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Juan Ciudadano

Los Gobernados

Los hombres violentos de Joaquín

29/12/2014 08:44 a.m.
No hay nada peor que un imbécil con iniciativa. Los hay y son un peligro. De ellos está llena la política. Son los que atropellan y se sienten impunes, los que no piensan pero actúan y así dañan a los demás.
 
Írelos ahí, en el ayuntamiento de Coatzacoalcos. Los cercanos del alcalde Joaquín Caballero Rosiñol pareciera que los fue a comprar en una tienda de muñecos sin cerebro, o con cerebro pero sin materia gris.
 
Y todavía los pone donde no debe. Los designa en cargos para enfrentar los conflictos sociales, donde recurren a los macanazos o al sablazo para contener las manifestaciones, cada día más constantes.
 
Y digo que sin materia gris porque no hay en ellos decisión que se base en la inteligencia, que halle soluciones o que deje a todos satisfechos porque para eso es la política. Y eso es lo que provoca que los gobiernos no funcionen, o que funcionen a medio gas, o que funcionen en contra de los intereses de la sociedad.
 
Uno de los más allegados a Joaquín Caballero es el director de Obras Públicas Municipales, Guillermo Ibarra Macías, un tipo que manda a su chofer a golpear a un ciudadano que exige servicios del ayuntamiento. Y en vez de atenderlo, ordena que lo acabe a madrazos.
 
Después se ve a Guillermo Ibarra enfrentando a manifestantes que protestaban por la desaparición de los 43 normalistas de Ayotzinapa, en la calle, cuando iniciaban los Juegos Centroamericanos y del Caribe. En los videos el director de Obras se le ve arrogante con un bastón de artes marciales en las manos.
 
Ahora es el secretario de Gobernación quien orquestó una golpiza contra ciudadanos de Coatzacoalcos que se manifestaban por el pésimo suministro del agua. Fue una trifulca desmedida donde los grupos de choque del alcalde Caballero se le fueron con todo a la gente.
 
Son tres casos y son tres ejemplos de que Joaquín Caballero quiere gobernar con el garrote en la mano, agrediendo a la población que reclama su derecho.
 
En el tercer caso es más que evidente que desarrolla una política de represión. Coatzacoalcos vive un momento difícil, crítico, nunca antes visto. Los campesinos de Tatahuicapan cerraron las válvulas de la presa Yuribia y los dejaron sin agua. El ayuntamiento lo quiso resolver perforando pozos, pero la calidad del agua dista mucho de ser aceptable, además que a muchas colonias no llega el suministro y el abastecimiento mediante pipas es deficiente.
 
La gente sale a protestar. Se manifiesta en las calles y va a la Comisión de Agua. Ahí les echan una máquina encima para disolver el contingente, lo que enciende los ánimos y profundiza el conflicto. Después acude al ayuntamiento y los apalean los porros del alcalde.
 
El problema está creciendo, la gente cada día expresa su malestar, el agua está provocando enfermedades de la piel y la única solución que se le ocurre a los operadores del alcalde es romperle la maceta a quienes protestan. Es algo así como echarle más leña a la hoguera. El fuego se aviva y crece y amenaza con desatar un incendio.
 
Joaquín Caballero no tiene entre sus filas a operadores que resuelvan. Echa mano de sus amigos y de ahí que el ayuntamiento no funcione. A los amigos ayúdalos pero no los pongas donde te perjudiquen, dice una máxima que los viejos políticos siempre cuentan.
 
Lo ocurrido el viernes 26 por la tarde es una muestra de que al tal Oliver de los Santos le quedó grande la camiseta. Un secretario de Gobernación está para resolver problemas, no para enviar un grupo de choque que golpee a la población.
 
La gente se queja de que no les surten agua, que no llega ni en pipas ni mediante tubería. La gente tiene razón. La obligación del ayuntamiento es cumplir con el servicio a través de la Comisión de Agua. Y si el gobierno municipal falla, que aguanten las protestas.
 
Pero lo que no se vale es que a quien proteste se le agreda. Eso es lo que va dejando en claro que no son actos aislados lo que ocurrió con Guillermo Ibarra y ahora con Oliver de los Santos. El represor es el alcalde Joaquín Caballero, que así quiere amedrentar a la población.
 
¿Acaso faltará que a la sangre que ya corre en el río, se agreguen cadáveres flotando, para que Caballero Rosiñol, el alcalde con cara de niño bueno, con su infaltable sonrisa a flor de labios, entienda que necesita de operadores políticos eficientes, inteligentes, y no a guaruras que lo escuden de las pedradas o le sirvan como perros de ataque?
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