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Mussio Cárdenas Arellano

Informe Rojo

Julio Scherer: comienza la leyenda

08/01/2015 09:44 a.m.
* Fallece el director de Proceso  * Formó una generación de periodistas críticos  * EPN y el caso Moisés Sánchez  * Protestas en Boca del Río  * Se repite lo ocurrido con Goyo Jiménez  * Oso político de Beto Chagra  * Lo asesora Pulgoso Lagunes, quiere ser diputado y le cambian la sede  * Lupe Porras se registra por Minatitlán.
 
Decía don Julio Scherer García que al periodista lo avalan los hechos; sin ellos está perdido. La frase se ha repetido miles de veces. La han adoptado cientos de nuevos periodistas, los de espíritu crítico, los de compromiso social, los que entienden la comunicación como un factor indispensable de la democracia.
Don Julio se fue. Dejó de existir la madrugada del miércoles 7, en la paz de su familia, agobiado por la enfermedad, en la intimidad de los suyos, casado con sus convicciones hasta el momento final.
 
Fue baluarte en el Excélsior de los años 60 y 70, en el siglo XX. Dio lustre a la información, la crítica por delante, la noticia para describir y retratar la realidad de México, sin matices, sin complacer a quien detenta el poder.
 
Dirigía y reporteaba —nunca dejó de asumirse reportero— resaltando los temas nacionales, la corrupción en las instituciones, el lodo en los partidos políticos, entonces dominado el escenario por el PRI, apenas si aleteaba el PAN y allá en el fondo la izquierda a la que no se dejaba crecer.
 
Julio Scherer fue claro, categórico, descriptivo, puntilloso con la masacre de Tlatelolco, los jóvenes atravesados por el filo de las bayonetas, o perforados por las balas de los fusiles, molidos a golpes en el campo militar hasta cantar y poner en la mira a los líderes del movimiento, muchos asesinados en los sótanos del poder por resistirse a hablar, desaparecidos en las entrañas de un sistema criminal.
 
Julio Scherer enfrentó y no sucumbió ante Gustavo Díaz Ordaz, la mano sangrienta en un México que le permitía al presidente tomar la vida de los demás y gozar de impunidad, sin ser llamado a cuentas, sin pagar por lo que hizo.
 
Díaz Ordaz se fue. Julio Scherer siguió. Seis años después, en 1976, sufrió el acoso, la intimidación, sobre él la maquinaria del poder. Luis Echeverría descargó todo el poder presidencial y lo echó de Excélsior con una asamblea amañada, comprados los cooperativistas y enriquecidos los traidores, Regino Díaz Redondo a la cabeza, para luego convertir al otrora “periódico de la vida nacional” en un panfleto indigno.
 
Qué bueno que ocurrió así. El golpe a Excélsior dio pauta al nacimiento de otros medios: Proceso, Unomasuno, La Jornada, revistas diversas, todos con una línea crítica, periodismo documentado, voz de la sociedad, sobre todo contrapeso del poder.
 
Proceso fue la casa de Julio Scherer, su hijo pródigo. Proceso ha sido una escuela, taller permanente de periodismo de investigación, documentado todo lo que se ha de publicar.
 
Proceso se convirtió en la conciencia nacional. De la mano de Julio Scherer se publicaron los grandes reportajes, la radiografía del poder, aquella célebre portada “El Hermano Incómodo”, que describía a Raúl Salinas de Gortari, un ladrón voraz, implacable, insaciable, así haya logrado ahora, en el regreso del salinismo con su títere Peña Nieto, la exoneración que avergüenza al sistema judicial y que lo hace ver postrado ante los grupos de poder.
 
Nadie descarnó a Joaquín Hernández Galicia como lo hizo Julio Scherer, los negocios petroleros a la vista de todos, enriquecida la mafia sindical. Documentó la otra corrupción, la de la parte administrativa, las transas de Díaz Serrano, los pitufos de Beteta.
 
