radical, el que no le da tregua al gobernador.

Duarte finalmente se salió con la suya. Envió su iniciativa de reforma político-electoral y en tiempo récord, fast-track, sin leer lo que les pusieron en las manos, legislando al vapor, como siempre, los diputados le dieron salida y la aprobaron.

Lo mismo han hecho con otras mafufadas del gobernador. Ahí está la reforma a la ley electoral sin pasar por una reforma a la Constitución del Estado y por inconstitucional le dieron pa’ tras.

Ahí está la Ley del Instituto de Pensiones del Estado que se fue a los tribunales y también la declararon inconstitucional. Y va de regreso.

Esa mayoría de diputados vasallos que tiene maiceados en el Congreso el gobernador Duarte no le sirven a Veracruz. Le sirven al gobernador para aprobar leyes absurdas. Le sirven para atropellar a los veracruzanos y luego, cuando se les somete a juicios de inconstitucionalidad, hay que dejarlas sin efecto.

El Congreso de Veracruz, salvo los diputados que han mantenido una postura digna y apegada a derecho, es un Congreso que carece de vergüenza, que apena y que irrita a la sociedad.

El Congreso de Veracruz es cómplice de un gobernador que no mide el alcance de sus propuestas, que tiene la ocurrencia de crear una gubernatura de dos años y que con tal de imponer a quien le cubra las huellas de su corrupción, no repara en el daño que se le habrá de provocar a los veracruzanos pues no habrá programa de gobierno que se pueda consolidar y lograr un beneficio social.

El daño está hecho. Ahora sólo falta que el gobierno de dos años supere el juicio de inconstitucionalidad. Y si no, va de nuez.

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