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Mussio Cárdenas Arellano

Informe Rojo

Veracruz: la violencia apabulla a Javier Duarte

02/02/2015 08:21 a.m.

* Enero: levantones, atentados, granadazos, amenazas, fosas clandestinas  * Moisés Sánchez: los hermanos, asediados  * ¿Es el fiscal Luis Ángel Bravo? ¿Es el alcalde?  * Túnel: reinicia el saqueo  * 5 mil millones tirados a la basura  * PAN: dedazo simulado, pero Gloria va  * Edna Herrera, primera humillación

Sí hay quinto malo. Es malísimo. Es el quinto año de gobierno de Javier Duarte de Ochoa. Lo vapulea la violencia, regresan los granadazos, desaparecen los periodistas, aparecen los descabezados, lanzan bomba contra un periódico, se registran nuevas balaceras, hay más fosas clandestinas y la muerte de Moisés Sánchez Cerezo lo pone en la escena internacional.

¿Gobierna o desgobierna a Veracruz?

Camina junto a Javier Duarte la inseguridad y la violencia, la beligerancia de los grupos criminales, los delincuentes comunes y los malosos sin piedad por el ser humano. Y todavía se atreve a decir el gobernador de Veracruz que vamos bien, que hemos mejorado, que no pasa nada y que el que la hace la paga.

Arrancó 2015 con el levantón de Moisés Sánchez Cerezo, director y fotorreportero del semanario “La Unión”, que editaba en El Tejar, municipio de Medellín de Bravo, el 2 de enero. Duarte lo categorizo como “taxista y activista vecinal. Hay que decir las cosas como son”. O sea, para el gobernador lo mejor era que no se dijera que se trataba de un periodista, aunque sí lo fuera; que no se le ingresara a la estadística de muerte, como finalmente sucedió; que no se sumara al infame récord de un mandatario que se proyecta en su pleito casado con la prensa crítica, como a la postre ocurrió.

Apareció 22 días después Moisés Sánchez sin vida, degollado, cercenado, tirado en un paraje solitario junto a la carretera, en el municipio de Manlio Fabio Altamirano. Y así, Moisés se convirtió en el periodista número 11 en ser asesinado durante el régimen duartista.

Duarte está en el escenario internacional. El Alto Comisionado de Naciones Unidas sobre Derechos Humanos, Reporteros Sin Fronteras, la Comisión para la Protección de los Periodistas, la prensa de todo el  mundo, señalan de nuevo a Veracruz como el estado más hostil para el ejercicio periodístico.

Una periodista del puerto de Veracruz, Patricia Morales, y el periódico El Heraldo, de Córdoba, también pasaron por la mano de la inseguridad, la amenaza, el ataque.

Patricia Morales, reportera de Imagen de Veracruz y Órale, denunció ser objeto de una llamada telefónica en que le decían que irían a buscarla a su domicilio y que tenían 13 fotografías de ella y sus hijos. En ningún momento pidieron dinero alguno. No era extorsión.

Al Heraldo le lanzaron una bomba molotov la madrugada del 29 de enero, a eso de las 3:30 de la mañana. El artefacto se estrelló contra la fachada sin causar mayor daño.

Daniela Jacóme, directora del rotativo, señaló que sujetos desconocidos forzaron el portón y lanzaron bombas, pero que las autoridades han minimizado eventos anteriores, como la denuncia por amenazas y hostigamiento de parte del diputado local duartista, Eduardo Sánchez Macías, contra quien se ostenta como propietario del periódico, Israel Ruiz Zepeda, interpuesta desde el 30 de octubre de 2014. El gobierno de Veracruz dijo que no, que no es atentado, es vandalismo.

Tres días antes, el periódico El Buen Tono, también de Córdoba denunció que su personal de circulación fue objeto de agresión y amenazas por parte de policías municipales y grupos armados. A El Buen Tono le incendió sus oficinas en 2011 un grupo criminal, sin que se hubiera esclarecido el caso.

A Veracruz han vuelto los granadazos. Así se enfrentó una célula criminal a una patrulla de la policía municipal de Lerdo de Tejada, el 27 de enero, en el camino San Andrés Tuxtla-Alvarado. Quemado en gran parte de su cuerpo por el efecto de las llamas generadas por el artefacto, murió horas después el comandante Armando Sánchez Garibay. Días después fallecieron otros dos elementos policíacos.

No se logró la detención de ningún atacante, pese a que los policías repelieron la agresión.

En 2011, un grupo de la delincuencia era perseguido por cuerpos de la policía, en el puerto de Veracruz. A la altura del Acuario arrojaron una granada. Cayó a unos metros de una familia que había llegado en calidad de turistas. El padre se lanzó sobre la granada, la cubrió con su cuerpo para evitar que dañara a su esposa e hijos. Murió en el acto y uno de los menores sufrió serios daños. Terrible antecedente, historia que se suponía era para olvidar.

O sea, los granadazos están de regreso.