Tomó por su cuenta al Negro Durazo y lo exhibió como un delincuente con uniforme de general de cinco estrellas de oropel, ligado al narco, enriquecido a la vista de todos, perseguido y muerto en prisión.

“Más de lo mismo”, resumió Proceso con el destape de Carlos Salinas de Gortari y el inicio del proyecto neoliberal que ha hecho a México más pobre de lo que ya era, concentrada la riqueza en unas cuantas manos, repartida la miseria en la mitad de la población.
 
Abordó el alzamiento zapatista y dos de los grandes de Proceso, Vicente Leñero y Julio Scherer, fueron al encuentro, a la entrevista, con su líder, el subcomandante Marcos, polémico, cuestionado, pero la figura que cimbró al sistema político.
Cubrió el Proceso de Julio Scherer el asesinato de Luis Donaldo Colosio. Lo hizo como nadie, documentando la irracional hipótesis del tirador solitario, la inverosímil manera de quitarle la vida, lo dos Aburtos, la mano política detrás del crimen, sospechosos los Salinas, uno por actuar y el otro por encubrir.
 
Vio caer al PRI. A Julio Scherer le tocó documentar la debacle priísta y el ascenso de un loco a poder. Vicente Fox no llegó a la presidencia por ser el mejor, sino porque se suponía era el menos peor. Le ayudó el capital extranjero, el empresariado, la ultraderecha. Y las consecuencias fueron terribles para México.
Sufrió el acoso de Felipe Calderón. Pretendía el enano azul verlo en prisión, ligarlo al narco, desacreditarlo. Nada pudo hacer. No había estatura entre uno y otro.
 
Scherer sobrevivió a Calderón y su escuela en Proceso le dio una repasada a Peña Nieto, desde la revuelta del YoSoy132 hasta la trama internacional para financiar al frágil candidato del PRI, impuesto por un fraude, por la compra de conciencias y de votos.
 
Julio Scherer se ha ido. Muere el hombre pero comienza la leyenda. “No muere al morir”, dice el director de Proceso, Rafael Rodríguez Castañeda. “Deja una semilla firmemente puesta en aquellos medios, no muchos por desgracia, que creen que su filosofía del periodismo, su verticalidad, su honestidad profesional, su valentía, su compromiso sin concesiones a favor de la verdad, es digna de ser seguida”.
 
Intransigente con la información, indoblegable ante la corrupción, agudo para decir las cosas, implacable con la verdad, Julio Scherer se fue físicamente pero deja un legado para las generaciones de periodistas críticos, los que son factor en la democracia.
Muere don Julio Scherer, pero la leyenda comienza.
 