Se ufana Javier Duarte de que en Veracruz ha disminuido la violencia, que la inseguridad se va controlando, que en la estadística nacional de secuestro no se ubica a la entidad en el segundo lugar sino en el séptimo, que la única inseguridad son los robos de Frutsis y Pingüinos en las tiendas Oxxo. Vaya consuelo del gordobés. Vaya frivolidad.

Decía que las balaceras eran cosa del pasado y que los programas de seguridad comenzaban a dar resultados. No es así. La madrugada del viernes 30, en Xalapa, elementos policíacos se tirotearon con individuos que viajaban en el interior de un taxi, aparentemente robado.

Según la versión oficial, hubo un cerrón de auto a auto, a la altura de Las Ánimas. El taxi viajaba con las luces apagadas. Se provocó una carambola. Del taxi, según la versión oficial, se produjeron los primeros disparos. La policía respondió. Mató al conductor.

Veracruz es un cementerio clandestino. Se lo dijo el sacerdote Alejandro Solalinde a Javier Duarte, y lo detonó a nivel mundial. Siguen apareciendo fosas, cadáveres, el sello del crimen organizado.

En Chacaltianguis, el 29 de enero, se realizó un operativo por parte de elementos de la Secretaría de Marina y de la Subprocuraduría Especializada en Investigación de la Delincuencia Organizada. Prevaleció el hermetismo. Se filtró que habían 17 cuerpos.

Extraoficialmente, por voz de los pobladores, se logró saber que un campesino halló casualmente las fosas. Dio aviso. Llegó la policía municipal, la estatal y finalmente las fuerzas federales, que se hicieron cargo de la situación.

Al día siguiente, la Fiscalía General de Veracruz, antes Procuraduría, asumió su habitual postura: negar la realidad. Dijo que no hubo tal hallazgo, ni cuerpos, ni fosas. Que se trataba de un operativo federal, en búsqueda de un importante miembro de la delincuencia.

Es patética la miopía de Javier Duarte. Ve la violencia y no se hinca. Lo apabulla y no lo siente. Lo convierte en el gobernador con más muertes de periodistas durante su gestión, con 11, y sigue como si nada. Ya se acostumbró al caos.

Enero fue un mes brutal. Levantones, balaceras, fosas clandestinas, atentados contra periódicos, la muerte de Moisés Sánchez, una periodista amenazada.

Veracruz inicia 2015 ensangrentado. Es dramática la estadística. Es peor la realidad. Javier Duarte no avanza ni se estanca; retrocede. Está como al inicio de su gestión, sometido por el crimen organizado, desarmado frente a los grupos violentos. Ver a la policía atacada con granadas es el síntoma de que la nave anda a la deriva y el piloto, en su camarote, muerto de miedo en un rincón.

Sí hay quinto malo. Es el quinto año de Javier Duarte. Es el preludio del final, cuando se suponía que ya, por antigüedad, porque los golpes de algo sirven, habría aprendido a gobernar.

Sí hay quinto malo. Es el año de la violencia que regresa y somete a Javier Duarte.

Archivo muerto

Día 31. No termina la pesadilla. Moisés Sánchez Cerezo formalmente está muerto. Lo dice la Procuraduría de Veracruz, la comparación de una huella dactilar y una prueba de ADN. Falta ver qué dice la Procuraduría General de la República, que se ha mostrado ambivalente, unos días ajena para no afectar a la pandilla de Javier Duarte, otros en que se alentó la esperanza cuando su titular, Jesús Murillo Karam, expresó que le entraría y que abriría nuevas líneas de investigación. Se resiste a creerlo su hijo, Jorge Sánchez Ordóñez, pues asegura que el cuerpo que le presentaron no corresponde al de su padre. Hoy el asedio lo viven los hermanos de Moisés Sánchez, director del semanario “La Unión”, en Medellín de Bravo. Reconocen que el cadáver sí es el del periodista, pero simultáneamente revelan que son hostigados por gente desconocida que los vigila, que los sigue, que les cierra el paso cuando circulan en sus vehículos. Dicen que son tres autos: uno rojo, un negro y uno blanco. Corresponde la descripción a los tres carros en que llegaron a levantar a Moisés Sánchez, el 2 de enero. ¿Quién los asedia? ¿La Fiscalía de Luis Ángel Bravo Contreras para presionar su declaración y sostener su versión de que el cuerpo cercenado sí es el del periodista? ¿Los sicarios, presuntamente ligados al alcalde de Medellín, Omar Cruz Reyes, lo que suena absurdo pues se supone que andan a salto de mata para evitar su detención? Como sea, en el día 31 del caso Moisés Sánchez, la pesadilla también es para el gobernador Javier Duarte. Los organismos internacionales no le quitan la mirada de encima. Que esclarezca el caso, si es que Fis-Culín lo puede sostener, no mitiga ni suaviza que Javier Duarte tenga en su haber 11 periodistas asesinados durante su desgobierno. Veracruz, Javier Duarte, 11 periodistas asesinados, el escándalo total...

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