Archivo muerto

 
Día convulso en Veracruz. Llega Enrique Peña Nieto a una cita postergada, ayer la conmemoración de la promulgación de la Ley Agraria que se cumplió antier. Y ahí, en las cercanías del World Trade Center de Boca del Río, la familia, los amigos, los compañeros periodistas de José Moisés Sánchez Cerezo, cartulina con proclamas contundentes, megáfono en mano, protestaban por el silencio oficial, la indiferencia, las largas y más largas, pues hace seis días no se sabe nada del director del semanario “La Unión”. Fue levantado en su hogar, el viernes 2, en El Tejar, municipio de Medellín de Bravo. Le pedían al Presidente de México su intervención; que la Procuraduría General de la República atraiga el caso; que se activen los protocolos que permitan establecer mecanismos de seguridad para la familia de Moisés Sánchez. Denuncia la prensa independiente que hay doble cara del gobierno de Veracruz. Corría la versión, el martes 6, que la noche anterior fue hallado un cuerpo en Soledad de Doblado, en el camino a Miralejos, en los límites con Camarón de Tejeda. Estaba cercenado. Relataban los pobladores que llegó policía, militares y peritos y levantaron los restos, y limpiaron el escenario. Luego amenazaron a los policías locales, su silencio a costa de lo que fuera. Todo el martes presionó la prensa libre; llamó al procurador Luis Ángel Bravo Contreras, alias “Culín”; lo inundó de tuits para enfrentar el silencio, y denunció la omisión. Ya se sabía que había un cuerpo, supuestamente el de Moisés Sánchez, pero el gobierno de Javier Duarte ni confirmaba ni negaba. Se trataba de ganar tiempo, que llegara Peña Nieto y que se fuera sin pena ni gloria, sin que el caso del “levantón” del director del semanario “La Unión” arruinara la visita y, sobre todo, sin que sumiera en el ridículo al gober Javier Duarte, campeón nacional en acoso, hostigamiento y represión a los periodistas, 10 asesinados en su sexenio. Se apostaron los periodistas junto con la familia de Moisés Sánchez. Presionaron y sufrieron represión e intimidación, fotografiados por el Estado Mayor Presidencial, como le ocurrió a la columnista Silvia Núñez Hernández; encapsulados por la policía federal y los esbirros del Arturo Bermúdez, secretario de Seguridad Pública de Veracruz. Ofrecía el gobierno que habría diálogo con los familiares de Moisés Sánchez, pero sin la presencia de un representante de la organización Artículo 19, defensora de los derechos de los periodistas; no lo aceptó la familia. Llegó el subsecretario de gobierno, Marlon Ramírez, y tácitamente le ordenó al procurador Bravo Contreras que condicionara el diálogo a que fueran frenadas las protestas; tampoco se aceptó. Finalmente habló el secretario de Gobernación, Miguel Ángel Osorio Chong, con el hijo del periodista, José Sánchez Ordóñez. No comprometió Osorio Chong al gobierno federal; instó al gobierno de Veracruz a cumplir con su función y agudizar la búsqueda del editor de “La Unión”. O sea, nada. Peña Nieto ni en cuenta, ajeno a la realidad de los periodistas veracruzanos. Horas después llegó gente de la Policía Federal, a instancias de la Fiscalía Especializada para la Atención de la Libertad de Expresión (FEADLE), al hogar del periodista. Hablaron con la familia y con los vecinos. Admitieron que apenas inician la búsqueda, cinco días después. Pero en sus palabras se aprecia la intención: establecer que Moisés Sánchez no es periodista sino activista vecinal, como lo había categorizado Javier Duarte. Buscan entre los vecinos elementos para establecer que Moisés Sánchez no fue levantado por lo que escribía sino por problemas personales. Se repite la historia de Gregorio Jiménez de la Cruz. Todo sea para que no se sume a la estadística de violencia que sufre al prensa crítica de Veracruz. Y como en el caso de la niña Karime Alejandra Cruz Reyes, apenas termina el evento político, el procurador “Culín” comienza a informar. Dice, por lo pronto, que el cuerpo hallado está irreconocible y que no se podría saber aún si es Moisés Sánchez. Así es la perversidad...
 
 Vaya oso el de Roberto Chagra Nacif. Salió de La Barra de Tuxpan, acelerado por su nuevo gurú, Federico Lagunes Peña, y sin documentación alguna, si acaso la credencial de elector, llegó al PRI de Coatzacoalcos. Pretendía inscribirse como precandidato a diputado federal. Y ahí le informaron que la sede cambió a última hora. El registro sería en Xalapa. Y ahí terminó la candidatura. No es lo mismo ser asesorado por Fidel Herrera que por Pulgoso Lagunes...
 
Inscribe Guadalupe Porras David su candidatura a diputada federal por Minatitlán. Quedan en el camino doña Reyna León y Jorge Wade Zúñiga, o sea el poder petrolero que ya está visto que son un desastre con el poder político en las manos. Nadie más entra a la contienda interna del PRI. Lu-pilla Porras será diputada a menos que Renato Tronco contienda por Movimiento Ciudadano en aquel distrito y no en el de Coatzacoalcos, y que Juana Isabel Morales Aguirre, La Potra, intente serlo por el PRD. De no tener contrincante de peso, habrá camino libre a San Lázaro para seguir haciendo de las suyas...
 
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